Capítulo 99
El peso de la preocupación por Daniel se había vuelto insoportable para Irene. Cada hora que su hermano pasaba tras las rejas era como un puñal en su corazón. “Tengo que sacarte de ahí“, pensaba mientras se enfrentaba a los Jiménez.
No deseaba prolongar el trato con ellos más de lo necesario. Si Bruno terminaba en prisión, era evidente que sus padres no se quedarían de brazos cruzados. Lo mejor era hacer un
intercambio limpio y cortar toda relación.
Pero los Jiménez resultaron ser más complicados de lo que había anticipado. Alba, con el rostro deformado por la rabia, golpeó la mesa con ambas manos.
-¡No me vengas con cuentos! Nosotros perdimos una vida, y tú nomás te quedaste con una cicatriz insignificante. ¿Crees que con eso se arregla todo?
Las miradas de los otros clientes se clavaron en su mesa como agujas. Un mesero se acercó con paso apresurado.
-Por favor, les pido que no incomoden a los demás comensales.
Irene esbozó una sonrisa conciliadora.
-Disculpe, no volverá a suceder.
Cuando el mesero se alejó, Irene se inclinó hacia adelante, clavando su mirada en Alba. Su voz salió baja pero firme como el acero.
-Si realmente llega a perderse otra vida, los Jiménez no van a salir bien librados de esto.
Tomó aire antes de continuar, luchando por mantener la compostura.
-Era una vida muy joven, y lo lamento profundamente. Pero mi hermano es inocente, así que no esperen compasión de mi parte. Esto termina aquí.
Su determinación tomó por sorpresa a los Jiménez. Alba, con los ojos desorbitados por la indignación, soltó:
-Si quieres ver a tu hermano libre, nos vas a dar dos millones.
-Cien mil, y es mi última oferta.
Irene había llegado preparada para esta negociación. A pesar de las circunstancias trágicas del fallecido y las exigencias desmedidas de los Jiménez, pensaba en el pequeño que había quedado huérfano. Además, conociendo el buen corazón de Daniel, sabía que una compensación, aunque modesta, ayudaría a aliviar su conciencia.
Los ojos de Alba se abrieron como platos.
-¿Cien mil? ¿Nos ves cara de limosneros o qué? ¿Ese es el valor que le das a una vida? ¡Mejor hubiera dejado que mi hijo te matara del susto, para estar a mano!
-¡Ya cállate, mujer!
La reprimenda de Benjamín cortó el aire como un látigo. Alba se encogió en su asiento, pero las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
El corazón de Irene latía con fuerza contra sus costillas.
-Cuando Daniel salga, tendrán su dinero.
Benjamín se levantó de golpe, tirando de Alba.
-Vamos con el abogado ahora mismo…
“Típico intento de extorsión“, pensó Irene. Alguien tendría que responder ante la ley por esto. Pero era evidente que los Jiménez preferían arriesgarse ellos mismos antes que ver a Bruno tras las rejas. Lo que hicieran después, ya no era su problema.
Esa misma tarde, los noticieros revelaron la confesión de los Jiménez sobre el intento de fraude. El fallecido padecía una enfermedad terminal y carecían de recursos para el tratamiento. El suegro había maquinado el plan del suicidio fraudulento para dejar algo de dinero a la familia y al niño. Además, habían contratado un seguro de vida dos meses antes.
Vicente le confirmó que solo faltaba una prueba: el contrato del seguro. Con la evidencia completa, Daniel fue liberado a las cinco de la tarde.
Irene prefirió no especular sobre quién había sido el arquitecto de semejante plan. Solo le importaba Daniel, y llegó temprano a recogerlo.
En el mes transcurrido desde el incidente, su hermano había perdido tanto peso que el uniforme le colgaba como si fuera prestado. Su cabello corto y la barba descuidada habían transformado al joven radiante que era en alguien que parecía haber envejecido una década en
semanas.
Antes de que Irene pudiera procesar el nudo en su garganta, Daniel se derrumbó primero. La abrazó con la fuerza de quien teme estar soñando.
-Irene… yo no quería… ella… jella se nos fue!
-No fue tu culpa. Si no hubiera sido tu auto, habría encontrado otra manera. Estaba decidida….
Le dio unas palmaditas suaves en la espalda, como cuando eran niños.
-Ya pasó todo, Danny. Ya estamos del otro lado.
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