Capítulo 124
La luz del atardecer se filtraba por los ventanales mientras Simón recordaba cómo Violeta había llegado a sus vidas. La hija del mayordomo de los Rivero se había convertido en una presencia constante desde que él era apenas un bebé. Carmen, debilitada tras el parto, apenas había podido sostener a su hijo en brazos, y la madre de Violeta había asumido el papel de
cuidadora de ambos niños.
Los recuerdos de su infancia compartida pesaban en el corazón de Simón: tardes de juegos en los jardines de la mansión, risas compartidas, secretos susurrados. El vínculo que habían forjado era más profundo que el de muchos hermanos de sangre. Quizás por eso, incluso ahora, cuando las evidencias del comportamiento de Violeta hacia Luz eran innegables, una parte de él seguía buscando justificaciones.
La mirada de Simón se endureció mientras observaba a Violeta, reconociendo en sus ojos ese brillo obsesivo que siempre aparecía cuando hablaba de él. Desde niña, ese amor malentendido la había consumido, llevándola a tomar decisiones destructivas como su matrimonio impulsivo con Federico Rivero, todo por despecho. Y ahora, ese mismo amor retorcido alimentaba su odio visceral hacia Luz.
Sus hombros se tensaron mientras se preparaba para enfrentar la situación.
-Violeta, esto tiene que parar -Su voz surgió firme pero cansada-. No importa lo que pase, lo nuestro nunca será más que un cariño de hermanos. Tienes que entenderlo de una vez por todas.
La observó jugar nerviosamente con un mechón de su cabello, un gesto que conocía demasiado bien.
-Por favor, no dejes que este odio hacia Luz siga creciendo.
Los ojos de Violeta brillaron con lágrimas estudiadas mientras su rostro se transformaba en una máscara de dolor.
-¡Es que tú no entiendes! -Su voz tembló con una fragilidad calculada-. Lo nuestro es diferente, es especial. Yo sé que en el fondo…
-Basta -La interrumpió Simón con firmeza-. Si quisiera una hermana, ya la tengo en Celeste.
Las facciones de Violeta se contrajeron por un instante antes de que las lágrimas comenzaran a fluir.
-¡Todo esto es culpa de Luz! -Sus manos se crisparon en puños-. ¡Ella destruyó mi vida! ¿Cómo esperas que no la odie?
Simón apretó el puente de su nariz, tratando de contener su frustración.
-Mira, entiendo que no puedas dejar ir ese rencor -Su tono se volvió más severo-. Pero te lo advierto, Violeta: si vuelves a lastimar a Luz, te mandaré al extranjero y no permitiré que
regreses.
02:07
Capitulo 124
Siete años habían transcurrido desde aquel incidente. El edificio donde se grabó el video ya no existía, y los registros se habían perdido en el tiempo. Me había mentalizado para una larga estadía en detención, pero el destino tenía otros planes.
Para mi absoluta sorpresa, bastaron menos de setenta y dos horas para que la verdad saliera a la luz. La intervención de mis maestros y de Alberto de la Mora, uno de los abogados más prestigiosos del país, había sido decisiva. Cuando me comunicaron que podía salir, me quedé paralizada, incapaz de procesar la noticia.
El profesor Luján me observaba con una sonrisa satisfecha.
-¿Qué pasó? ¿No esperabas que fuera tan rápido? -Sus ojos brillaban con orgullo paternal-. Te dije que había conseguido a los mejores.
El nudo en mi garganta se apretó mientras las lágrimas comenzaban a nublar mi visión. Un pensamiento me golpeó con fuerza: “¿Qué había hecho para merecer tanto apoyo, tanta lealtad?” La gratitud me desbordaba como un río después de la tormenta