Capítulo 306
El silencio en la habitación se volvió pesado mientras observaba a Alejandro. Sus ojos oscuros me miraban con una mezcla de compasión y dureza que me revolvió el estómago.
-Murió tratando de salvar a Simón -soltó sin rodeos.
Mi corazón dio un vuelco. Alejandro continuó, su voz grave resonando en la quietud de la
habitación.
-Los sobrevivientes de la familia Ayala cuentan que ese grupo criminal no solo los secuestró a ti y a tu maestro. También habían citado al verdadero Israel para “negociar“. -Hizo una pausa, sus dedos tamborileando sobre el escritorio-. Israel se negó a ensuciarse las manos con ellos. Cuando intentó marcharse, Simón estaba siendo atacado por tratar de salvarte.
Se pasó una mano por el rostro, como si el simple recuerdo lo agotara.
-Al ver a Simón gravemente herido, Israel sacrificó su propia vida para salvar a su hermano de
sangre.
Me quedé paralizada, las palabras atoradas en mi garganta mientras procesaba aquella brutal verdad. El peso de lo que acababa de escuchar me aplastaba el pecho.
-Entonces… ¿la familia Ayala insiste en que Simón es Israel porque temen que si se sabe la verdad, el heredero está muerto y las acciones del Grupo se desestabilicen? -logré articular
finalmente.
Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro de Alejandro, como si mi deducción lo hubiera impresionado.
-No es solo eso -se inclinó hacia adelante-. Cuando Salvador Ayala murió, le transfirió el treinta por ciento de sus acciones a Israel, estableciéndolo oficialmente como heredero.
Sus ojos se entrecerraron mientras continuaba.
-Las acciones de la familia Ayala tienen reglas muy específicas. Jamás pueden salir del círculo familiar, y las mujeres no tienen derecho sobre ellas, ni siquiera las esposas.
Se levantó, caminando hacia la ventana mientras seguía explicando.
-Cuando un hombre de la familia muere, sus acciones se reparten entre los demás varones Ayala. El padre y los hermanos reciben la mayor parte, pero todos los hombres de la familia obtienen algo.
Se giró para mirarme fijamente.
-Si Israel muriera oficialmente y Simón volviera solo como su hermano, ese treinta por ciento se dividiría: diez por ciento para el padre, diez para el hermano, y el resto entre los demás hombres de la familia. ¿Tienes idea de cuánto dinero representa solo un diez por ciento de las acciones Ayala?
Un escalofrío me recorrió la espalda. La cifra seguramente superaba todo lo que yo pudiera
1/2
14:40
Capítulo 306
imaginar.
-Y no solo perderían las acciones -continuó-. La posición de heredero podría salir de la línea directa de Israel.
Sus palabras resonaron con un peso terrible mientras enfatizaba:
-Por eso, tanto para el mundo exterior como para la familia misma, Simón ahora solo puede ser Israel.
El dolor me atravesó como una daga. Pensar que Simón, con todo su orgullo y arrogancia, ahora tendría que vivir la vida de otro hombre… Una risa amarga de Alejandro interrumpió mis pensamientos.
-No lo compadezcas tanto -se burló-. Aunque tenga que ser Israel, aunque su esposa no sea su esposa y su hijo no sea su hijo, al menos está vivo. -Sus ojos brillaron con malicia-. Pasó de ser tu empleado a la cima de los ricos. Su vida ahora es increíblemente privilegiada. ¿0 preferirías que hubiera muerto en ese accidente?
Las últimas palabras me golpearon como una bofetada. Era cierto. Comparado con la muerte, el simple hecho de que siguiera respirando lo hacía todo insignificante.
-¿No querías cortar todo lazo con Simón? -continuó implacable-. Pues ahora puedes hacerlo. Aprecia que tu deseo se cumplió y no hagas tonterías pensando en ese “amor eterno” entre ustedes. -Su tono se volvió más severo-. Querer que Simón siga siendo Simón… La familia Ayala está fuera de tu liga. Te estoy contando todo esto únicamente por respeto a
Rafa.
Se dirigió hacia la puerta, deteniéndose un momento.
-Cuídate -fue su última advertencia antes de marcharse.
Me quedé mirando por la ventana. El viento helado del norte aullaba con fuerza, arrancando sin piedad las hojas secas de los árboles. Dentro de mí, una sensación de vacío crecía
incontrolablemente.
“Parece que Simón y yo realmente teníamos que despedirnos aquí“, pensé mientras una lágrima silenciosa rodaba por mi mejilla.
212