Capítulo 117
El rostro de Simón se contorsionó con una mezcla de ira y dolor. Era un hombre excesivamente orgulloso, mimado por la versión anterior de mí misma. Cada palabra de menosprecio que salía de mis labios era como ácido corroyendo su ego.
Una risa cruel y cortante escapó de su garganta mientras sus puños se cerraban con fuerza, los nudillos blancos por la tensión. Las palabras que había guardado celosamente en lo más profundo de su corazón finalmente explotaron.
-¡Ese fue tu error más grande! -escupió las palabras con veneno-. ¡Enamorarte de mí!
Su mandíbula se tensó mientras continuaba, cada palabra cargada de amargura.
-Todo lo planeaste desde el principio, ¿no? Para arrebatarme de las manos de Violeta, tu amiga de la infancia… -su voz temblaba de rabia contenida-. Ideaste cada encuentro “casual“, cada momento… ¿Pero sabes qué? Jamás imaginaste que terminarías enamorándote de verdad, ¿cierto?
Se pasó una mano por el cabello perfectamente peinado, desordenándolo en un gesto poco característico de él.
-¡Esto es karma! -soltó con dureza-. ¡Es lo que te mereces por jugar con los sentimientos de los demás, por tratarnos como si fuéramos tus títeres!
Fruncí el ceño, la confusión nublando mi mente.
-¿De qué diablos hablas? ¿Yo, planeando encuentros contigo? -solté una risa seca-. ¿Arrebatarte de Violeta? No me hagas reír.
Mi cuerpo entero se estremeció con repulsión.
-¡Me das asco! Todo lo que tiene que ver con ella me repugna tanto que necesito desinfectarme si lo toco por accidente. ¿Y crees que iba a querer “robarte“? Por favor.
Mis palabras solo sirvieron para enfurecerlo más. Su pecho subía y bajaba agitadamente mientras se aflojaba la corbata, como si le faltara el aire.
-¡Ya basta, Luz! -rugió-. ¡Deja de fingir! ¡Lo sé todo! ¡Tú planeaste deliberadamente que me enamorara de ti!
El dolor en sus ojos era palpable. Cada recuerdo hermoso que habíamos compartido se había convertido en veneno para él desde que Violeta regresó dos años atrás. Además del video, ella le había revelado algo más: que nuestro encuentro inicial, nuestro enamoramiento, todo había sido supuestamente orquestado por mí.
Según Violeta, yo había estado celosa de que ella tuviera un amigo de la infancia como él. Por eso había tramado todo para arrebatárselo.
Para Simón, lo verdaderamente imperdonable no era el supuesto incidente con Violeta. No. Lo que le carcomía el alma era pensar que nuestro amor, todos aquellos momentos especiales del
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inicio, habían sido calculados meticulosamente por mí.
La idea lo torturaba: creer que había encontrado el amor de su vida, solo para descubrir que todo había sido una elaborada trampa.
Para alguien tan orgulloso como él, la idea de haber sido manipulado era insoportable. Y peor aún: que la manipulación hubiera funcionado.
Se había enamorado profundamente de mí.
Cuanto más me amaba, más odiaba saber que nuestro inicio había sido supuestamente planeado. Pero ese mismo amor le impedía dejarme ir.
Atrapado entre el odio y un amor que no podía arrancar de su pecho, vivía en un constante tormento. Quería que yo sufriera el mismo dolor que él.
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Pero lejos de mostrar arrepentimiento, ni siquiera admitía haber hecho algo malo. Es más, me atrevía a negar haberlo planeado todo desde el principio.
¡Y ahora incluso me atrevía a menospreciarlo!
La frustración lo consumía. Sabía que contaba con su amor, con su incapacidad para dejarme ir, y eso le dolía en lo más profundo de su ser.
Al escuchar sus palabras delirantes, solo pude pensar que había perdido completamente la
razón.
-¡Estás loco! ¿Yo, calculando que te enamoraras de mí? -negué con la cabeza-. ¡No me vengas con esas! Si no me crees, puedes ir a donde vivo ahora. Busca mi diario y verás que mi mayor arrepentimiento es no haberte mandado al diablo desde el principio.
Para demostrarle lo poco que me importaba, incluso le sugerí que leyera mi diario.
Pero Simón…
Se masajeó las sienes con evidente dolor.
-Ya basta, Luz -su voz sonaba agotada-. Dejemos de discutir sobre esto. Lo importante ahora es resolver el problema actual.
No me dejó responder.
-En esta situación, no importa cuánto lo niegues. Ya no tiene caso -continuó con tono autoritario-. Mañana buscaré un psiquiatra para que te evalúe. Luego, anunciaré públicamente que actuaste así debido a un trauma, que estabas mentalmente inestable.
Sus dedos tamborileaban sobre el escritorio mientras explicaba su plan.
-Con el perdón de Violeta, no habrá cargos legales. No tendrás que ir a la cárcel, pero probablemente debas pasar un tiempo en una clínica psiquiátrica.
Sin darme tiempo a protestar, agregó:
-No te preocupes, me encargaré de todo en la clínica. Piénsalo como unas vacaciones -hizo
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una pausa calculada-. Cuando todo esto se calme, te enviaré al extranjero.
Su voz adquirió un tono casi soñador.
-Cuando la gente olvide todo este escándalo, podrás volver si quieres. Y si prefieres quedarte fuera, moveré mis negocios al extranjero y nos instalaremos allá.
Su voz se suavizó, adoptando ese tono condescendiente que tanto odiaba.
-Luz, los dos cometimos errores en el pasado -tomó mi mano con una sinceridad en sus ojos que me revolvió el estómago. Aprovechemos esta situación para dejar todo atrás y empezar de nuevo, ¿qué te parece?
Lo observé en silencio, reconociendo esa mirada. Era evidente que realmente quería dejar todo este asunto atrás y empezar de cero conmigo.
En su mente retorcida, este arreglo era lo mejor para mí. Una vez más, creía que por amarme, debía consentirme y manejar las consecuencias por mí, sin querer lastimarme “de verdad“.
“Patético“, pensé, mientras retiraba mi mano de la suya.
