Capítulo 15
Pero, para aparentar, Carmen fingió preocupación. Después de todo, ella es tu hermana y aún es joven. ¿No te preocupa que algo malo pueda pasar?
Tomás, con la cara inexpresiva, respondió: -No tengo la obligación de cuidarla toda la vida. Es una adulta y debe ser responsable de sus propias acciones y palabras.
Carmen, satisfecha, sonrió. -Tienes razón, Tomi. No podemos consentir demasiado a Rocío. ¿ Qué pasará si la próxima vez que se sienta triste decide huir de casa otra vez?
-Mmm.- Tomás no quería hablar más del tema. Cerró los ojos. -Voy a descansar un rato, avísame cuando lleguemos al aeropuerto.
Carmen ya había logrado su objetivo y no le importaba la actitud de Tomás.
De todos modos, no pasaría mucho tiempo antes de que este hombre fuera suyo por completo.
Al salir de la estación de policía, ya era mediodía.
Rocío rápidamente alcanzó a José, quien caminaba adelante sin decir una palabra.
-José.
José se detuvo y la miró, impaciente. -¿Y ahora qué?
Rocío se sorprendió; parecía que José la detestaba.
Esa sensación había comenzado como un pequeño sentimiento cuando José la miró en el aeropuerto. Aunque él la había ayudado recientemente, Rocío decidió ignorar ese extraño sentimiento y lo miró fijamente.
-Ya es mediodía. ¿Te invito a almorzar? Sería una forma de agradecerte por ayudarme a recuperar mi billetera hace un momento.
José la observó y levantó una ceja. -¿Somos amigos? ¿O acaso conoces bien este lugar?
Rocío dudó y, con honestidad, respondió: -No a ambos.
-Sabes que no nos conocemos bien…- José comenzó a decir, pero,su celular, que llevaba en el bolsillo, de repente sonó. Lo sacó, echó un vistazo y se molestó. Colgó rápidamente, miró a Rocío y le advirtió. -No comeré contigo. No me sigas.
Guardó el celular, se puso la gorra y el tapabocas, tomó su maleta y se alejó.
Rocío lo observó desaparecer en la distancia y no insistió. Mientras pensaba si buscar un lugar donde quedarse y posponer la visita a la universidad para el día siguiente, un auto se detuvo a
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su lado.
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La ventana se bajó, revelando la cara amable y confiable de un hombre. El hombre la miró, con una sonrisa gentil y preguntó: -Hola, ¿eres la señorita Rocío? La universidad me envió a
buscarte.
Antes de llegar a Venturis, Rocío había hablado con la universidad. Le habían dicho que enviarían a alguien a recogerla. Sin embargo, con el incidente del dinero perdido y al bajar del auto sin ver a nadie esperándola, había olvidado el asunto.
—Sí, soy yo.- Rocío puso una expresión de disculpa, temiendo que el hombre hubiera tenido problemas para encontrarla. —Lo siento, tuve un contratiempo y no pude esperarte en la
estación. Te causé molestias.
-Debería ser yo la que se disculpe. Tuve un asunto familiar de último momento y me retrasé, y te hiceesperar. El hombre bajó del auto y le mostró su identificación. -Me llamo Alejandro Rodríguez y también trabajo en la universidad.
Rocío tomó la identificación, la examinó un momento para confirmar su identidad y su cara se iluminó con sorpresa y alegría.
-Lo conozco.- Con respeto, le devolvió la identificación. -Usted es el creador de La Luz de la Vida. Fue después de ver su documental que decidí venir aquí.
Alejandro la miró, sorprendido, recordando algo, y se vio conmovido. -Fue mi esposa quien me inspiró; ella también se graduó de aquí.
-Pero, ahora las condiciones han mejorado mucho en comparación. No es tan pobre. Sin embargo, los recursos educativos todavía son relativamente limitados. La intención original de hacer el documental era mostrar este lugar a más personas y traer nuevas esperanzas a los niños. Quiero que los niños de aquí, a través de la educación, tengan más opciones de vida en el futuro.
-Señorita Rocío, gracias.- Alejandro extendió su mano, con una sonrisa cálida. -Bienvenida.