Capítulo 201
El eco de pasos apresurados resonó en el pasillo. Apenas Fernando Martínez intentó acercarse a mí, los guardaespaldas que había contratado con un generoso sueldo irrumpieron en la habitación como una marea imparable, rodeándolo por completo. Sus rostros impasibles y su postura amenazante dejaban claro que no dudarían en actuar.
Fernando frunció el ceño, sus ojos destellando con una mezcla de incredulidad y furia contenida.
-¿Se puede saber qué estás haciendo, Luz? -Su voz temblaba de rabia.
Una sonrisa vacía se dibujó en mis labios mientras lo observaba. El Fernando que conocía, siempre tan seguro de sí mismo, ahora parecía desconcertado ante mi actitud.
-¡Sáquenlo de aquí! -ordené con voz cortante-. Y si algo se rompe en el proceso, no se preocupen. Yo me hago cargo.
“No sé en qué momento la antigua Luz se volvió tan sumisa por amor“, pensé mientras observaba la escena. “Pero esta nueva Luz… esta Luz no permite que nadie la pisotee.”
Cada humillación que me hicieron, cada momento de dolor y vergüenza, todo está registrado meticulosamente en mi diario. Y aunque no los recuerde, me aseguraré de que paguen por cada una de ellas.
Los ojos de Fernando se abrieron desmesuradamente. Su rostro se contorsionó en una mueca de asombro e indignación.
-¡No puedo creer que te atrevas, Luz!
No me molesté en responderle. ¿Para qué? Cuando un perro te ladra, no te pones a ladrarle de vuelta. Un golpe certero es más que suficiente para ponerlo en su lugar.
-¡Te has vuelto loca! ¡Completamente loca! -gritaban Fernando y Diego mientras los guardias los arrastraban hacia la salida, propinándoles algunos golpes en el proceso.
Sus miradas estaban cargadas de incredulidad, como si estuvieran viendo a un alien y no a la mujer que solían intimidar tan fácilmente. La Luz de antes, esa que agachaba la cabeza y aceptaba todo en silencio, había desaparecido.
Justo antes de cruzar el umbral, Fernando pareció comprender finalmente que algo fundamental había cambiado en mí. Su arrogancia se desvaneció, dando paso a un tono casi suplicante.
-Luz, por favor… -Su voz se quebró ligeramente-. Tú y Simón se amaron profundamente, no lo olvides. ¡Tienes que ir a verlo!
Sus siguientes palabras intentaban ser un golpe emocional:
-Está en la UCI. Los médicos dicen que no tiene voluntad de vivir. Si no despierta en las próximas 24 horas… tal vez nunca lo haga.
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Capitulo 20
Según Fernando, Simón había colapsado al enterarse de mi rescate. El alivio de saberme a salvo se había mezclado con el peso aplastante de su culpa. No podía perdonarse a sí mismo, mucho menos esperar mi perdón.
La desesperación lo había consumido. No quería morir por sus heridas, pero tampoco encontraba fuerzas para despertar. No sabía cómo enfrentarme, cómo vivir una vida sin mí. SU orgullo y su fragilidad luchaban dentro de él. A pesar de su crueldad, de su falta de confianza, una parte de él me amaba profundamente
“Debe tener algo mal en la cabeza, pensé con desprecio.
Una risa amarga escapó de mis labios ante las súplicas de Fernando.
-¿Y a mí qué me importa si vive o muere? -La frialdad en mi voz los hizo estremecerse- De hecho, si muriera sería más conveniente. Me ahorraría el trámite del divorcio y heredaría toda su fortuna. ¡Sería perfecto!
Fernando me miraba horrorizado, incapaz de procesar que no solo era despiadada con ellos, sino también con Simón. No podía entender cómo había cambiado tanto. Los guardias terminaron de sacarlo mientras seguía mirándome con incredulidad.
Cuando el silencio volvió a reinar en la habitación, noté que Rafael seguía ahí, observando todo. Me giré hacía él con preocupación.
-Rafa, ¿no te asusté con todo esto?
A pesar de que Rafael ya no era aquel niño temeroso, temía que toda esta confrontación hubiera despertado sus viejos miedos. Sin embargo, para mi sorpresa, se acercó con una sonrisa radiante.
-¡Para nada! -Sus ojos brillaban con admiración-. Luz, ya no soy el mismo de antes. No solo no me asustan estas cosas, ¡sino que creo que eres increíble! ¡Así es como se debe tratar a esa gente! ¡Nadie tiene derecho a intimidarte!
Su entusiasmo me hizo sonreír. Este niño realmente había cambiado. Sin embargo…
-Si ya superaste tu timidez y tu fobia social, ¿por qué no te mudas al campus? -pregunté con genuina curiosidad-. Después de la graduación hay muchos proyectos e investigaciones. Vivir en la escuela y relacionarte con tus compañeros te ayudaría mucho con los trabajos en equipo.
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