Capítulo 212
El rostro perfecto de Simón estaba marcado por los golpes, pero para mí, esas heridas superficiales no significaban nada. En mi mente, solo veía al hombre que había intentado matarme no una, sino varias veces. El asesino que se escondía detrás de una máscara de inocencia y amnesia conveniente.
Cuando él intentó acercarse con esa mirada suplicante que tanto me revolvía el estómago, le hice una señal a mi guardaespaldas para que le bloqueara el paso.
-Cuéntale todo -ordené con voz despectiva, sin dignarme a mirar a Simón-. Con lujo de
detalles. Que sepa exactamente lo que hizo.
Sin esperar respuesta, me alejé con pasos firmes, ignorando deliberadamente los llamados desesperados de Simón. El tiempo de escuchar sus excusas había terminado hacía mucho. Tenía asuntos más importantes que atender.
“Ahora que está fuera de peligro“, pensé mientras caminaba, “y que mi plan para sacarle dinero se fue al caño, tengo que buscar otra manera de conseguir el divorcio“. Un suspiro de frustración escapó de mis labios. Como si eso no fuera suficiente, los exámenes preliminares del posgrado estaban a la vuelta de la esquina, y la montaña de material que necesitaba estudiar parecía crecer cada día.
Después de una intensa sesión de estudio que me dejó los ojos ardiendo y la cabeza palpitando, llegó el momento de mi reunión con Alberto de la Mora. El sonido de pasos acercándose me hizo levantar la vista, esperando ver a mi abogado, pero en su lugar apareció Rafael, cargando una bandeja que despedía un aroma delicioso.
-Mana, échate algo después de tanto estudio -me dijo Rafael con esa sonrisa cálida tan característica suya. Como siempre, su sincronización era perfecta.
Apenas había terminado de hacerle espacio para entrar cuando divisé a Alberto en el pasillo.
-Pásale -lo invité, señalando la pequeña sala donde Rafael acomodaba la comida.
Alberto observó la escena con interés.
-Come primero, Luz. Lo demás puede esperar.
-¿Por qué no comemos todos juntos? -sugerí, recordando la promesa que le había hecho-. Pedí del restaurante griego. Así platicamos mientras comemos.
Discutir estrategias para el divorcio sin mencionar la supuesta amnesia de Simón resultó ser todo un desafío. Al final, llegamos a la conclusión de que necesitábamos pruebas concretas de que Simón había transferido los bienes matrimoniales para formar una nueva empresa.
El desánimo comenzaba a instalarse en el ambiente cuando Rafael, que había estado escuchando en silencio, intervino:
-No necesitan las pruebas exactas de la transferencia -su voz sonaba segura-. Es suficiente si demuestran que Simón es el accionista principal y quien realmente maneja esa empresa.
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Capítulo 212
Alberto y yo intercambiamos miradas de duda. Eso sonaba casi tan complicado como conseguir las pruebas originales.
Antes de que pudiera decirle que no se preocupara, Rafael continuó:
-Mi tío tiene los contactos necesarios. Podría conseguir esa información rápido.
Levanté una ceja, sorprendida.
-¿Neta?
Alberto, que al principio parecía escéptico, recordó súbitamente cómo Simón me había utilizado en el operativo de rescate de Violeta, una misión que habría requerido recursos más allá del alcance de la policía local. Su mirada hacia Rafael cambió, como si apenas comenzara a ver más allá de su aparente juventud.
Mis ojos brillaron con esperanza renovada.
-Entonces háblale a tu tío, por favor -mi voz temblaba ligeramente de emoción-. Si esto funciona, te voy a deber una bien grande.
Rafael solo sonrió, con esa expresión enigmática que comenzaba a conocer bien.
-No te preocupes.
Para mi asombro, Rafael volvió tres días después con un folder lleno de exactamente la evidencia que necesitábamos. Mientras revisaba los documentos con manos temblorosas, no pude evitar preguntarme qué clase de conexiones tendría realmente la familia de Rafael. Su eficiencia era casi aterradora.
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