Capítulo 289
El rostro de Lydia se contorsionó en una mueca de odio mientras sus palabras se derramaban
como veneno.
-Desde
que estaba en la escuela, me enamoré perdidamente del presidente Rivero. Me esforcé tanto por acercarme a él… Y gracias a mi talento para los negocios, comenzó a valorarme
cada vez más.
Sus ojos brillaban con una mezcla de locura y dolor mientras se acercaba a mí, cojeando.
-Pudimos haber estado juntos, enamorados… ¡pero tenías que aparecer tú! -Su voz se quebró en un grito histérico. ¡Tú, Luz! ¡Maldita seas por arruinarlo todo!
Un escalofrío me recorrió la espalda mientras la observaba desmoronarse frente a mí.
-¡Aquella noche, cuando el presidente Rivero estaba borracho y por fin iba a estar conmigo, lo alejaste! ¡Me dejaste sola con ese cliente asqueroso, calvo y barrigón que me agredió! -Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras su voz temblaba de rabia-. Ese… ese demonio no solo me rompió la pierna cuando intenté defenderme. Me golpeó el abdomen hasta que sangré… y me dejó sin poder ser madre.
Su risa histérica resonó en las paredes.
-¿Y sabes qué, Luz? Por fin te he destruido por completo. ¿Tienes una mínima idea de cuánto he sufrido todos estos años? ¿Del esfuerzo y sacrificio que nos costó llegar hasta aquí? -Sus ojos destellaron con un placer enfermizo-. ¡Deberías estar muerta! ¡Qué gusto me da verte así
ahora!
Su risa maníaca llenó el espacio mientras Fidel la envolvía en sus brazos, intentando contenerla. Pude ver el conflicto en su rostro. “No quería lastimar a Luz“, decían sus ojos. Sabía que los deseos iniciales de su hermana estaban mal – Simón y yo éramos esposos, ella no debería haber deseado a un hombre casado. También sabía que yo no era el tipo de persona que lastimaría a otros intencionalmente.
Pero ver el sufrimiento inhumano de su hermana lo había llevado al límite. ¿Cómo no odiarme después de eso? Ella lo había presionado incansablemente para que la vengara. ¿Cómo negarse a ayudar a su única hermana en el mundo?
Mientras los observaba, un recuerdo brilló en mi mente. No tenía ninguna memoria de la hermana de Fidel, pero sus palabras sobre estar enamorada me hicieron recordar algo que Simón me había contado una vez.
Me había hablado de una mujer en la empresa, talentosa para los negocios pero obsesionada con la idea de que todos estaban enamorados de ella. Especialmente, creía que él correspondía sus sentimientos. Vivía convencida de que estaban a punto de enamorarse. Se sonrojaba y lo miraba con ojos de adoración cada vez que él se acercaba.
Al final, Simón decidió despedirla por su comportamiento obsesivo.
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Capítulo 289
Me lo había contado esperando que lo alabara por mantener su distancia con otras mujeres y por tener claros los límites en las relaciones laborales. Recuerdo haberlo elogiado efusivamente, haciéndolo pavonearse como un pavo real.
“Cuando nos amábamos“, pensé con amargura. En aquella época, Simón me amaba con una pasión sincera y exclusiva.
Me volví hacia Lydia, que seguía temblando en brazos de su hermano.
-Dices que arruiné todo y que alejé a Simón, provocando que ese cliente te agrediera. ¿Cuándo pasó exactamente?
Su rostro se contorsionó en una mueca de odio puro.
-¡No importa cuándo fue! ¡Lo único que importa es que tú me arruinaste la vida! ¡Te mereces todo lo que te está pasando!
Se echó a reír como una desquiciada.
-¿Qué más da si estás en la cima? ¿Qué importa si yo quedé inválida? ¡Al final logré arrastrarte conmigo! ¿No lo ves? ¡Esto es justicia divina!
Al ver que ya no podía razonar con ella, hice la señal acordada. Los pasos firmes de los policías resonaron en el pasillo mientras se acercaban para arrestar a los hermanos Montes.
Fidel se quedó paralizado, sin poder creer que realmente hubiera llamado a la policía. Los ojos de Lydia se desorbitaron de furia.
-¡Soy una víctima! ¿Por qué me arrestan a mí? -chilló mientras forcejeaba-. ¡Ella me destruyó primero! ¡Me dejó en esta miseria y nadie hizo nada! ¡Solo le estoy dando su merecido! ¿Por qué me arrestan? -Sus ojos llenos de odio se clavaron en mí-. Luz, ¿cómo te atreves a llamar a la policía?
La miré directamente a los ojos, mi voz tan fría como el hielo.
-Me atrevo porque jamás hice nada de lo que dices.
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