Capítulo 266
Una risa burlona cortó el aire nocturno, haciéndome girar instintivamente. La sangre se me heló al reconocer la figura que se recargaba con aire casual contra la pared.
“¿Alejandro Ortega? ¿Qué hace aquí?” El pensamiento apenas se formó en mi mente cuando él empezó a hablar.
-Vaya día productivo, ¿no? Primero tu ex te usa como empleada gratuita, luego el dueño de la farmacia te regala equipo, después te desapareces hasta la madrugada con un profesor, y todavía te preocupas por alimentar a tu hermanito -chasqueó la lengua con fingidal admiración. Señorita Miranda, su capacidad para administrar el tiempo es… fascinante.
Me quedé paralizada. Cada palabra suya destilaba un veneno sutil, como si cada acción de mi día hubiera sido catalogada y juzgada.
“¿Cómo diablos sabe todo eso?”
La pregunta debió reflejarse en mi rostro porque soltó una risa tensa que me erizó la piel.
-La mujer que está con el único heredero de los Ortega merece una investigación exhaustiva,
¿no crees?
Su explicación tenía sentido, considerando quién era Rafael, pero eso no hizo que me sintiera menos incómoda.
De pronto, en dos zancadas, invadió mi espacio personal. No me dio tiempo ni de retroceder cuando sus dedos se cerraron alrededor de mi barbilla, forzándome a mirarlo. Sus ojos, negros y afilados como los de un halcón, escudriñaron cada centímetro de mi rostro.
-Una cara bastante común -declaró con desprecio.
“¿Común?” La indignación me burbujeó en el pecho. No es que me considerara una belleza extraordinaria, pero había sido la chica más guapa de la escuela durante años.
“No, Luz, concéntrate. Eso no es lo importante aquí.”
Estaba a punto de exigirle que me soltara cuando él mismo retiró su mano. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.
-¿Qué tal va lo de las huellas dactilares?
Mi cuerpo se tensó como una cuerda de violín. Por temor a interferencias, había llevado personalmente el grifo al laboratorio de la universidad, supervisando cada paso del análisis. Pero el resultado… las huellas no coincidían con las de Violeta.
-Deja de intentar lo imposible.
Se dio la vuelta y se alejo, como si su único propósito hubiera sido advertirme que no me metiera con la mujer que le salvó la vida. Lo observé subir a un auto negro estacionado cerca, una risa irónica escapando de mis labios.
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Capítulo 266
“Si cree que con eso me va a detener, no me conoce en absoluto.”
No solo era cuestión de orgullo – aunque nunca he sido de las que se quedan calladas cuando las agreden. Violeta había intentado matarme varias veces. No descansaría hasta verla tras las rejas. Además, conociendo su odio enfermizo hacia mí, si alguna vez llegaba a tener verdadero poder, no dudaría en intentar eliminarme de nuevo.
Entre ella y yo siempre había sido una guerra a muerte. Y yo no pensaba perder.
No pude llevarle la cena a Rafael. Justo cuando me disponía a regresar a casa, recibí una llamada urgente del laboratorio. Lo que siguió fue prácticamente mudarme ahí por un tiempo.
El día que el experimento finalmente funcionó fue… sorprendentemente normal. Después de casi un año de llegar al último paso solo para fracasar, todos manteníamos las expectativas bajas. Era una más de tantas pruebas.
Pero entonces…
¡Funcionó!
El experimento progresó exactamente como habíamos calculado, cada paso encajando perfectamente con nuestras predicciones. Cuando las patas del ratón – antes paralizadas por daño nervioso – empezaron a moverse después de la instalación del chip, todos nos quedamos petrificados.
Por lo que pareció una eternidad, nadie se movió ni respiró. El timbre de un celular rompió el hechizo, devolviéndonos a la realidad.
Y entonces el laboratorio estalló en gritos de júbilo.
¡Lo habíamos logrado! Después de tanto tiempo, tantos fracasos, tantas noches sin dormir… ¡finalmente lo habíamos conseguido!
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