Capítulo 162
Simón me seguía como una sombra persistente. Ni siquiera al llegar a casa del profesor Luján había logrado sacudírmelo de encima. Sus pasos resonaban detrás de mí, constantes, irritantes, como el eco de una época que ya no existía.
La sonrisa cálida que iluminaba el rostro del profesor se desvaneció al ver a Simón detrás de mí. Sus ojos escudriñaron mi rostro, buscando señales de debilidad, de ese amor enfermizo que antes me consumía.
“¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué te sigue como un perro faldero?” La preocupación en sus pensamientos era casi tangible. “No me digas que estás cayendo de nuevo en sus redes…”
Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios mientras recordaba cómo me había entregado por completo a ese amor que ahora me parecía tan vacío.
-No se preocupe, profesor. Pronto él y yo no tendremos absolutamente nada que ver el uno
con el otro.
Mi mente divagaba mientras observaba a Simón desde la entrada. Era obvio que su repentina frialdad hacia Violeta nacía de la culpa, o quizás de lo que él, en su confusión, llamaba amor. Pero conocía demasiado bien a Violeta, la había visto manipular cada situación a su antojo durante años. Esta supuesta determinación de Simón de mantener distancia no duraría mucho, especialmente con mis provocaciones empujando a Violeta al límite. Era cuestión de tiempo antes de que ella contraatacara.
Simón se mantuvo a una distancia respetuosa de la entrada, consciente de que no era
bienvenido.
-¡Luz, te espero aquí! -Su voz resonó desde el jardín, una mezcla de autoridad y súplica que me revolvió el estómago.
Lo miré sin decir palabra, mi silencio más elocuente que cualquier respuesta. “No te vas a quedar“, pensé. “Tu adorada hermanita ya debe estar tramando algo para hacerte correr a su lado“.
Y no me equivoqué…
Al salir de casa del profesor, el espacio donde antes estaba Simón yacía vacío. Una notificación parpadeaba en mi celular: un mensaje suyo de hace media hora, con una excusa tan predecible como él mismo.
“Surgió algo urgente en la empresa. Tengo que irme.”
Una sonrisa sarcástica se dibujó en mis labios mientras guardaba el celular. En ese momento, otro mensaje entró, esta vez de Violeta. La curiosidad me venció y lo abrí.
Lo primero que apareció fue una foto que me revolvió el estómago: Simón, sentado junto a la cama de hospital de Violeta, alimentándola con sopa como si fuera una niña pequeña. La escena rezumaba una intimidad que me hizo apretar los dientes.
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Capítulo 162
El mensaje que siguió era puro veneno:
-¡No te creas que ganaste, Luz! ¿Pensabas que Simón me había abandonado? ¡Míralo aquí, alimentándome después de dejarte plantada!
Arqueé una ceja, reconociendo el patrón. Violeta jamás cambiaría: siempre necesitando presumir sus victorias, siempre buscando lastimarme. Pero esta vez, cada palabra suya era un regalo. Estaba admitiendo, negro sobre blanco, que Simón me había dejado por ella… otra vez.
“Si voy al hospital ahora“, pensé mientras una sonrisa calculadora se dibujaba en mi rostro, “y los encuentro así, mañana mismo podríamos estar firmando el divorcio“.
Otro mensaje de Violeta iluminó la pantalla:
-No te hagas ilusiones pensando que Simón te transfirió sus propiedades porque quiere reconquistarte.
-¡Estás acabada, Luz!
-¡No puedo esperar a verte caer! ¡Ja, ja, ja!
Sus carcajadas digitales me hicieron fruncir el ceño, más por irritación que por dolor.
-Siempre serás mi perdedora, Luz. ¡Siempre!
Esperé más provocaciones, pero en lugar de eso, todos los mensajes desaparecieron de la pantalla, borrados uno por uno. Solo quedó flotando en mi mente ese comentario sobre las propiedades, como una advertencia siniestra que no lograba descifrar.
Un escalofrío recorrió mi espalda, pero lo ignoré. En ese momento, yo era quien más deseaba el divorcio. ¿Y qué mejor prueba que encontrarlo alimentando a Violeta en el hospital, después de haberme prometido esperarme? El destino me estaba regalando la oportunidad perfecta para terminar con esta farsa de una vez por todas.
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