Capítulo 179
Entre los escombros de una fábrica abandonada en lo alto de la montaña, donde el viento aullaba entre las paredes derruidas y el moho cubría los restos de maquinaria oxidada, Violeta examinaba con desprecio el video que Carlos acababa de grabar. Sus ojos, fríos y calculadores, estudiaban cada detalle en la pantalla del celular.
“No es suficiente“, pensó, mientras sus dedos se deslizaban por su blusa de diseñador. Con movimientos deliberados, comenzó a rasgar la tela, exponiendo estratégicamente su piel pálida. La falda corrió la misma suerte, quedando desgarrada casi hasta la cadera.
Sus manos, expertas en el arte del engaño, revolvieron su cabello con precisión estudiada, creando una imagen de desamparo que haría brotar lágrimas en cualquier espectador.
Se admiró brevemente en la pantalla negra del celular, satisfecha con su obra. Las marcas de suciedad en su rostro y la ropa destrozada creaban la perfecta ilusión de una víctima de
tortura.
-Esto sí que parece una violación de verdad -murmuró mientras le devolvía el celular a Carlos con un gesto impaciente-. Vuelve a grabar. Lo que hiciste antes no sirve para nada.
Sus pensamientos corrían como un veneno por su mente. ¿Cómo convencer a Simón de que su vida pendía de un hilo si no lograba proyectar una imagen de absoluta desesperación? Si Luz no aparecía pronto, supuestamente su vida terminaría de la peor manera.
La realidad, por supuesto, era muy distinta. Tras fracasar en sus intentos de eliminar a Luz directamente, Violeta había ideado este nuevo plan. Ya no podía actuar sin mancharse las manos, así que decidió volverse contra sí misma en una jugada maestra de manipulación.
Carlos, que por alguna razón misteriosa nunca había huido del país después de los eventos anteriores, resultó ser la pieza perfecta para su plan. Juntos habían orquestado este falso secuestro con un solo objetivo: que Simón entregara a Luz en bandeja de plata.
Con el celular en mano, Carlos comenzó a grabar nuevamente. La luz que se filtraba por las ventanas rotas creaba sombras dramáticas sobre el rostro de Violeta mientras ella interpretaba su papel de víctima con maestría.
Al terminar la grabación, Violeta prácticamente le arrebató el celular. Sus ojos brillaron con satisfacción maliciosa al ver el resultado.
-Mándale esto a Simón -ordenó, su voz destilando veneno-. Ahora sí va a traer a Luz sin pensarlo dos veces.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel.
-Y esta vez, asegúrate de que no haya otra opción más que matarla.
Violeta no era ninguna ingenua. Sabía que la confianza ciega que Simón solía tenerle se había erosionado con el tiempo, como arena entre los dedos. Esta podría ser su última oportunidad de deshacerse de su rival de una vez por todas.
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Capitulo 179
Tan concentrada estaba en dar instrucciones precisas a Carlos sobre cómo proceder, que no notó cómo la mirada de éste se había transformado. Sus ojos recorrían hambrientos las zonas expuestas por la ropa rasgada, como un depredador acechando a su presa.
Cuando finalmente percibió el cambio en su mirada, ya era tarde. El espacio entre ella y la pared se había reducido a nada, y el cuerpo de Carlos la tenía acorralada contra el concreto frío y húmedo.
El pánico atravesó su rostro como un relámpago.
-¡¿Qué diablos crees que estás haciendo?! -su voz, normalmente controlada, se quebró con miedo genuino.
Carlos, ignorando sus protestas, aferró la tela ya rasgada de su blusa y tiró con fuerza.
-Señorita Violeta -su voz sonaba ronca, irreconocible-, las imitaciones nunca son tan convincentes como lo real. El licenciado Rivero es demasiado inteligente. Si nota algo raro en el video, todo se viene abajo. -Sus dedos se clavaron en la piel expuesta. Mejor hagámoslo
de verdad.
La comprensión de sus intenciones golpeó a Violeta como una bofetada. Por instinto, su mano voló hacia el rostro de Carlos, dejando una marca roja en su mejilla.
Desde que Simón la había elevado a las alturas de su mundo privilegiado, jamás había visto a Carlos como algo más que un simple asistente, un peón en su juego de poder. Y después de esto, después de convertirse en un asesino, sería aún menos que eso. No podía permitirse ninguna conexión con alguien así.
Creyó que su golpe lo haría entrar en razón, que le recordaría su lugar como el perro fiel que siempre había sido.
Se equivocó.
La bofetada, en lugar de someterlo, encendió algo oscuro en sus ojos. Sus manos se volvieron más violentas, desgarrando la tela con saña.
-Señorita Violeta -gruñó, su voz mezclando deseo y resentimiento-, estoy a punto de convertirme en un asesino por usted. ¿No podría concederme este último deseo?
Mientras el eco de sus palabras rebotaba en las paredes de la fábrica abandonada, Violeta comprendió con horror que la situación había escapado completamente de su control. Su propia trampa se había vuelto contra ella, y esta vez, no había nadie que pudiera salvarla.
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