Capítulo 341
Me quedé paralizada. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando mis ojos se cruzaron con los de la señora Ayala. Su mirada, cargada de un odio visceral, me atravesó como una daga. Mi instinto me gritaba que algo terrible estaba a punto de suceder.
Y no se equivocó.
La señora Ayala se irguió en toda su altura, su figura imponente dominando el escenario. Sus labios se curvaron en una mueca de desprecio antes de soltar las palabras que desatarían el
caos.
-¡Me niego rotundamente a premiar a esta… Luz!
El silencio que siguió fue tan denso que podría haberse cortado con un cuchillo. Los murmullos no tardaron en estallar como una ola que inundó todo el salón.
Mi mente trabajaba a toda velocidad. Sabía perfectamente que la cumbre tecnológica era uno de los eventos más importantes del año. Los periodistas habían acudido en masa, sus cámaras transmitiendo en vivo cada momento. Lo que debería haber sido mi momento de gloria recibir el premio a la mejor nueva estrella- se estaba convirtiendo en un circo mediático.
Los reporteros, cual tiburones oliendo sangre, comenzaron a empujarse hacia adelante, sus cámaras y micrófonos apuntando en mi dirección como armas.
El presentador, con gotas de sudor perlando su frente, intentó salvar la situación.
-Señora Ayala, seguramente esto es una broma…
La señora Ayala lo interrumpió con un gesto brusco de su mano. Su voz cortó el aire como un látigo.
-No es ninguna broma. Hablo completamente en serio. Un investigador debe tener, por encima de sus logros científicos, una moral intachable.
Sus ojos se clavaron en mí con desprecio infinito.
-¡Y esta mujer no tiene ni una pizca de moral! ¡Aprovechó sus sesiones de terapia para seducir a mi hijo! Y lo peor… -su voz tembló de rabia- ¡movida por los celos hacia mi nuera, la empujó deliberadamente, provocando que perdiera a su bebé de cinco meses! ¡Casi muere desangrada! ¡Una persona así no solo no merece este premio, no merece ni siquiera respirar!
Las luces del salón parpadearon cuando la enorme pantalla detrás de ella cobró vida. Mi corazón se detuvo al ver las imágenes: fotografías íntimas de mis sesiones de terapia con Simón. Luego, el video de seguridad de la fiesta de los De la Torre. Carla, su vestido blanco transformándose en una mancha escarlata, mientras yo aparecía en el encuadre, aparentemente empujándola.
Los flashes de las cámaras me cegaban. Los murmullos se convirtieron en un rugido ensordecedor. Antes de que la ceremonia terminara, ya era noticia destacada: la terapeuta
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Capitulo 341
depravada que sedujo a un hombre casado y atacó a su esposa embarazada. La peor amante en la historia del internet.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Las calumnias anteriores -donde me habían acusado de ser una seductora académica- siempre habían terminado revelando mi inocencia. Algunas voces en redes sociales se alzaron en mi defensa, decidiendo esperar antes de condenarme.
Pero entonces ocurrió lo inesperado.
Carla publicó un video “aclaratorio“. Sus ojos enrojecidos y su voz temblorosa eran la perfecta imagen de la víctima arrepentida.
-Les pido una disculpa -comenzó, retorciendo un pañuelo entre sus manos-. Las hormonas del embarazo me volvieron paranoica. Malinterpreté la relación entre Luz y mi esposo. Ella no era “la otra“. Todo fue un malentendido… Israel y Simón son gemelos idénticos, y ella simplemente confundió a mi esposo con el suyo.
Sus siguientes palabras me helaron la sangre.
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-Mi caída… fue un accidente. Mi propia torpeza. La señora Ayala… ella solo reaccionó como cualquier abuela que pierde a su nieto. Por favor, no la culpen.
La voz se le quebró al final.
-Todo fue mi culpa. Mi indecisión, mi debilidad… Cuando la ecografía mostró el problema cardíaco de mi bebé… creo que él sintió mi miedo, mi duda. Por eso decidió dejarnos.
Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono, sintiendo cómo cada una de sus palabras tejía una red de mentiras que me atraparía sin remedio.