Capítulo 240
Las palabras de Gabi resonaban en mi mente mientras observaba la ciudad a través de la ventana de mi departamento: amar y odiar son dos caras de la misma moneda. Aunque sean sentimientos opuestos, la intensidad con la que nos consumen es prácticamente idéntica.
“Cuando amas profundamente a alguien“, reflexionaba, “harías lo que fuera por su bienestar. Y si esa persona muere de repente, el vacío es insoportable. Te niegas a aceptarlo, porque en tu mente simplemente no puede terminar así.”
Un escalofrío me recorrió la espalda mientras continuaba con el hilo de mis pensamientos. “Y cuando odias a alguien con la misma intensidad, vives para hacerle la vida imposible. Si muere… te arrebata hasta el consuelo de la venganza. También te niegas a aceptarlo, porque no debería escaparse tan fácil.”
Quizás era esa misma lógica retorcida la que me impedía aceptar la muerte de Violeta.
Aunque…
Me froté las sienes, intentando ordenar mis pensamientos. No, yo no la odiaba con esa intensidad enfermiza. No le había entregado el control absoluto de mis emociones.
Gabi me sacudió del brazo, arrancándome de mis cavilaciones.
-¡Ya córtale con tanta filosofía! -su sonrisa brillante contrastaba con mi semblante sombrío-. ¡Vámonos de shopping! Ahora que por fin me divorcié, nos vamos a la isla y necesitamos nuestros vestidos de combate. ¿O qué? ¿Vamos a desperdiciar la oportunidad de conocer unos modelazos rubios de ojos azules después de todo lo que hemos pasado este
año?
Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro. Gabi siempre había sido así: entre semana, una seria arqueóloga rodeada de tierra y silencio sepulcral; los fines de semana, el alma de cualquier fiesta, siempre lista para beber y coquetear con quien se le pusiera enfrente.
Desde hace meses había planeado este viaje a Isla Ballena, y no iba a dejar que mi melancolía lo arruinara. Me arrastraba ahora al centro comercial, determinada a encontrar el vestuario perfecto para nuestra aventura.
“La policía ya confirmó que era ella“, me recordé. “No tiene caso seguir dándole vueltas.”
Justo cuando salíamos del departamento, la puerta de enfrente se abrió. Rafael apareció en el umbral, y el pasillo entero pareció iluminarse con su sonrisa.
Era como si la primavera misma hubiera decidido materializarse en forma humana. Su sonrisa tenía el poder de hacer florecer hasta el corazón más marchito, provocando ese involuntario salto en el pecho que ninguna cantidad de costumbre podía prevenir.
A pesar de verlo prácticamente a diario, su belleza seguía siendo tan impactante que por un momento te hacía olvidar todos tus problemas.
Gabi reaccionó como siempre: lo agarró por el cuello de la camisa y lo inclinó hacia ella,
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estudiando su rostro como si fuera una reliquia arqueológica recién descubierta
-A ver, hermanito, ¿qué te has estado comiendo todos estos años? -le pellizcó suavemente la mejilla- ¿Cómo le haces para ser tan insultantemente guapo? ¡Si no fueras mi hermano, ya te
habría echado el lazo!
La frustración en su voz me hizo sonreír. Gabi nunca superaría cómo su hermanito gordito se había transformado en este ejemplar digno de portada de revista. Aunque habían mantenido contacto durante años, las videollamadas escasas no la habían preparado para el shock de encontrarse con esta versión 2.0 de Rafael al regresar.
Rafael solo sonreía, paciente como siempre, dejando que su hermana siguiera examinando sus facciones. A pesar de no compartir sangre, desde que los Encinas lo acogieron de niño, él los había adoptado como su verdadera familia. No como en mi caso, donde los lazos familiares se habían formado tarde y de manera artificial.
Gabi finalmente lo soltó, dándole una palmada en el hombro.
-¡Andando! Hoy te toca ser nuestro cargador oficial de compras. Y en unos días, tu hermana favorita te llevará de vacaciones a la isla.
Rafael, siempre el ejemplo de buenos modales, nos siguió sin protestar, listo para cargar con nuestras futuras adquisiciones.
Ya en el auto, Gabi se giró hacia él con una sonrisa traviesa.
-Oye, ahora que ya estás grandecito, vas a usar ese ojo masculino tuyo para ayudarnos a elegir unos vestidos matadores. ¡Tus hermanas tienen que brillar y vivir unos romances de película!
Al escuchar la palabra “romances“, las cejas perfectas de Rafael se fruncieron casi imperceptiblemente. Sus ojos se encontraron con los míos a través del espejo retrovisor.
-Luz, ¿estás pensando en volver a tener una relación?
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