Capítulo 225
Violeta retorció nerviosamente un mechón de cabello entre sus dedos.
-No estoy difamando a nadie, Simón -su voz temblaba con fingida vulnerabilidad-. Es solo que hay señales… cosas que he notado…
Simón alzó una mano, cortando sus palabras. Una vena palpitaba en su sien, señal inequívoca de su creciente frustración.
-¡Ya fue suficiente, Violeta! -su voz resonó con una severidad que nunca había usado con ella-. Te he querido como familia, pero eso no te da derecho a tomarme por idiota.
El rostro de Violeta se contrajo en una mueca de dolor. Habían crecido prácticamente juntos, criados por la misma madre. Para Simón, ella siempre había sido su hermana menor. Pero
ella… ella nunca lo vio así.
-Simón, por favor, déjame explicarte… -sus dedos se crisparon sobre la tela de su vestido.
Simón ni siquiera la miró. Con un gesto brusco, ordenó que la sacaran de la oficina.
Mi mente viajó a todos los momentos en que le había explicado a Simón la verdad: mis heridas, la manipulación constante de Violeta, sus intentos de envenenar nuestra relación. No era un simple malentendido ni una confusión por supuestas drogas. La realidad era más simple y cruel: Violeta no soportaba verme feliz.
Sin embargo, el afecto fraternal seguía nublando el juicio de Simón. Aún se aferraba a la idea de que Violeta había sido una víctima con Federico, que el video de la droga no había sido una trampa deliberada.
Mientras los guardias la escoltaban hacia la puerta, Violeta se revolvió como una fiera acorralada.
-¡Lo hago por tu bien! -sus gritos resonaron por el pasillo. ¡No puedes darle todo tu dinero! ¿No lo ves? Cuando encuentre a otro hombre y se case, no solo te quedarás sin nada… ¡tendrás que mantenerla a ella, a su nuevo esposo y hasta los hijos que tenga con él!
El rostro de Simón palideció visiblemente. Aunque ya no confiaba ciegamente en Violeta, sus palabras se clavaron como agujas en su corazón. La simple idea de verme con otro hombre, de imaginarme formando una familia diferente, lo destrozaba. Sus nudillos se tornaron blancos por la fuerza con la que apretaba los puños.
“Prefiere castigarse toda la vida, hacer cualquier penitencia“, pensé mientras lo observaba. “Cualquier cosa menos verme en brazos de otro.”
Bajó la mirada, como si intentara contener un torrente de emociones. Cuando volvió a mirarme, sus ojos brillaban con una mezcla de arrepentimiento y determinación.
-Si estás de acuerdo, Luz, firma aquí -su voz sonaba ronca-. Tramitemos el divorcio de una vez. Solo quiero que seas feliz… déjame hacer esto por ti.
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Capítulo 225
Algo en la sinceridad cruda de sus palabras hizo que mi corazón se saltara un latido. Aunque mis recuerdos se habían desvanecido, aunque había olvidado el amor que alguna vez sentí por él, mi cuerpo parecía recordar. Cada célula vibraba en su presencia, como si el amor hubiera echado raíces tan profundas que ni siquiera la amnesia podía arrancarlas.
Pero mi mente permanecía distante, analítica. Revisé el contrato una última vez, buscando cualquier trampa oculta. Al no encontrar ninguna, estampé mi firma con determinación.
El trámite en el registro civil fue rápido. La empleada, una mujer de mediana edad, no pudo evitar una expresión de asombro al revisar nuestro acuerdo. Sus ojos iban del documento al rostro atractivo de Simón, como si no pudiera comprender por qué un hombre así entregaría toda su fortuna.
-Señorita -se inclinó hacia mí con aire confidencial-, su esposo parece ser un buen hombre. En estos tiempos es tan difícil encontrar una pareja… ¿está segura de que no quiere reconsiderarlo?
Una sonrisa irónica curvó mis labios.
-No, gracias por preocuparse -mi voz sonaba serena, casi distante-. La gente solo ve lo superficial. El verdadero peso de un matrimonio solo lo conoce quien lo vive.
La mujer dirigió una mirada esperanzada hacia Simón. Él, que deseaba más que nadie detener este proceso, solo pudo mantener un silencio resignado. Sabía que había perdido ese derecho hace mucho tiempo.
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