Capítulo 143
Mientras releía el mensaje de Simón, una sonrisa irónica se dibujó en mis labios. Su promesa de transferir todas sus propiedades a mi nombre apestaba a trampa. Era demasiado conveniente, demasiado fácil. Lo más probable es que siguiera creyéndome la misma Luz de antes: ingenua, manipulable, incapaz de verlo sufrir.
“Seguramente piensa que con unas cuantas palabras bonitas y promesas vacías me va a tener comiendo de su mano otra vez“, pensé mientras dejaba el celular sobre la mesita de noche. “Como si todavía fuera esa tonta que hacía todo lo que él pedía“.
Una risa amarga escapó de mi garganta. En su mente, todo sería como siempre: él fingiendo hacer un gran sacrificio, y yo, con el corazón ablandado por sus gestos dramáticos, retirando la demanda y limpiando el nombre de Violeta. Al final, no tendría que soltar ni un peso.
“Pero ya no soy la misma“, me recordé. La idea de hacerle creer que realmente lo dejaría en la calle, de ver la cara de pánico de él y Violeta cuando se dieran cuenta de que sus manipulaciones ya no funcionaban conmigo, me provocó una satisfacción casi perversa.
Me puse los audífonos y dejé que la música ahogara mis pensamientos mientras el sueño me vencía. Estaba tan concentrada saboreando mi aparente victoria, tan segura de que esta vez yo tenía el control, que olvidé la lección más importante: cada vez que Simón me hacía esperar, el
resultado era un desastre.
Como siempre, en cada momento crucial de mi vida, Simón brillaba por su ausencia. Esta vez no fue diferente. No esperé a que llegara con su abogado para firmar los documentos de transferencia y el acuerdo de divorcio que supuestamente lo dejaría en la calle.
Y entonces, desperté a un mundo que se había venido abajo.
El timbre insistente del teléfono me arrancó del sueño. Con la mente todavía nublada, respondí
la llamada.
La voz de mi abogado sonó clara y profesional:
-Violeta ha sido liberada sin cargos.
Mi cerebro tardó unos segundos en procesar sus palabras. De pronto, como si me hubieran echado un balde de agua fría, me incorporé de golpe en la cama.
-¿Qué? ¡Repíteme eso! -mi voz salió como un graznido.
Alberto de la Mora hizo una pausa, probablemente notando mi confusión.
-Acaban de liberar a Violeta. Le retiraron todos los cargos.
Mi mente se negaba a procesar la información. ¿Cómo era posible que una situación tan sólida se hubiera desmoronado mientras dormía?
-¡Esto no tiene sentido! -mis manos comenzaron a temblar-. ¿Cómo pueden liberarla así
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Capítulo 143
nada más? ¡El video claramente muestra que intentó inculparme!
-La policía revisó las pruebas que presentó su esposo Simón -explicó el abogado con voz cansada-. Confirmaron que el video no fue editado por Violeta. De hecho, ella lo recibió hace dos años.
Sentí que el aire abandonaba mis pulmones mientras el abogado continuaba:
-Según la investigación, Violeta pensó que usted quería lastimarla, pero solo compartió sus sospechas con sus padres y su esposo. Nunca la acusó públicamente ni pidió que la
encarcelaran.
Mi cabeza daba vueltas mientras trataba de procesar cada nueva revelación:
-Una vez que se comprobó que el video no fue manipulado con mala intención, nuestra acusación por calumnia perdió sustento. Además, la investigación reveló que ella fue
realmente una víctima…
Las piezas comenzaron a caer en su lugar, formando una imagen que me revolvió el estómago. No había sido un plan maestro de Violeta para destruir mi matrimonio. No era que no soportara verme feliz, ni había conspirado para que Simón me maltratara.
Mientras se acostaba con Federico, no estaba planeando mi caída. El encuentro en el hotel no fue una trampa elaborada con mi padre: fue una coincidencia. Y ese día, Violeta realmente fue drogada, pero no por mí ni por ella misma, sino por el padre de Simón.
Federico Rivero había estado acechando a Violeta desde antes. Ese día en el hotel, la drogó para abusar de ella. Después, alguien tomó los videos de seguridad de ese año y los editó para que pareciera que yo la había drogado, provocando el ataque de Federico.
Cuando Violeta recibió ese video hace dos años, creyó que yo quería lastimarla. Lo compartió con mis padres y con Simón, haciendo que todos me juzgaran, que me hirieran.
Y ahora que se aclaraba que yo nunca tuve intención de dañarla, me daba cuenta de que había malinterpretado todo. La había acusado de conspirar contra mí, de querer destruirme, cuando
en realidad…
Un sollozo amargo se me atoró en la garganta mientras la verdad me golpeaba como una bofetada: entre Violeta y yo, todo había sido un maldito malentendido.
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