Capítulo 273
Fernando se giró para mirar a Rafael, quien permanecía de pie detrás de mí como una sombra protectora. Sus ojos se entrecerraron, y pude ver cómo su mandíbula se tensaba. Era evidente que quería decir algo sobre mi cercanía con otro hombre mientras Simón luchaba entre la vida y la muerte.
Sin embargo, su mirada se desvió hacia donde Alejandro bebía tranquilamente, y sus labios se sellaron. Sabía perfectamente que sin la intervención del tío de Rafael, nada de esto hubiera sido posible: ni el imponente operativo de rescate en altamar, ni el sorpresivo repliegue del grupo criminal.
Fernando no era tonto. Comprendía que incluso si Simón estuviera aquí, juntos serían insignificantes ante el poder de Alejandro. Así que, por mucho que le revolviera el estómago la presencia de Rafael, no tenía más alternativa que tragarse su orgullo.
Cuando Alejandro hizo su entrada, Violeta apareció a su lado como su inseparable sombra. La observé discretamente mientras ella analizaba la situación con ojos calculadores.
El odio en su mirada era tan intenso que sus nudillos se tornaron blancos de tanto apretar los puños. Su rostro se contorsionó en una mueca de incredulidad y rabia.
“¿Cómo es posible?” Sus pensamientos casi podían escucharse. “¿Por qué esta mujer siempre logra escapar de la muerte?”
La frustración la consumía al ver cómo Simón, quien desde niño la había adorado ciegamente, estaba dispuesto a morir por mí. El mismo Simón que sin dudarlo había elegido lastimarme, su esposa, basándose en las manipulaciones de Violeta.
Sus ojos destilaban desprecio. Para ella, Simón no era más que un idiota dispuesto a perder la vida por una exesposa que ni siquiera lo amaba.
-¿Qué sucede, pequeña? -La voz de Alejandro la sobresaltó.
El rostro de Violeta se transformó instantáneamente. Se acercó a él con pasos delicados, como una gacela asustada.
-Es que… -Su voz tembló artificialmente-. Todo esto es horrible, me da mucho miedo.
Alejandro sonrió con indulgencia mientras le acariciaba el cabello.
-Entonces vámonos de aquí.
Se incorporó con elegancia y Violeta se aferró a su brazo como una enredadera, desapareciendo juntos del lugar.
Fernando los observó marcharse con una mezcla de incredulidad y asco. Aunque el rostro de Violeta ya no era el mismo de antes, él podía sentir su esencia. Había crecido con ella, y a pesar de que ahora insistía en ser Rosa, reconocía sus patrones.
Ver la frialdad con la que actuaba, mientras Simón estaba dispuesto a morir por ella, le revolvió
Capitulo 273
el estómago. Por un momento, la indignación hacia Simón creció en su interior. ¿Cómo podía ser tan ciego?
“Las mujeres son criaturas sin corazón“, pensó amargamente, aunque en el fondo sabía que era injusto generalizar.
Los días se arrastraron como una eternidad. Una semana de búsqueda infructuosa se convirtió en un limbo de esperanza y desesperación. Me aferraba al viejo dicho de que no tener noticias
eran buenas noticias.
Hasta que llegó el informe del departamento forense.
Mis piernas se volvieron de gelatina cuando escuché las palabras “ADN confirmado” y “fragmentos de tejido“. El significado era devastador: Simón estaba muerto. Su cuerpo, destrozado en pedazos tan pequeños que ni siquiera podían ser recuperados, probablemente ya era parte del festín de los peces del mar.
Un dolor agudo atravesó mi pecho como si me hubieran clavado un puñal. El aire se negaba a entrar en mis pulmones. Todo mi cuerpo temblaba incontrolablemente.
Rafael alcanzó a sostenerme antes de que me desplomara. Las lágrimas brotaron sin control, nublando mi visión hasta que el mundo se desvaneció en la oscuridad.
El sonido de golpes furiosos contra la puerta del hotel me arrancó de la inconsciencia. Los gritos histéricos de Sandra Enríquez y su prima Celeste atravesaron las paredes.
-¡Eres una maldita desgracia, Luz! ¡Una bruja!
-¡Tú lo mataste! ¡Te maldigo!
Sus palabras eran puñales envenenados, pero no pedí que las alejaran. La culpa me ahogaba. Sin importar sus intenciones, tenían derecho a defender la memoria de Simón.
Esa noche, Fernando apareció en mi puerta. Sus ojos estaban enrojecidos cuando me entregó el libro de familia de Simón, junto con sus tarjetas bancarias y las pocas posesiones que le quedaban.
-Antes de irse… -Su voz se quebró mientras sostenía los documentos-. Simón me pidió que si algo le pasaba, no le hiciéramos funeral ni cerráramos sus cuentas.
16.02