Capítulo 271
El aroma salado del mar se mezclaba con la brisa nocturna en Villa Santa Clara. Desde mi cama en el hospital, los recuerdos de lo que había sucedido antes de perder el conocimiento comenzaron a fluir como una película fragmentada.
Antes de que todo se volviera negro en el yate, alcancé a ver otra escena desarrollándose
simultáneamente…
Violeta se encontraba en un lujoso balcón, su silueta recortada contra el cielo nocturno. iluminado por fuegos artificiales. La vi alzar una copa de vino tinto, saboreando no solo la bebida sino también su victoria. Sus ojos brillaban con un placer casi febril mientras contemplaba el espectáculo pirotécnico.
El triunfo la embriagaba tanto que comenzó a girar sobre sí misma, como una niña celebrando. Su risa resonaba en el aire nocturno, una melodía discordante que hablaba de venganza cumplida.
“Por fin lo logré“, sus palabras llegaban hasta mí como ecos distantes. “Ya no podrá escapar de esa jaula.”
La vi detenerse frente al ventanal, admirando su reflejo. Su sonrisa se ensanchó mientras
susurraba para sí misma:
“Soy Violeta. No cualquier Rosa insignificante.”
Una risa amarga escapó de sus labios mientras recordaba su sentencia de 13 años. Sus dedos se crisparon alrededor de la copa.
“¿Quién lo hubiera pensado? De contemplar el suicidio en una celda a… esto.”
El sonido de pasos interrumpió su monólogo. Una figura masculina emergió de las sombras, su voz tajante como el filo de una espada.
-¿Tan feliz te hace ver sufrir a otros?
Violeta se sobresaltó por un instante, pero se recompuso rápidamente. Se giró hacia el hombre con una sonrisa ensayada.
-Los fuegos artificiales me ponen de buen humor.
El hombre no respondió. Con movimientos elegantes se acercó a la barandilla y encendió un cigarrillo. El humo se elevaba en espirales perezosas, difuminando sus facciones y añadiendo un aire de misterio a su presencia.
Violeta lo observaba con fascinación mal disimulada. Sus ojos recorrían el perfil del hombre como si quisiera memorizar cada detalle. Era evidente que este hombre la afectaba más que Simón jamás lo hizo.
La escena se interrumpió cuando un sirviente entró con un plato humeante.
-Señorita Heredia, su medicina.
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Capitulo 271
Vi cómo el rostro de Violeta se contrajo en una mueca de disgusto. El hombre, notando su reticencia, soltó una risa suave.
-Tómala -murmuró él-. Después iremos al casino.
La sonrisa del hombre pareció derretir las resistencias de Violeta. Tomó el plato sin protestar, cada cucharada acompañada de una mirada de adoración hacia él.
El hombre la observaba con una sonrisa enigmática que no alcanzaba sus ojos.
…
La voz del profesor Canales me trajo de vuelta al presente. Sus ojos, cargados de preocupación,
me estudiaban intensamente.
-¿Cómo te sientes?
El nudo en mi garganta apenas me dejaba respirar. Mis dedos se aferraban a las sábanas del hospital hasta que los nudillos se pusieron blancos.
-Estoy bien–menti, las palabras sabían amargas en mi boca.
El profesor dejó escapar un suspiro de alívio al verme consciente y aparentemente lúcida.
-Luz, sobre Simón… -dudó un momento, buscando las palabras correctas-. Él tomó esa decisión para salvarte. Querría verte seguir adelante, no hundirte en el dolor.
Me quedé mirando al profesor, incapaz de procesar sus palabras de consuelo. ¿Cómo podía explicarle que mientras él intentaba consolarme por la muerte de Simón, yo estaba más preocupada por lo que había visto? ¿Por esa escena con Violeta que no podía determinar si era real o una alucinación provocada por el trauma?
Las palabras se atoraron en mi garganta. El peso de los secretos que guardaba, de las verdades que comenzaba a sospechar, me aplastaba más que el dolor por la pérdida de
Simón.
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