Capítulo 182
A pesar de mi orgullo herido, las súplicas brotaban de mis labios como un torrente incontenible. El terror me paralizaba las entrañas, un miedo visceral que me consumía desde dentro. Las cicatrices en mi piel palpitaban con el eco de recuerdos que prefería mantener enterrados.
Los tres meses en el hospital se alzaban como una pesadilla recurrente en mi mente. Especialmente ese primer mes después de despertar, cuando el dolor se había convertido en mi única realidad. Un dolor omnipresente que devoraba cada centímetro de mi cuerpo, que me robaba el sueño a menos que me ahogara en somníferos.
Para alguien tan sensible al dolor como yo, cada segundo era una tortura insoportable. Una agonía tan intensa que la muerte parecía un descanso misericordioso.
Pero la ironía más cruel era que tampoco quería morir. No ahora, cuando por fin empezaba a vislumbrar un rayo de esperanza, cuando la vida me ofrecía una segunda oportunidad. El destino no podía ser tan perverso como para arrebatármelo todo de nuevo.
Mis manos temblaban mientras me aferraba a la manga de su traje.
-Simón, por favor… -mi voz se quebró-. Te lo suplico, déjame en paz. Por favor…
Jamás en mi vida me había rebajado a suplicar. Siempre había sido de las que preferían perder la cabeza antes que inclinarla. Pero ahí estaba yo, arrastrándome en una súplica desesperada aunque sabía que era inútil. El deseo de vivir pesaba más que mi orgullo.
No podía permitir que todo lo que había luchado por conservar se desvaneciera por culpa de Violeta. Las lágrimas comenzaron a caer sin control, mientras mi voz se reducía a un susurro quebrado.
-Simón, te lo ruego…
Por un momento, vi la duda atravesar sus ojos. Casi logro conmover ese corazón de piedra. Casi consigo que reconsiderara exponerme al peligro.
Pero entonces…
El destino mostró su cruel sentido del humor. Justo cuando parecía flaquear, su celular resonó con la llamada de Carlos. Al contestar, los gritos desgarradores de Violeta inundaron el espacio
entre nosotros.
Una y otra vez, sus alaridos de auxilio pulverizaron cualquier rastro de razón en Simón. Vi cómo su mirada se transformaba, cómo la compasión se evaporaba para dar paso a una determinación implacable.
-Luz–su voz se endureció-, sé que no quieres ayudar a Violeta, pero está en peligro en este momento. ¿Podrías cooperar, por favor?
Sus ojos se clavaron en los míos con frialdad.
1/2
2287
Capítulo 182
-Confía en mí, te juro que no dejaré que te pase nada.
Sin esperar respuesta, ordenó al chofer dirigirse al lugar que Carlos había indicado. Para él, mis súplicas y la revelación de mi trauma más profundo no eran más que excusas para no ayudar a Violeta. Ni siquiera las cicatrices que marcaban mi piel, evidencia tangible de mi sufrimiento, lograban convencerlo.
Me recosté contra la ventana, sintiendo cómo, aunque el efecto de los sedantes comenzaba a disiparse y mi cuerpo lentamente recuperaba el control, mi voluntad de vivir se desvanecía como niebla bajo el sol.
Simón terminó de dar instrucciones y me observó. Al verme inmóvil contra el cristal, como una muñeca rota y abandonada, algo pareció moverse en su interior. Se acercó y me envolvió en sus brazos.
-Luz, por favor, confía en mí una última vez. Te prometo que no permitiré que nada malo te suceda.
Mantuve mi mirada perdida en la nada, sin responder. Los ojos de Simón se enrojecieron, como si quisiera agregar algo más, pero el silencio se tragó sus palabras.
Al detenerse el auto, di un paso hacia adelante antes de girarme para mirarlo por última vez. Contemplé a ese hombre al que había entregado mi corazón, el mismo que ahora me empujaba repetidamente hacia el abismo. Un suspiro amargo escapó de mis labios.
-Simón -mi voz salió extrañamente serena-, si la vida me diera otra oportunidad, desearía nunca haberte conocido.
Las palabras siguientes brotaron como veneno:
-Enamorarme de ti fue la peor estupidez que he cometido.
Di media vuelta, sintiendo el peso de cada paso.
-Después de esta despedida, espero que nuestros caminos jamás vuelvan a cruzarse.
2/2