Capítulo 322
Desde hacía semanas, una figura silenciosa nos observaba desde el otro lado de la calle. Sin que Carla o yo lo supiéramos, esos ojos vigilantes ya habían descubierto la verdad sobre la recuperación de Simón.
El joven paciente que Alejandro me había confiado finalmente logró ponerse de pie. Su familia, rebosante de alegría, organizó una celebración digna de su decimoséptimo cumpleaños. La invitación llegó a mis manos y, aunque una parte de mí dudaba en asistir, la genuina felicidad que sentía por su recuperación pesó más que mis reservas.
La fiesta era un recordatorio del estatus social que conllevaba pertenecer al círculo cercano de Alejandro en Ciudad Central. Como era de esperarse, la familia Ayala no podía faltar a un evento de tal magnitud.
Mi corazón dio un vuelco cuando los vi entrar. Carla empujaba la silla de ruedas donde Simón interpretaba su papel de esposo inválido a la perfección. Una punzada de dolor me atravesó el pecho, tan aguda que tuve que contener la respiración.
“Soy una tonta romántica sin remedio“, pensé con amargura.
Durante todo este tiempo de terapia con Simón, mi plan había sido mantener una distancia emocional, cortar cualquier lazo que aún pudiera atarme a él. Pero la realidad era otra. No solo no había logrado alejarme, sino que cada sesión, cada momento compartido, desenterraba recuerdos de los buenos tiempos. Verlo junto a otra mujer, aunque sabía que era una farsa, me destrozaba por dentro.
“Extraño a la Luz que era cuando perdí la memoria“, pensé. “Aquella que no cargaba con todo este peso emocional“.
Nuestras miradas se cruzaron en medio del salón. El día anterior, durante su falsa sesión de terapia, habíamos comentado sobre esta fiesta, así que no fue sorpresa encontrarnos aquí. Sus ojos me buscaron instintivamente entre la multitud.
Al encontrarme, una sonrisa involuntaria iluminó su rostro. Por un momento, olvidando su papel, hizo ademán de levantarse. La conclusión lo golpeó de inmediato: debía mantener la farsa de su invalidez. La sonrisa se desvaneció de su rostro tan rápido como había aparecido, dejando una sombra de frustración en su mirada.
Carla se inclinó hacia él con dulzura estudiada.
-Mi amor, ¿esa no es tu terapeuta, la señorita Miranda? ¿Quieres que te lleve a saludarla?
La sonrisa de Simón al responderle era tensa. Saber que ella estaba al tanto de su fingida hipnosis y aun así actuaba con tal inocencia… por un momento, la máscara de dulzura de Carla le pareció aterradora.
Sin esperar su respuesta, Carla empujó la silla hacia donde yo estaba.
-Señorita Miranda, he escuchado maravillas sobre cómo ha ayudado al señor De la Torre con
1/2
16:311
Capítulo 322
su rehabilitación -sus ojos brillaban con falsa admiración. ¿Cree que mi esposo también esté cerca de recuperarse?
Aparté mis pensamientos turbulentos y compuse una sonrisa profesional.
-El señor Ayala está progresando muy bien. Creo que pronto podrá ponerse de pie sin problemas.
-¡Qué noticia tan maravillosa! -exclamó Carla con un agradecimiento tan convincente que todos los presentes parecían conmovidos.
Estaba a punto de agregar algo más cuando el sonido estridente de su celular cortó la conversación. Al mirar la pantalla, el cambio en su rostro fue dramático. La tensión se propagó como una onda entre los invitados, que ahora nos observaban con atención contenida.
Sin mediar palabra, Carla levantó su celular frente a mi rostro. Sus ojos, antes dulces, ahora destilaban veneno.
-Señorita Miranda -su voz temblaba de indignación-, confié en usted para cuidar de mi esposo. ¿Así es como nos paga?
Sus dedos se aferraban al teléfono con tal fuerza que palidecieron.
-¿Cómo pudo hacernos esto?
2/2