Capítulo 359
Lahotificación del celular parpadea justo cuando mi mente divaga sobre la identidad de mi misterioso benefactor. Es Rafael. Su nombre en la pantalla me arranca una sonrisa involuntaria.
-No te preocupes por todo ese drama en internet, Luz. Mi tío ya consiguió las pruebas y me imagino que pronto tomará cartas en el asunto su voz suena agotada pero determinada a través del altavoz-. Yo también voy a desocuparme pronto para regresar. Contigo, para que no tengas que enfrentar nada sola.
La vida de Rafael se había transformado desde que terminó su maestría. Los negocios de la familia Ortega y el imperio de su abuelo lo mantenían en constante movimiento, saltando de un continente a otro como si las fronteras fueran simples lineas en el mapa. Este último viaje lo había mantenido lejos por más de treinta días, perdido en algún rincón de Europa, ajeno a que su tío ya había actuado, exhibiendo las pruebas en internet con la velocidad de un rayo.
“Ha estado un mes entero fuera de casa y aún así yo soy su principal preocupación“, pienso mientras un nudo de ternura me aprieta la garganta.
-Rafa, mejor concéntrate en tus pendientes. Descansa cuando puedas, no gastes energía preocupándote por mí.
Las palabras de Gabi resuenan en mi memoria: “Cuida de él“, me había pedido. Pero la realidad es que siempre ha sido al revés. Rafael, con su atención meticulosa, perpetuamente velando por mi bienestar.
Un silencio significativo precede sus siguientes palabras:
-Para mí no hay nada más importante que lo que te concierne a ti. Todo lo que hago, cada paso que doy, es por ti.
La revelación me golpea como una ola: Rafael se mantiene en este ritmo frenético, puliendo cada faceta de sí mismo, todo para convertirse en alguien digno de estar junto a la mujer que adora. Antes de que pueda articular una respuesta, murmura algo sobre una junta pendiente y corta la llamada.
Desde aquella confesión, algo ha cambiado. Aunque “Luz” sigue siendo su elección predilecta al dirigirse a mí, su tono ha mutado. Ya no es la voz de un amigo; es la cadencia calculada de un pretendiente, midiendo cada sílaba.
Las señales de su amor romántico aparecen como destellos discretos en nuestra interacción. Pero Rafael nunca presiona, nunca exige. Es como si solo quisiera que yo fuera consciente de la naturaleza de sus sentimientos, sin esperar reciprocidad inmediata.
A pesar de haberle explicado con claridad que mi cariño es puramente fraternal, que mi corazón está cerrado al romance por ahora, él persiste en su silenciosa devoción. Este último año, con la distancia impuesta por sus viajes constantes, tampoco he encontrado forma de aumentar la separación emocional entre nosotros.
“Quizás“, me repito como un mantra, “el mundo es suficientemente grande para que encuentre a alguien más“.
Alejandro se burló cuando le compartí esta esperanza. Según él, lo que Rafael siente trasciende el simple amor romántico; es una obsesión nacida del trauma.
Los recuerdos oscuros emergen sin invitación: Rafael de niño, víctima de un secuestro brutal. Los abusos, las drogas forzadas que distorsionaron su desarrollo, dejándolo pequeño y con sobrepeso durante su infancia. Tres años de pesadilla donde yo fui su único consuelo, un faro en la oscuridad más profunda.
“Para alguien que ha conocido tal oscuridad“, reflexiono, “la luz se convierte en una necesidad vital“. Ese anhelo primario solo intensificó su idealización, transformando el amor fraternal en algo más profundo y perturbador.
Alejandro tiene una teoría: cuanto más inalcanzable parece el objeto de deseo, más intenso se vuelve el anhelo. La única cura sería, paradójicamente, ceder. Convertir ese amor extraordinario en algo cotidiano, tan común como el arroz blanco en la mesa.
Sus palabras resuenan con cierta lógica, pero la solución me parece imposible. ¿Cómo podría fingir un amor que no siento? ¿Cómo transformarme en una pareja real para Rafael?
“El amor no es un juego para mí“. Mi corazón es como un castillo antiguo: difícil de conquistar, pero una vez tomado, imposible de abandonar. No conozco el arte del amor casual, de los romances pasajeros.
Incluso cuando Gabi me arrastra a sesiones de fotos con modelos masculinos, mi interés no pasa de la admiración estética. Una mirada apreciativa, quizás un comentario sobre su físico escultural. Pero nada más.
lo admito“. En pleno 2024, mis valores sobre el amor podrían considerarse anticuados, casi victorianos.