Capítulo 205
Los músculos de Jonathan se tensaron visiblemente bajo su camisa mientras se ponía de pie de un salto.
-¡Ya estuvo bueno, Luz!
Una risa seca y cortante escapó de mis labios. El sonido carecía por completo de humor, era más bien como el tintineo de cristales rotos.
-No manches, Jonathan. Te pido un poco de lana para Violeta y ni eso quieres soltar. ¿Y todavía tienes el descaro de pedirme que arriesgue mi vida por ella?
La mandíbula de mi hermano se tensó. Una vena palpitaba en su sien cuando respondió:
-Nadie te está pidiendo que arriesgues tu vida. Si tan solo hicieras lo que Simón dijo…
Las palabras murieron en su garganta. El silencio que siguió pesaba como plomo. Todos en la habitación sabíamos que el plan de Simón había fracasado estrepitosamente. Si no hubiera desenmascarado a Bianca cuando lo hice, probablemente ya estaría muerta en algún lugar desconocido.
“Qué hipócritas“, pensé mientras los observaba. “Me piden que arriesgue mi vida por Violeta, pero ni siquiera están dispuestos a soltar un poco de dinero por ella. ¿Con qué derecho me exigen semejante sacrificio?”
El ambiente se volvió denso, casi irrespirable. Ya no sabían cómo seguir culpándome después de mis palabras. Habían llegado con toda la intención de destrozarme, y ahora se ahogaban en su propio silencio.
Una punzada de dolor me atravesó el pecho mientras los miraba. Todo esto era resultado de haberlos consentido demasiado en el pasado. Mi desesperada búsqueda de amor me había llevado a ceder una y otra vez, a aguantar sus reproches, a dejar que me convirtieran en su
chivo expiatorio personal.
Cada vez que algo salía mal, el primer reflejo era culparme a mí. Hacerme retroceder. Cargarme con el peso de sus errores para que ellos pudieran mantener intacta su imagen de familia
amorosa.
La amarga verdad me golpeó como una bofetada: retroceder y ceder nunca hará que te quiera alguien que no te quiere. No te verán como una persona considerada o buena. Solo los vuelve más exigentes, más hambrientos de tu sufrimiento.
Ahora, aunque sus palabras todavía podían herirme, ya no anhelaba su amor. No iba a dar ni un paso atrás. Si querían jugar al chantaje emocional, les iba a demostrar que yo podía ser mejor jugadora.
“Mejor que piensen que estoy loca“, me dije, “a seguir pudriéndome por dentro“.
El pesado silencio fue interrumpido por el sonido de pasos arrastrados. Violeta acababa de llegar.
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Capítulo 205
La ayudaban a caminar porque apenas podía mantenerse en pie. Su rostro estaba demacrado, con profundas ojeras moradas bajo los ojos. Se veía realmente mal.
Como mujer, ver a otra mujer sufrir así debería despertar mi compasión. Pero con Violeta… no podía. No soy una santa, solo una persona normal. ¿Cómo sentir lástima por alguien que ha intentado matarme?
Sus ojos se clavaron en mi como dagas envenenadas. Podía ver cómo le carcomía encontrarme comodamente instalada en una habitación de hospital, sin un solo rasquño. Mientras que ella, la arquitecta de todo este plan, había terminado sufriendo un tormento inimaginable.
El odio emanaba de ella en oleadas casi palpables. Por más que intentaba disimularlo, sus ojos la traicionaban. Si las miradas mataran, mi cuerpo ya estaría acribillado.
No podía entender cómo seguía escapando de la muerte, cómo la suerte siempre parecía estar de mi lado.
Mis padres y Jonathan corrieron hacia ella como polillas hacia la luz, bombardeándola con preguntas preocupadas sobre cómo había llegado hasta aquí.
Violeta, que ya se veía frágil, pareció volverse aún más pequeña y vulnerable ante su atención. Como una flor marchita a punto de deshojarse. Jonathan se apresuró a ayudarla a sentarse en el sofá más cercano.
Observé cómo bajaba la mirada y apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Era la única forma que tenía de contener el veneno que quería escupirme.
Cuando finalmente levantó la vista, su rostro era una máscara de dolor y súplica.
-Yo… he venido a pedirle un favor a mi hermana.
Sin previo aviso, se dejó caer de rodillas frente a mi cama. El golpe seco de sus rodillas contral el suelo resonó en la habitación.
-Hermana, por favor, te lo suplico -su voz se quebró-. Ve a ver a Simón. El doctor dice que cada día tiene menos ganas de vivir. ¡Si sigue así, se va a morir! Por favor, tienes que ir a verlo.
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