Capítulo 361
Simi padre hubiera vivido en otra época, sin duda habría sido el más célebre entre los maestros del veneno y sus antídotos Una mente brillante dedicada a lo prohibido: cada una de sus creaciones, cada fórmula que se filtraba al mundo exterior, llevaba el sello indeleble de la ilegalidad.
Alcé la mirada hacia Alejandro mientras una idea tomaba forma en mi mente.
-Podrías hablar directamente con mi papá. Con tu posición, seguramente estaría más que dispuesto a revelarte todos sus
secretos.
Un destello de diversión iluminó los ojos de Alejandro al escuchar mi elección de palabras.
-Mmm, precisamente por eso vine a verte.
-¡Ah, espera! – La urgencia tiñó mi voz. -No vayas a confiar ciegamente en lo que te diga. Mi papá adora a Violeta, podría intentar engañarte para protegerla.
Una sonrisa apenas perceptible curvó los labios de Alejandro.
Lo sé, no te preocupes por eso.
-Una vez que confirme mis sospechas, si Violeta resulta prescindible, te la entregaré.
La vida de la hermana de Rafael estaba en juego. ¿Quién era yo para interferir? Además, cualquier intento de mi parte sería inútil contra la determinación de Alejandro. Me limité a asentir suavemente.
-De acuerdo.
Alejandro dio un sorbo a su café y, como si acabara de recordarlo, comentó:
-Me enteré de que le diste su merecido a Carla. Bastante valiente de tu parte.
A pesar de que Carla carecía de verdadero poder, su posición social era innegable. Incluso Alejandro se veía obligado a guardar ciertas formas con ella. Mi arrebato debió haberlo sorprendido.
-Siempre te he visto tan prudente, tan medida en todo… No pareces del tipo que recurre a la violencia.
El recuerdo de mi abuela en urgencias, de ese miedo visceral que me consumió, me hizo responder:
-Hasta un conejo muerde cuando lo acorralan.
“Y yo no soy un conejo.” El pensamiento resonó en mi interior con fuerza renovada. “No soy una muñeca de barro que puedan moldear a su antojo.”
Alejandro, sopesando las acciones de Carla, asintió con gravedad.
-Se lo tenía bien merecido.
-Si vuelve a pasarse de la raya, no dudes en defenderte. No tienes por qué temerle.
Esa cortesía que le extendía a Carla, también podía retirarla cuando quisiera. Su actitud, esa seguridad absoluta de que todo estaba bajo control, me recordó una vez más por qué Rafael lo admiraba tanto.
Un hombre de su categoría, ayudándome solo porque su sobrino estaba interesado en mí… La gratitud y la vergüenza se mezclaron en mi pecho, consciente de que jamás podría corresponder adecuadamente a su bondad.
-Señor Ortega, si alguna vez puedo serle útil en algo, por favor, no dude en decirmelo.
Era consciente de mis limitaciones, pero aun así anhelaba poder retribuir de alguna manera. Desde pequeña, siempre he creído en devolver los favores multiplicados.
-No te preocupes, sabremos aprovechar tu ayuda. Lo que has hecho por el joven De la Torre ya es más que suficiente.
taba a punto de responder cuando una voz alegre cortó el aire como campanillas de cristal.
-Alejandro! ¡Ya llegaste!
Violeta se acercó a nuestra mesa con la gracia etérea de una mariposa. Al verme sentada frente a Alejandro, su expresión radiante se congeló por un instante.
Sin embargo, se contuvo de hacer comentario alguno. Violeta nunca había sido tonta. A pesar de presumir ser la salvadora de Alejando de que él parecía consentirla… ¡Dos años! Dos largos años y aún no había logrado seducirlo.
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Capitulo 361
Cuanto más tiempo pasaba con él, más evidente se volvía que Alejandro no era el tipo de hombre que se sentiría eternamente en deuda por haber sido salvado. Esta conclusión alimentaba sus sospechas de que él la mantenía cerca par motivos ocultos.
Pero no se atrevía a indagar, ni a hacer ningún movimiento en falso. Alejandro era completamente diferente a Simón. Con este último, compartían una historia desde la infancia; no importaba lo que hiciera, Simón siempre la miraba con indulgencia, siempre sentía ese impulso instintivo de protegerla.
Alejandro era otra historia. Ella, que siempre se había enorgullecido de su capacidad para leer a las personas, después de dos años junto a él, seguía siendo incapaz de descifrar sus pensamientos a través de sus expresiones.
“¡Este hombre es un depredador!”
A menudo se recordaba a sí misma que, tratándose de alguien tan peligroso, alguien a quien jamás podría manipular, lo más sensato era aprovechar su cercanía temporal para acumular tanto dinero como fuera posible. Al menos así aseguraría un futuro sin preocupaciones económicas.