Capítulo 142
Olga Galván temblaba de rabia, sus ojos inyectados en sangre fijos en mí como los de una serpiente lista para atacar. Sus manos se cerraron en puños y dio un paso amenazante hacia adelante.
Fidel reaccionó al instante. Con un movimiento fluido, su imponente figura se interpuso entre nosotras. Sus hombros anchos y su postura firme crearon una barrera protectora que hizo que mi madre retrocediera instintivamente.
-Con todo respeto, señora -la voz de Fidel resonó grave y controlada-. Luz y yo solo somos compañeros de la universidad. No ensucie la reputación de su propia hija con acusaciones sin
fundamento.
Una sonrisa mordaz se dibujó en sus labios antes de continuar:
-Y si ella es una bestia como usted dice, ¿qué dice eso de usted que la trajo al mundo?
Se cruzó de brazos, su mirada penetrante fija en mi madre.
-Además, ¿qué ha dicho Luz en redes que no sea verdad? ¿O me va a decir que no se comporta exactamente como la describen?
La tensión en el aire era asfixiante mientras Fidel continuaba:
-Sabe, hay algo que me intriga, igual que a miles de personas en internet. ¿Por qué, señora Galván? ¿Qué la lleva a preferir a una hija adoptiva por encima de la que llevó en su vientre?
Mi madre abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua.
-¡Yo no estoy favoreciendo a Violeta! -chilló finalmente. ¡Es que ella… ella es…!
Su voz se fue apagando gradualmente. Por primera vez, pude ver cómo la duda nublaba sus ojos. Era como si de repente se hubiera quedado sin argumentos, como si por fin estuviera procesando que todas sus acusaciones contra mí eran infundadas.
El pánico se reflejó en su rostro. Durante todo este tiempo, su única preocupación había sido proteger a mi padre y a Violeta, evitar que fueran a la cárcel. Me había acusado
constantemente de ser una hija inhumana por denunciarlos, por negarme a retirar los cargos. Pero ahora, enfrentada a la realidad, parecía darse cuenta de que yo no había hecho nada de lo que me acusaba.
Después de un silencio tenso, enderezó la espalda y levantó la barbilla con aire defensivo.
-De cualquier forma, una hija no debería hablar así de sus padres en público -declaró con voz temblorosa-. Si es capaz de exponer así a su propia familia, entonces sí es malvada.
Sus palabras fueron la última gota. Sentí cómo algo se rompía definitivamente dentro de mí. Con las manos heladas, tomé mi celular y marqué a seguridad.
-Por favor, escóltenla fuera del edificio -mi voz sonaba extrañamente calmada-. Y asegúrense de que no vuelva a entrar.
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Capítulo 142
La debilidad era mía, lo sabía bien. Era yo quien seguía decepcionándose, quien contra toda lógica mantenía una pequeña llama de esperanza. Esperanza de que algún día mi madre reconociera su injusticia, que me ofreciera aunque fuera una disculpa.
Mientras los guardias la escoltaban hacia la salida, sus gritos e insultos resonaban por todo el pasillo. Eran palabras tan viles que Fidel, en un gesto protector, intentó cubrirme los oídos.
Lo miré con una sonrisa cansada.
-No te preocupes -murmuré-. Después de tantas heridas, ya casi no duele.
Una vez que Fidel se marchó, mi teléfono vibró con una notificación. Era una foto de Simón: él y su abogado rodeados de papeles, trabajando hasta altas horas de la noche para liquidar sus activos.
“Espérame, Luz. En cuanto termine con esto, iré para allá con el abogado.”
Arqueé una ceja mientras tecleaba una respuesta corta: “Como quieras.”
“Si realmente piensa cederme todos sus bienes y firmar el divorcio sin condiciones“, pensé mientras bloqueaba el teléfono, “tal vez me anime a darle esa ‘oportunidad‘ que tanto menciona.”
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