Capítulo 339
Justo cuando mis dedos estaban por alcanzar el filo del cuchillo, un borrón de movimiento cruzó mi campo visual. La mujer frente a mí salió despedida por los aires, víctima de una patada devastadora. La velocidad del ataque fue tan impresionante que apenas pude registrar lo sucedido solo vi un destello y luego un cuerpo volando.
1
De pronto, sentí un agarre firme en mi mano. Alejandro la sostenía con una mezcla de furia y preocupación, su rostro hermoso contraído en una expresión sombría que se suavizó ligeramente al comprobar que no me había lastimado.
-¿Estás loca o qué? ¿Cómo se te ocurre tratar de agarrar un cuchillo con las manos? -su voz temblaba de rabia contenida-. ¡Te pudiste haber cortado!
Me quedé en silencio, procesando su reacción. La situación había sido demasiado urgente – entre su vida y mi mano, la elección era obvia.
-¿Por qué te pones así? -protesté-. Solo intentaba salvarte la vida.
Alejandro soltó una risa carente de emoción que me paralizó.
-¿Salvarme la vida? ¿De verdad crees que necesito usar a alguien como escudo humano?
Había detectado el peligro desde el momento en que esa persona se acercó. Lo que no esperaba era que yo me lanzara sin consideración por mi propia seguridad.
Hice un puchero, sintiendo la injusticia de sus palabras.
-De todas formas lo hice con buena intención, ¿no?
Alejandro abrió la boca, listo para seguir regañándome, pero se encontró con mi mirada dolida y las palabras murieron en sus labios. Se quedó en silencio, una emoción indescifrable cruzando su rostro.
En toda su vida, muchas personas habían arriesgado sus vidas por él, pero siempre había un motivo oculto, un beneficio que buscaban obtener. Nunca alguien se había lanzado al peligro por él sin esperar nada a cambio. Mi acción le parecía una locura incomprensible.
Por un momento, mi gesto le recordó aquel día en el mar, cuando fue rescatado. La misma impulsividad desinteresada…
El momento se rompió cuando llegaron el conductor y los guardaespaldas. Uno de ellos propinó otra patada a la figura caída, haciendo que su peluca se desprendiera revelando a un hombre. Ahora tenía sentido su altura inusual.
El hombre, desde el suelo, clavó en Alejandro una mirada cargada de odio.
-¡Alejandro! ¡Mataste a mis padres! -gritó con voz ronca por el dolor-. ¡Lo vas a pagar, maldito!
Los labios de Alejandro se curvaron en una sonrisa sin humor.
11:25
Capitulo 339
-No sé si me irá bien o no, pero a ti definitivamente no.
Con una simple mirada suya, los guardaespaldas se movieron para arrastrar al atacante.
De repente, un llanto agudo cortó el aire – el bebé en el carrito había comenzado a llorar desconsoladamente. Me quedé paralizada, incapaz de procesar que alguien intentara un asesinato llevando a un niño real.
-¡Miren todos! -el hombre comenzó a gritar, su voz quebrada por la desesperación-. ¡Este demonio se apropió de nuestra empresa! ¡Destruyó a mi familia! ¡Y ahora quiere matarnos a mí y a mi hijo!
Entre sollozos, narró cómo Alejandro había conspirado contra su empresa familiar, retirando repentinamente una inversión crucial que los llevó a la bancarrota. Cómo esto causó la muerte de sus padres, cómo su esposa no pudo soportarlo. Cómo había sido empujado al límite de la desesperación.
El llanto del bebé, desgarrador y continuo, servía de telón de fondo a su historia. Pude ver cómo la multitud que se había formado comenzaba a murmurar, sus rostros mostrando simpatía por el hombre caído. Incluso si condenaban el intento de asesinato, sus expresiones decían claramente: “¿Quién no perdería la cabeza después de tanto sufrimiento?”
Sus miradas acusatorias se clavaban en Alejandro, juzgándolo como un empresario despiadado, un monstruo sin corazón.
Me resultaba familiar esta tendencia de la gente. Siempre habrá quienes, sin conocer la verdad completa, busquen excusar a los criminales solo porque parecen dignos de lástima.
No solo en casos como este. Incluso cuando individuos cometen actos de violencia extrema contra la sociedad, siempre hay voces que intentan justificarlos. “Seguramente sufrieron una gran injusticia“, dicen. “La sociedad los empujó a esto.”
Pero no. Los que hacen daño, los que se vengan contra la sociedad lastimando a inocentes, lo hacen porque existe maldad en su naturaleza. No importan las circunstancias – dañar a inocentes nunca tiene justificación. No todos los que parecen débiles y lastimados merecen nuestra compasión.
Alejandro parecía acostumbrado a estas reacciones. Sin inmutarse ante las miradas de condena, hizo un gesto seco a sus guardaespaldas para que se llevaran al hombre. Sin dirigir ni una mirada al niño que seguía llorando, abrió la puerta del auto y me guio al interior con firmeza.
11-25