Capítulo 38
No me sorprendió que mi padre saltara tan rápido con esa petición, como si ese diez por ciento de las acciones de BioVitalis, valoradas en millones de pesos, fueran tan fáciles de conseguir como un billete de diez pesos tirado en la calle. Un sabor amargo me subió por la garganta mientras lo observaba. “¿En qué momento les di la impresión de que mi dinero era algo que podían tomar así nomás?”
Violeta mantenía su rostro impasible, la perfecta máscara de inocencia que tanto había perfeccionado. Pero sus manos la traicionaban, aferrándose a la cobija del hospital con una emoción mal disimulada que solo yo alcancé a notar.
Una risa seca y amarga amenazó con escapar de mis labios. Había sido tan ingenua al pensar que su intento de empujarme a la alberca había sido un simple arrebato, un momento de ira descontrolada. Ahora todo encajaba con perfecta claridad.
“Qué estúpida fui“, pensé mientras las piezas del rompecabezas caían en su lugar. Si no hubiera estado cerca de la alberca ayer, ella habría encontrado otra manera de atraerme al agua, o algo peor. Todo calculado meticulosamente para hacer parecer que yo quería matarla. Con eso, mis padres me presionarían aún más para renunciar a las acciones que mi abuela planeaba darme.
La ironía me provocó náuseas. Era ella quien había intentado matarme, pero con una maestría digna de un premio de actuación, había logrado invertir los papeles. En un solo movimiento había conseguido cuatro victorias: me obligó a humillarme con una disculpa, facilitó su camino hacia las acciones, destruyó cualquier esperanza que pudiera quedar con Simón, y me hizo parecer aún más malvada ante sus ojos.
Una sonrisa torcida se dibujó en mis labios. Mi querida hermana, siempre tan astuta. Mientras otros se jactan de matar dos pájaros de un tiro, ella conseguía abatir cuatro sin despeinarse.
Exhalé lentamente, dejando que mi voz adoptara un tono de falsa resignación.
-La verdad es que conseguir esas acciones para ella está fuera de mis manos. -Me encogí de hombros con estudiada indiferencia-. Mi abuela piensa que ando demasiado enamorada. Dice que darme las acciones sería como regalárselas a Simón, y como él me trata de la patada, sería como tirarlas a la basura. Ya ni siquiera quiere dármelas a mí, menos se las va a dar a su adorada Violeta.
Una chispa de malicia brilló en mis ojos mientras me dirigía a mi padre.
-¿Por qué no lo intentan ustedes? Oye, pa, podrías hacer algo dramático… no sé, fingir un intento de suicidio o algo así. Capaz que mi abuela se apiada de ti y le da las acciones a tu adorada Violeta.
El rostro de mi padre se ensombreció al instante, y no pude contener una risa fría. Sabía perfectamente que, aunque siempre hablaba de convencer a mi abuela para que le diera las acciones a Violeta, lo que realmente quería era que yo las obtuviera primero para luego cedérselas a ella.
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Capítulo 38
También era consciente de que mi abuela jamás le daría a Violeta las acciones que tenía destinadas para mí. Mi padre solo lo planteaba así para quedar bien, fingiendo que no quería quitarme nada, que solo buscaba “justicia” porque ambas éramos nietas de la misma abuela.
“Lo que realmente quiere son las acciones de mi abuela, no las mías“, pensé con amargura. Y de alguna manera, esta hipocresía me parecía aún más repugnante que si fuera abiertamente
cruel.
Vi cómo los ojos de mi hermano adquirían un brillo calculador. Si mi abuela no quería darme las acciones a mí, seguramente se las daría a su nieto de sangre, ¿no? Este simple pensamiento bastó para que cambiara completamente su postura.
Intercambió una mirada significativa con mi madre, quien captó el mensaje al vuelo.
-Bueno, si de verdad no se puede convencer a tu abuela, pues ni modo -comenzó mi madre con fingida resignación-. Ya está grande, y tener algo de seguridad económica la haría sentir más tranquila. Al final, lo importante es que las acciones se queden en la familia.
Una risa amarga resonó en mi mente. Mi madre adoraba a Violeta, sí, pero aunque permitía que tomara mis recursos sin el menor remordimiento, jamás dejaría que pusiera sus manos sobre lo que le correspondía a mi hermano.
De hecho, pensándolo bien, probablemente su insistencia en que Violeta tomara mis acciones era parte de su plan para asegurar más para su hijo. Aunque mi hermano y yo nacimos el mismo día, nunca fuimos iguales ante sus ojos.
El control de Violeta finalmente se quebró. Por un instante, su máscara perfecta se resquebrajó y pude ver la oscuridad en su rostro antes de que lograra componerse.
Una risa suave escapó de mis labios mientras observaba el espectáculo frente a mí. Era fascinante ver cómo mi padre, mi madre, mi hermano y Violeta podían unirse contra mí cuando sus intereses coincidían. Pero bastaba que esos intereses divergieran un poco para que todo su teatro se viniera abajo.