Capítulo 16
Una idea repentina atravesó la mente de Luz como un relámpago. Sus labios se curvaron en una sonrisa fría mientras estudiaba el rostro tenso de Simón.
-A ver, déjame ver si entiendo… No es que no quieras el divorcio, ¿verdad? Lo que no quieres es darme la mitad de lo que nos pertenece a los dos.
Una risa helada brotó de su garganta.
-No seas así de codo, Simón. No puedes quedarte con todo: con la dama y con el reino entero. Sus cicatrices parecieron arder bajo la ropa mientras la indignación crecía en su interior.
-Y ni creas que se te olvide que este imperio lo construimos juntos. ¿0 ya no te acuerdas de que al principio yo puse todo el capital? ¡La mitad es lo mínimo que merezco! Si fueras la mitad del hombre que pretendes ser, no estarías haciendo tanto circo.
Sus ojos se entrecerraron peligrosamente.
-No seas ambicioso, Simón. Mira que el dinero va y viene, pero la vida… la vida es otra cosa.
Los recuerdos inundaron su mente como una marea oscura. Simón, el hijo rechazado de la familia Rivero, desheredado tras la muerte de su madre. Y ella, cegada por el amor, entregándole todo lo que tenía: la empresa y la fortuna que su tía le había dejado, todo para construir lo que ahora era su imperio.
“Y después nos tragamos la empresa de los Rivero“, pensó con amarga ironía.
Ahora se pavoneaba como el todopoderoso presidente Rivero. La esposa que lo ayudó a llegar ahí ya no le servía, quería cambiarla por su verdadero amor. Está bien, ella podía aceptar eso.
Pero… ¿negarse a darle lo que le correspondía? ¿Pretender dejarla sin nada? Eso sí que no.
-Con razón ni te apareciste por el hospital cuando me caí del acantilado. A lo mejor hasta rezabas para que me muriera.
Un escalofrio le recorrió la espalda al materializar ese pensamiento. Tendría que cuidarse más de él.
El rostro de Simón se transformó en una máscara de furia contenida. Sus nudillos se tornaron
blancos mientras apretaba los puños.
-Por Dios, Luz, ya te estás pasando. Hasta parece que tienes delirios de persecución.
Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y dolor.
-¡Sabes perfectamente que jamás podría estar con Violeta!
-¿Y todavía te atreves a pensar esas cosas de mí?
Luz arqueó una ceja, el gesto cargado de escepticismo.
-¿Y por qué no podrías estar con ella? Nomás divórciense, quedan libres los dos, y con toda la familia echándoles porras… ¿qué más fácil que eso?
“¿Por qué lo hace sonar como si entre ellos hubiera una vendetta que les impide estar juntos?”
-¡Ya cállate! Me has decepcionado, Luz.
La furia emanaba de Simón en oleadas mientras salía dando un portazo que hizo temblar las paredes.
Luz se quedó mirando la puerta, completamente desconcertada. Era obvio que había algo entre ellos dos, todo mundo los apoyaba… ¿entonces por qué actuaban como si fuera imposible?
No lograba entender cuál era el obstáculo. Solo de pensarlo le punzaba la cabeza.
“Mejor lo dejo así“, decidió. “A lo mejor ni hay ningún impedimento real. Ha de ser como pienso: no quiere el divorcio porque no quiere soltar el dinero“.
El dolor de cabeza se intensificó,
“Él no quiere soltar un peso, y yo no pienso irme con las manos vacías… Este divorcio va a ser un infierno“.
…
Simón había planeado ir directo a la oficina, pero una llamada lo desvió al hospital.
-¡Simón! ¿Qué te pasó? ¿Cómo te lastimaste la mano?
Un torbellino de emociones lo golpeó al ver a Violeta sosteniendo su mano con tanta preocupación. Apenas había cruzado la puerta y ella ya había notado su herida, desbordándose en atenciones.
En cambio en casa, mientras se desgastaba discutiendo con Luz por nimiedades, intentando desesperadamente captar su atención… ella ni siquiera había notado el vendaje. Ni una palabra de preocupación. Y encima, esos pensamientos horribles, acusándolo de desear su muerte.
“¿En qué momento se convirtió en esta extraña?“, se preguntó mientras el peso de la pérdida le oprimía el pecho.