Capítulo 37
Una sonrisa dulce y falsa se dibujó en mis labios mientras alzaba ligeramente los hombros con fingida inocencia.
-Solo estaba halagando lo bien que se ve mi hermana. ¿Qué, ni siquiera puedo hacerle un cumplido?
La furia transformó los rostros de mis padres. Sus ojos me taladraban como si estuvieran viendo a una extraña.
-Luz, ¿en qué te has convertido? -La voz de mi madre temblaba de indignación-. Tu hermana siempre ha sido tan buena contigo. Justo ahorita estaba rogándonos que no llamáramos a la policía, pidiéndonos que te perdonáramos por tu impulsividad. Y tú, en lugar de agradecer su bondad, ¿te atreves a burlarte de ella?
Mi hermano, que hasta ahora había permanecido en silencio, dio un paso al frente.
-¿No tienes tantita conciencia? ¿Por qué siempre estás contra Violeta?
La rabia hizo que a mi madre le temblaran tanto las manos que el plato de caldo estuvo a punto de caérsele.
-Primero provocas que la secuestren y ni te disculpas. Luego la dejas que casi se muera, por eso acabó en el hospital. Y ahora, en el cumpleaños de tu abuela, la humillas enfrente de todos y la avientas a la alberca. -Sus nudillos se pusieron blancos de tanto apretar el plato-. Con todas estas maldades que le has hecho, ¿no te remuerde tantito la conciencia?
-Hija… -Mi madre parecía querer agregar algo más, pero mi padre la interrumpió con un gesto
brusco.
-Ya ni le digas nada. Mejor hay que hablarle a la policía para que se la lleven. Ya no tiene remedio, que las autoridades se encarguen de ella.
Sus ojos brillaban con un desprecio que jamás pensé ver dirigido hacia mí.
-Un par de años tras las rejas le van a quitar las ganas de andar haciendo tonterías.
Violeta, retorciéndose las manos con aparente angustia, intervino con voz trémula:
-Papá, no seas así. Mi hermana nomás lo hizo por lo intenso del momento, pero nunca con la intención de lastimarme.
Mi padre me miró con renovado desprecio,
-¿Ya ves? Mira qué buena es Violeta. Hasta ahorita te está defendiendo, siempre pensando en
- ti.
Se volvió hacia mí, su rostro enrojecido por la ira.
-¡Y tú! ¡Más te vale que te hinques ahorita mismo y le pidas perdón a tu hermana! ¡Si no, directo a la cárcel!
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Capítulo 37
“Qué predecible“, pensé con amargura. Sabía perfectamente que mi padre no tenía la menor intención de mandarme a la cárcel. Solo estaba usando esa amenaza para obligarme a humillarme ante Violeta, para sacar más provecho de la situación. No era el amor paternal lo que le impedía enviarme tras las rejas, sino su vanidad. No soportaba la idea de tener una hija que hubiera pisado la prisión.
Cuando Violeta escuchó la orden de mi padre, vi el brillo de anticipación en sus ojos. Estaba a punto de desplegar su acto de hermana magnánima cuando…
-Luz, no te lo tomes tan en serio -intervino Simón-. Tu papá está hablando de puro coraje. Con que le pidas una disculpa a Violeta es más que suficiente.
La sonrisa de Violeta se congeló por un instante, sus ojos oscureciéndose con una sombra que
solo
yo alcancé a ver. Pero en un parpadeo, su máscara de inocencia volvió a su lugar.
-Sí, hermanita, con una disculpita basta. -De pronto, como si acabara de darse cuenta de algo, se mordió el labio con fingida preocupación-. Aunque si no quieres disculparte, también está bien. Somos familia, hermanas. Yo entiendo que a veces uno actúa sin pensar cuando
anda de malas.
Su actuación de mártir compresiva tuvo el efecto deseado. Las miradas furiosas y exigentes de mis padres, Simón y mi hermano me taladraron como dagas, presionándome silenciosamente para que me disculpara.
“Siempre ha sido así“, pensé con amargura. Sin necesidad de que yo dijera una palabra, ella ya me había convertido en la peor criminal, alguien tan despreciable que negarse a pedirle perdón era un pecado imperdonable.
Antes de que pudiera abrir la boca, mi padre lanzó su siguiente bomba:
-Y no nada más te vas a disculpar. También vas a convencer a tu abuela de que le dé el diez por ciento de sus acciones a Violeta.
Sus ojos brillaban con determinación inflexible.
-Si las dos son sus nietas, no hay razón para que solo tú recibas acciones y ella no.
Se inclinó hacia mí, su voz bajando a un tono amenazante.
-Vas a hacer que eso pase. Y si no lo logras… mejor vete preparando para la cárcel.
Mi estómago se revolvió con una mezcla de asco y resignación. Mi abuela aún conservaba el treinta por ciento de las acciones de BioVitalis. Mis padres y mi hermano daban por hecho que planeaba entregarle el veinte por ciento a él en su cumpleaños, para que tomara oficialmente el control de la empresa, y el diez por ciento restante a mí como apoyo.
Por eso desde temprano habían estado presionando para que yo le cediera mi parte a Violeta. Pero mi abuela no había mencionado nada sobre darme acciones durante su fiesta, y con todo el caos después de mi caída al agua, no habían tenido oportunidad de abordar el tema conmigo… hasta ahora.
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