Capítulo 133
Mi hermano siempre había tenido ese don: con una sola frase podía tocar la fibra más sensible de mi corazón. De toda la familia, él era quien mejor me conocía, quien entendía los matices de mi silencio y el peso de mis decisiones.
La historia de mi abuela era una de pérdidas interminables. De los tres hijos que la vida le dio, el menor nunca llegó a la edad adulta, dejando en su corazón una herida que el tiempo no logró cerrar. El año que me gradué de la universidad, la muerte volvió a tocar a su puerta, llevándose a mi tía de forma inesperada. Ver a mi abuela, con su cabello plateado por los años, despidiendo a su hija de cabello negro, fue un golpe del que casi no se recupera.
Ahora solo le quedaba mi padre, su último hijo.
Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios mientras pensaba en ello. Mi padre nunca había sido el mejor conmigo, pero con mi abuela… con ella era diferente. Siempre atento, siempre cariñoso, rara vez contradiciendo sus deseos. Y aunque a mi abuela le dolía la forma en que me trataba, al final del día, él seguía siendo su único hijo vivo. Era imposible para ella no preocuparse por él.
Si algo le llegara a pasar… La sola idea me revolvió el estómago. No lo soportaría.
Mi hermano se acercó, su rostro suavizándose con una expresión que conocía bien.
-Luz, somos familia -murmuró con voz grave-. Por más pleitos que tengamos, no podemos dejar que el otro se hunda.
Su mano se posó sobre mi cabeza en un gesto familiar que no sentía desde hace años.
-Al final, tú tampoco me has dejado caer cuando lo he necesitado.
Mi madre nos observaba con el ceño fruncido, claramente sin entender el significado detrás de sus palabras. Pero yo sí. Cada sílaba resonaba con verdades no dichas y secretos compartidos.
El peso de los recuerdos perdidos me golpeó de nuevo. La amnesia, combinada con mi incapacidad para recordar lo sucedido en aquel video, había convertido la búsqueda de la verdad en un laberinto sin salida aparente. Antes de que el profesor Luján apareciera para ayudarme, el miedo me consumía por dentro, atenazando mi garganta con la posibilidad de quedar atrapada para siempre en esa pesadilla.
La impotencia de no poder recordar lo que había hecho ese día me carcomía hasta el punto de querer golpear las paredes de pura frustración.
Pero todo cambió cuando vi el historial médico de depresión maníaca que mi hermano le entregó a Simón. Ahora lo entendía con claridad cristalina: no lo había hecho para convencer a Simón de mi supuesta enfermedad. Era un mensaje para mí, una pista sobre por qué no podía recordar esos eventos.
Mi hermano sabía de mis estudios en psicología. Sabía que al ver ese historial, las piezas
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Capitulo 133
empezarían a encajar en mi mente, mostrándome el camino a seguir.
Un nudo se formó en mi garganta. A pesar de su aparente alivio cuando la policía me detuvo, él siempre supo la verdad: que yo era inocente, que Violeta era quien me había lastimado desde el principio.
Y al final… cuando no pudo soportar verme tras las rejas, me dio la clave para mi libertad.
Si el profesor Luján no hubiera aparecido, ese historial médico habría sido mi única esperanza de probar mi inocencia. El gesto de mi hermano, después de tanto sufrimiento, me había tocado en lo más profundo.
Pero…
Levanté la mirada hacia él, notando las ojeras bajo sus ojos, el cansancio en su postura.
-Ya no está en mis manos -declaré con voz firme-. Si papá cometió un delito, aunque yo no lo denuncie, no podrá salir así como así.
Me humedecí los labios resecos antes de continuar.
-Lo único que podría hacer, cuando se sepa toda la verdad, es no presentar cargos por las medicinas que me dio… si resulta que no conspiró con Violeta para lastimarme. Solo por respeto a lo que alguna vez significó ser padre e hija.
Mi madre se levantó de un salto, con el rostro enrojecido por la ira. Sus insultos llovieron sobre mí como granizo, reprochándome mi frialdad hacia mi propio padre. Ya estaba tan acostumbrada a sus ataques que sus palabras resbalaban sobre mi piel sin dejar marca.
Cuando pareció que iba a cruzar la habitación para abofetearme, el timbre de su celular cortó el aire tenso. La llamada debió ser importante, porque salió disparada del departamento sin más explicación, dejando a mi hermano con la tarea de convencerme.
Pero él no lo intentó. Me conocía demasiado bien para saber que, a estas alturas, nada de lo que dijera cambiaría mi determinación.
Después de un largo silencio, sus ojos recorrieron mi rostro como si buscara algo del pasado en él.
-De verdad has cambiado mucho después de todo esto, Luz.
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