Capítulo 226
La nieve comenzaba a caer sobre la ciudad mientras sostenía los papeles del divorcio entre mis manos temblorosas. Era extraño cómo algo tan significativo podía reducirse a unas cuantas hojas con sellos oficiales. El proceso que me había consumido meses de angustia y determinación se había resuelto en cuestión de minutos frente a un escritorio del registro civil. El funcionario que nos atendió exhaló un suspiro resignado al ver nuestra determinación inquebrantable. Para mí, firmar esos documentos había sido como soltar por fin un peso que me había estado aplastando el pecho durante años. Para Simón, cada trazo de su pluma parecía una herida que se infligía a sí mismo.
Lo observé de reojo. Sus ojos enrojecidos y la tensión en su mandíbula revelaban la tormenta que se desataba en su interior. El hombre que una vez juró amarme hasta que la muerte nos separara ahora enfrentaba la realidad de que nuestro “para siempre” había durado apenas
cuatro años.
Un nudo se formó en mi garganta. Recordé vagamente a la antigua Luz, aquella que habría corrido a consolarlo, que habría perdonado cualquier cosa por verlo sonreír. Pero esa Luz ya no existía. El accidente se la había llevado, y en su lugar quedaba una mujer que había aprendido que el amor no debería doler tanto.
La nieve se intensificaba cuando salimos del edificio. Los copos blancos danzaban con violencia, como si el cielo mismo quisiera borrar nuestras huellas, eliminar cualquier rastro del camino que habíamos recorrido juntos.
Me dirigí hacia mi auto, ansiosa por escapar de ese momento que marcaba el final definitivo.
—¡Luz!
Su voz me detuvo. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, girándome para enfrentarlo una última vez.
Ahí estaba él, de pie en medio de la tormenta. Su abrigo negro ondeaba con el viento helado, y la palidez de su rostro contrastaba dramáticamente con sus ojos enrojecidos. Parecía tan frágil, tan perdido, que por un momento sentí el impulso de correr hacia él y abrazarlo como
antes.
Sus hombros se hundieron bajo el peso de las palabras que luchaban por salir.
-Luz, lo siento mucho.
El temblor en su voz hizo que mi corazón se contrajera dolorosamente. Por un instante, la antigua Luz resurgió, queriendo consolarlo, borrar esa expresión dévastada de su rostro. El pánico me invadió al darme cuenta de que, incluso después de todo, una parte de mí aún respondía a su dolor.
Enderecé la espalda y endurecí mi expresión, usando el frío como escudo.
-Si realmente lo sientes, por favor, mantente alejado de mí.
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Capítulo 226
Vi cómo el color abandonaba completamente su rostro. La culpa me atravesó como una daga, pero me obligué a dar media vuelta y alejarme.
Desde el interior de mi auto, lo vi quedarse inmóvil bajo la nieve, su figura cada vez más difusa a través del parabrisas cubierto de copos blancos. A pesar de mis esfuerzos, mis ojos se negaban a apartarse de él, como si mi corazón necesitara grabar esta última imagen antes de dejarlo ir definitivamente.
No fue hasta que una lágrima cayó sobre mi mano que me di cuenta de que estaba llorando. Mi cuerpo recordaba el amor que mi mente había olvidado, y lloraba por ambos: por el hombre que acababa de perder y por la mujer que una vez fui, aquella que lo amó tan intensamente que estuvo dispuesta a perderse a sí misma en el proceso.
Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano y encendí el motor. Sin embargo, antes de
arrancar, mis ojos buscaron su figura una última vez a través del espejo retrovisor.
“Adiós, Simón“, susurré para mis adentros. “Esta vez es para siempre.”
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