Capítulo 158
Una sonrisa irónica se dibujó en mis labios mientras las palabras hendían el aire.
-En pocas palabras, ¡se acabó la farsa de padre e hija!
Los ojos de mi madre y Jonathan se abrieron con incredulidad, como si acabaran de recibir una bofetada. El silencio que siguió fue tan denso que casi podía palparse.
“Él me dio la vida, yo le devuelvo su libertad. Con eso quedamos a mano“, pensé mientras observaba sus rostros conmocionados.
El desconcierto en sus expresiones me provocó una extraña satisfacción. Nunca esperaron esto de mí, la hija que siempre mendigó migajas de cariño, la que habría dado su vida por una simple muestra de afecto familiar.
Mi madre fue la primera en salir del trance. Su rostro se contorsionó en una mueca que mezclaba incredulidad y rabia.
-¡Por Dios, Úrsula! ¿Te volviste loca?
Las mismas palabras que usaba con Violeta, su adorada hija adoptiva. La ironía me provocó una leve sonrisa.
-Pues sí, considera que estoy loca.
El afecto familiar, el amor… todo eso quedó enterrado bajo las cicatrices que ahora marcaban mi piel. Esta vida que recuperé a duras penas merece algo mejor que desperdiciarla en personas que nunca me valoraron.
Mi madre me miraba como si fuera una extraña. Esta versión fría e indiferente de su hija la desestabilizaba visiblemente.
-¡Úrsula, es tu padre! ¡Sin él ni siquiera existirías!
Sin dignarme a mirarla, me dirigí hacia la puerta. El cuerpo me pesaba después de un día agotador.
-Nos vemos mañana a las nueve en la entrada de la estación de policía.
Las secuelas de la lesión me pasaban factura. Entre la comida con Gabi, el incidente con el profesor y la visita al hospital, había sobrepasado mis límites.
Mi madre intentó alcanzarme, pero Jonathan la detuvo. Sus ojos recorrieron mi figura, notando mi evidente agotamiento.
-Luz, sé que solo estás cansada. Descansa bien.
Mientras se llevaba a mi madre, no pude evitar seguirlo con la mirada.
“Soy una inútil“, pensé con amargura. “Aun así, todavía permito que me afecte, que sus palabras remuevan algo dentro de mí“.
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Capitulo 158
La mañana siguiente llegué puntual a la estación de policía. Firmé el documento de perdón para el señor Miranda, ya no podía llamarlo papá, y me fui sin esperar a verlo salir.
El siguiente destino era la mansión de Violeta, otro “regalo” millonario de Simón. La sangre me hervía al pensar en cómo había usado mi dinero para intentar matarme. Esa humillación no quedaría impune.
“Ya sea para presionar a Simón al divorcio o para dejarla sin recursos para sus planes… hoy la dejaré en la ruina“.
Violeta acababa de regresar del hospital cuando llegué con mi comitiva. La encontré al teléfono, seguramente suplicándole a Simón que viniera a consolarla.
Al verme aparecer con tanta gente, su rostro pasó del asombro a la furia en segundos.
Una risa despectiva escapó de sus labios.
-¿Qué pretendes hacer, Luz? ¿Invadir propiedad privada? -sus ojos brillaron con malicia-. ¿Crees que no llamaré a la policía para meterte a la cárcel?
¿Yo, una ciudadana ejemplar, haciendo algo ilegal? Por supuesto que no. Esta gente no venía a robar nada. Venían a hacer algo mucho mejor: destruir el soporte económico de Violeta y su reputación de una vez por todas.
Di una palmada y la gente tras de mí se puso en movimiento. Los megáfonos, como los que usan los recolectores de chatarra, comenzaron a resonar por toda la calle.
-¡Descarada, devuélveme mi dinero ganado con esfuerzo!
El estridente coro atrajo la atención de los vecinos. El rostro de Violeta se descomponía más con cada segundo que pasaba, con cada nuevo espectador que se sumaba a la escena.
Justo cuando parecía a punto de perder los estribos, una figura alta emergió de un auto negro.
El cambio en Violeta fue instantáneo. Como por arte de magia, la furia se transformó en fragilidad estudiada. Sus pasos se volvieron vacilantes mientras corría hacia él.
-Simón…
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