Capítulo 184
Carlos observó a Violeta tendida en el suelo, y una sonrisa amarga se dibujó en su rostro. El pedestal donde alguna vez la había colocado se desmoronaba ante sus ojos.
Sus puños se cerraron con fuerza mientras.los recuerdos lo atormentaban. La había idealizado, la había considerado inalcanzable, perfecta. Ahora, al conocer la verdad sobre sus acciones en el extranjero, sobre su ambición desmedida y su disposición a hacer cualquier cosa por dinero y poder, la imagen de aquella diosa se hacía añicos.
Las venas de su cuello se marcaron mientras la rabia lo consumía. Él, Carlos Estrada, graduado con honores, mano derecha de Simón durante años, respetado y admirado por todos. Un ejecutivo con un salario de siete cifras, reducido ahora a esto.
“¡Todo por esta mujer!“, masculló entre dientes.
La miró con desprecio. El amor obsesivo que alguna vez sintió se transformaba en un odio visceral que le quemaba las entrañas. Ella había arruinado su vida, su carrera, su futuro. Por su culpa, había cruzado líneas que jamás pensó cruzar.
“Si no fuera por ti…“, murmuró con voz ronca. “¡No habría llegado a este punto!”
Sus ojos, inyectados en sangre, se clavaron en la figura temblorosa de Violeta. No había vuelta atrás. Las decisiones que había tomado, los límites que había cruzado, todo lo habían llevado a
este momento sin retorno.
Se giró hacia los hombres que aguardaban en la puerta, una sonrisa torcida deformando sus facciones.
-¡Vámonos de aquí! -ordenó-. ¡Después nos largamos al extranjero a vivir como reyes!
Además del rescate que exigiría por Violeta, Carlos había extraído una suma considerable de las cuentas de Simón. Si lograban escapar, ese dinero les aseguraría una vida de lujos por el resto de sus días.
El rostro de Violeta palideció al comprender la magnitud de la traición. Sus labios temblaron.
-Carlos… no te atreverías… -susurró con voz quebrada.
No podía creerlo. El perro fiel que siempre la había adorado ahora mostraba sus colmillos. El secuestro que ella misma había planeado se volvía en su contra como una serpiente
venenosa.
Mientras tanto, Simón y yo permanecíamos en la noche hostil, esperando instrucciones. Cuando Simón se disponía a llevarme al auto, su teléfono vibró.
Era un video de Carlos. Las imágenes mostraban a Violeta en un estado deplorable, evidentemente sometida a un trato inhumano.
Antes de que Simón pudiera reaccionar, entró una videollamada.
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Capítulo 184
-Presidente Rivero, ¿recibió mi pequeño mensaje? -La voz de Carlos destilaba un placer perverso-. Si quiere que Violeta sobreviva, haga que la señora Rivero se suba al auto de Bianca. Ellas dos vendrán solas al lugar que yo indique. ¡Si veo a alguien más, Violeta no la cuenta!
La voz de Carlos, antes sumisa y respetuosa, ahora resonaba con un tono burlón y
amenazante. No tenía nada que perder, y eso lo hacía más peligroso que nunca.
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