Capítulo 35
-¡Luz, maldita víbora! ¿Cómo te atreves a aparecerte por aquí?
El grito de Celeste resonó por el pasillo del hospital mientras se abalanzaba hacia mí con los puños en alto. No tuve tiempo ni de parpadear cuando una figura se interpuso entre nosotras, recibiendo el impacto que iba dirigido a mí.
El ceño fruncido de Fidel y su mueca de dolor hicieron que la sangre se me helara en las venas. La furia deformó aún más las facciones de Celeste al ver que había fallado su ataque. Sus ojos
se clavaron en Fidel con veneno.
-¿Y tú quién te crees que eres? ¿Por qué defiendes a esta…? -sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa-. ¡Ah, ya veo! ¡Con razón has cambiado tanto, Luz! ¡Tienes a otro!
Sus uñas me señalaron acusadoramente.
-¡Espera a que mi hermano se entere! ¡Vas a ver cómo te saca de la casa, resbalosa!
“Igualita a su madre“, pensé. “Ni una pizca de clase“. Di un paso al frente, sintiendo la fuerza de mi propia voz.
-Celeste Estévez, creo que las dos sabemos perfectamente quién es el infiel aquí. Mejor lávate
la boca antes de hablar de mí.
No me sorprendía su reacción. Después de todo, Celeste había crecido prácticamente pegada a Simón y Violeta, y adoraba a esta última como si fuera una diosa. Era natural que me despreciara, su indeseable cuñada. Aunque sus palabras y acciones eran incluso más venenosas que las de su madre.
Al principio, cuando su madre le contaba que me había vuelto “loca” y que me atrevía a insultar a su adorado primo, Celeste no lo creía. Pero ahora, al verme plantarle cara, empezaba a creerlo. La Luz de antes solo intentaba complacerla, agachaba la cabeza sin atreverse a responder, mucho menos a amenazarla como ahora.
-¡Te lo advierto, Luz! No me importa si te equivocaste de medicina o qué, ¡estás acabada!
Sus ojos brillaban con malicia mientras escupía las palabras.
-¡Empujaste a Violeta al agua a propósito! ¡Casi la matas! Ya llamamos a la policía. ¡Prepárate para ir a la cárcel!
-¿…?
“¿La policía?” La incredulidad me golpeó como una bofetada. Ni siquiera había tenido tiempo de ajustar cuentas con Violeta, la verdadera culpable, ¿y ya estaban llamando a la policía?
Antes de que pudiera responder, Celeste soltó un chillido de emoción.
-¡Primo, llegas justo a tiempo! ¡Haz que se la lleven!
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Capítulo 35
Simón frunció el ceño al escucharla, pero cuando su mirada se posó en Fidel, todavía protegiéndome, sus ojos se oscurecieron.
-Luz, ¿no te dije que te fueras a casa? ¿Qué haces todavía con él?
La irritación me subió por la garganta al darme cuenta de que Violeta también estaba en este hospital. “Por supuesto“, pensé con amargura.
-Primo, ¿conoces a este… su amante? -Celeste prácticamente ronroneaba las palabras-. ¡La estaba protegiendo cuando intenté darle su merecido! ¡Y de qué manera tan íntima!
Era obvio que esperaba que sus palabras envenenaran a Simón contra mí, que lo convencieran de que Fidel era mi amante y así deshacerse de mí de una vez por todas.
Pero…
-Celeste, ¿qué te pasa? -la voz de Simón cortó el aire como un látigo-. ¿Con qué derecho insultas así a tu cuñada? ¿Quién te dio permiso para intentar golpearla?
La furia la había hecho olvidar mantener su fachada frente a su primo.
-¡Pero primo, eso no es lo importante! ¡Luz… Luz tiene un amante! ¡Te está engañando!
-Este… este hombre no debería… -las palabras de Celeste se ahogaron bajo la mirada de
Simón.
Simón dio un paso hacia mí y me tomó de la mano.
-Ya que estás aquí, vamos a disculparnos con Violeta y dejemos esto atrás.
Una risa amarga brotó de mi garganta. Desde que desperté, lo único que había hecho era exigirme que me disculpara con Violeta. “¿Por qué?“, me pregunté. “¿Qué se supone que hice mal?”
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