Capítulo 235
La mirada de Simón se oscureció mientras observaba la mano de Diego, que señalaba hacia Rafael con un gesto casual. Sus nudillos se tornaron blancos al apretar el reposabrazos del asiento, pero mantuvo el silencio, ese silencio tenso que presagiaba tormenta.
Diego se acomodó en el asiento del auto, estudiando la reacción de su amigo antes de continuar. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.
-Tu ex es guapa y ahora tiene una fortuna. Con el divorcio finiquitado, no van a faltar buitres rondándola -soltó Diego, observando de reojo cómo la mandíbula de Simón se tensaba—. A ver, seamos honestos, ¿no crees que fue una pendejada regalarle toda tu fortuna? Si todavía hay chance de recuperarla, vas a necesitar ese dinero.
La vena en la sien de Simón palpitaba, pero su mirada seguía fija en mi silueta alejándose.
-Sin un peso en la bolsa, no solo la vas a perder definitivamente -continuó Diego, inclinándose hacia adelante-. También vas a tener que ver cómo otros cabrones la pretenden. Sus ojos se entrecerraron mientras añadía:
-O peor aún, cómo la engañan por su lana o su belleza.
“Por mucho que Simón sienta que le falló, regalarle toda su fortuna fue un error garrafal“, pensaba Diego. En este mundo donde el dinero lo es todo, ¿qué le quedaba ahora? Nada. Absolutamente nada. Ni siquiera la más mínima posibilidad de recuperar a su esposa. Lo único que le esperaba era ver cómo otro se la arrebataba.
Simón permaneció en silencio, su mirada intensa siguiendo cada uno de mis movimientos mientras me alejaba. No fue hasta que mi figura desapareció completamente que, con visible reluctancia, cerró la ventanilla del auto.
Diego se pasó una mano por el cabello, frustrado por el mutismo de su amigo.
-Simón, no mames, en esta sociedad no tener un peso es muerte segura insistió. ¿O qué? ¿Planeas matarte trabajando toda la vida por tu ex?
El cambio era notable. De ser un empresario poderoso a convertirse en un simple empleado… ¡su aura de poder se había desvanecido en un instante!
-Mira, tal vez ahorita pienses que ninguno de los que la rodean es competencia -continuó Diego, gesticulando con las manos-. Pero ¿qué vas a hacer cuando aparezca alguien que realmente valga la pena? Sin nada que ofrecer, ¿cómo piensas competir? Sobre todo después de todo lo que pasó.
Cuando Diego pensaba que Simón seguiría ignorándolo, este se giró hacia él. Sus ojos brillaban con una determinación feroz.
-¿Quién te dijo que no tengo nada?
1/2
Capítulo 235
Diego parpadeó, desconcertado.
-¿No que le diste toda tu fortuna?
Por un momento pensó que Simón había sido más astuto y había guardado algo para sí
mismo. Pero…
-Sí, se lo di todo -respondió Simón con voz firme-. Excepto Villa Serenità… -su voz se suavizó al mencionar la propiedad que guardaba los momentos más felices de nuestra historia juntos. No quería nada más.
Diego abrió los ojos como platos.
-¡¿Todo?! ¿Y eso no es quedarte en la calle? -exclamó-. Simón, te vas a arrepentir, ya lo verás.
En la mente de Diego, los sentimientos siempre cambian. Simón, cegado por la culpa y el impulso, me había entregado todo. Pero cuando esa culpa se desvaneciera, seguramente lamentaría haber renunciado a su fortuna.
-Jamás me arrepentiré.
La voz de Simón sonaba serena, casi distante. El dinero nunca había sido su prioridad. En su mente, ninguna cantidad podría compararse conmigo. No solo estaba dispuesto a dar su fortuna… daría su vida por mí sin pensarlo dos veces.
Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga mientras explicaba que no estaba vacío, que aún conservaba su mente… y sus conexiones. No importaba si terminábamos juntos en el futuro, incluso si ocurría lo que más temía. Nunca estaría verdaderamente vacío.
“Hace cuatro años“, pensaba, “siendo un recién graduado sin contactos, logré crear mi empresa“. De hecho, había fundado dos compañías en ese tiempo. Y eso sin contar su posición actual.
Para él, ganar dinero y empezar de nuevo era pan comido. Lo que le parecía imposible, lo que realmente le quitaba el sueño, era cómo recuperarme.
Cuando supo que estaba gravemente herida, la desesperación lo consumió hasta el punto de no querer seguir viviendo. Ni siquiera podía perdonarse a sí mismo, ¿cómo podría pedirme que lo perdonara? Especialmente con mi actitud inflexible hacia él.
La situación lo atormentaba tanto que no sabía cómo continuar. Si no fuera porque estaba cada vez más convencido de que había perdido la memoria -lo cual explicaría mi dureza y aparente crueldad hacia él y que al recuperarla, recordaría nuestro amor y volveríamos a estar juntos… De no ser por esa esperanza, sería incapaz de mantener la calma y la cordura necesarias para seguir con su vida como lo hacía ahora.
212