Capítulo 319
Sin sus recuerdos, Simón había vuelto a ser aquel muchacho que conocí años atrás. A pesar de las limitaciones de su condición y la vigilancia constante de la familia Ayala, siempre encontraba la manera de sorprenderme cuando venía a sus terapias.
Era como revivir aquellos primeros días, cuando me cortejaba con una devoción que me dejaba sin aliento. Como al inicio de nuestro matrimonio, cuando éramos pobres pero inmensamente felices. No importaba qué tan agotado llegara del trabajo, siempre tenía un detalle para mí: un ramo de flores silvestres, boletos para esa película que había mencionado querer ver, o mis dulces favoritos que guardaba en el bolsillo de su chaqueta.
En aquellos tiempos no teníamos mucho dinero – sus sorpresas eran pequeñas, sencillas. Pero la ternura con la que las entregaba me hacía llorar de emoción. Era su dedicación, su amor puro lo que me conmovía hasta el alma.
Sus ojos, que durante tanto tiempo me habían mirado con frialdad calculadora, ahora ardían con una calidez que me desarmaba. Era esa mirada de adoración que solía tener al inicio, cuando hasta los postes de luz le parecían hermosos. Ahora, cuando me miraba, sus ojos gritaban que yo era su universo entero.
La intensidad de sus sentimientos era como un imán que amenazaba con arrastrarme de vuelta a él. A veces me torturaba pensando: si no hubiera ocurrido aquel incidente, si Violeta nunca hubiera existido… ¿seríamos ahora ese matrimonio perfecto que soñamos ser?
Pero los “hubiera” no existen.
Acepté sus pequeños gestos de amor sin resistencia. Era tan fácil pretender que habíamos regresado a aquellos días dorados, cuando todo era posible y el futuro brillaba con promesas de felicidad eterna.
Nunca he sido de las que se complican la vida con dudas infinitas. Así que decidí, como él, dejar el doloroso pasado en pausa y vivir este extraño presente. Esperaría a que su pierna sanara. Cuando ese momento llegara, tomaría una decisión definitiva: o dejaba ir completamente mi amor por él, o perdonaba todo el daño que me había causado.
Dándole una última oportunidad.
Sé que considerar el perdón después de tanto sufrimiento me hace parecer una tonta. Pero si después de todo este infierno mi corazón aún se niega a dejarlo ir, quizás la verdadera tonta soy yo por resistirme.
La lesión de Simón no era tan grave como parecía inicialmente. Su determinación en la rehabilitación estaba dando frutos más rápido de lo esperado. Pronto logró incorporarse apoyándose en su silla de ruedas.
Ese primer momento en que pudo sostenerse en pie, aunque fuera brevemente, significaba que sus nervios dañados estaban regenerándose. La recuperación total estaba cada vez más cerca.
1/2
Capitulo 319
El rostro de Simón se iluminó cuando logró levantarse sosteniéndose de la silla. Sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción.
-¡Luz, me puedo parar! ¡Ya puedo ponerme de pie!
Su alegría era tan genuina que mis propios ojos se humedecieron. Antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un abrazo apretado.
-Te amo tanto, Luz… te amo de verdad…
No era solo un amor instintivo – durante este tiempo juntos, se había vuelto a enamorar de mí. Como si su corazón recordara lo que su mente había olvidado.
-Cuando me recupere por completo, ¿podemos empezar de nuevo?
Sus manos temblaban mientras me sostenía.
-Te juro que seré el mejor esposo del mundo. Te voy a dar la vida que te mereces.
Sus palabras de amor seguían siendo tan dulces como las recordaba. Pero esta vez no respondí con la misma efusividad de antes. Solo me limité a abrazarlo en silencio, permitiéndome por un momento fingir que nada había cambiado.
Del otro lado de la calle, Carla permanecía como una estatua frente a la ventana del edificio, observándonos fijamente. Al ver a Simón levantarse de la silla y envolverme en sus brazos, le hizo una seña a alguien a su lado para que capturara el momento.
Una sonrisa amarga se dibujo en sus labios mientras murmuraba:
-Esa Luz sí que tiene talento. Si no estuviera en mi contra, con su capacidad para la investigación… trabajando juntas podríamos conquistar el mundo de la medicina.
Sus ojos brillaron con ambición mientras acariciaba distraídamente su vientre. Carla nunca se conformaba con poco.
2/2