Capítulo 93
La madrugada envolvía la calle en un silencio apenas interrumpido por el murmullo de sus voces. Separados por el asfalto, David y Romeo se estudiaban mutuamente bajo la luz de las farolas.
Una sonrisa se dibujó lentamente en los labios de Romeo, pero sus ojos oscuros permanecían carentes de toda calidez.
-Vaya manías las suyas, señor Aranda -su voz destilaba veneno-. ¿Le parece correcto andar buscando a la esposa de otro a estas horas de la noche?
La mención del “señor Aranda” transformó la distancia entre ellos en hostilidad palpable. Dos años sin contacto, y bastaba ese formal tratamiento para revelar el desprecio que Romeo
sentía.
-Romeo, dale un respiro. Déjala respirar.
David recordó a la Irene de antes: siempre radiante, con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. La mujer que había encontrado ahora era apenas una sombra de aquella. Más callada, con el ceño perpetuamente fruncido y una tristeza que parecía haberse arraigado en su ser. Como si viviera bajo una presión constante que le robaba el aliento. El cambio le rompía el corazón. “¿Qué demonios le hiciste en estos dos años?“, pensó.
Romeo tensó la mandíbula.
-Los asuntos entre mi esposa y yo no son de su incumbencia.
Sin más palabras, regresó a su Maybach y cerró la puerta con un golpe seco. Solo necesitaba confirmar que Irene aún no se atrevía a invitar a David a pasar la noche. En cuanto a cómo disciplinar a su rebelde esposa… ya encontraría el momento adecuado.
El rugido del motor quebró el silencio mientras el auto se alejaba velozmente. David lo observó desaparecer en la oscuridad, un suspiro escapando de sus labios mientras su mente daba
vueltas a la situación.
La noche avanzaba y la inquietud de Irene crecía con cada minuto. Todo comenzó cuando Natalia preguntó por qué había llegado tan tarde. Al principio, Irene intentó evadir el tema de Inés mudándose a su antigua habitación matrimonial, pero la insistencia de su amiga terminó desmoronando sus débiles excusas hasta que la verdad salió a la luz.
Natalia estrujó el cojín con forma de conejo entre sus manos.
-¡Lo hizo a propósito la muy…! -masculló entre dientes.
Irene yacía en el sofá, su cabello negro esparcido como un abanico mientras su mirada se perdía en el techo.
-Ya no importa. Lo único que quiero es divorciarme cuanto antes.
13:50
Capítulo 93
Antes de este incidente, las dudas la paralizaban. Ahora, la humillación había cristalizado su determinación. No más rodeos. Era hora de enfrentarlo directamente.
-¡Pues divorcio será! -Natalia se incorporó con ímpetu-. Mañana mismo consigo dos guaruras y vamos juntas a plantarle cara a ese patán en Alquimia Visual.
Irene se encogió ligeramente.
-No busco problemas. Solo quiero el divorcio y ya.
“No puedo darme el lujo de armar un escándalo“, pensó.
-Pues cuando te divorcies, agarro la bolsa más horrible que encuentre y se la reviento en la
cara.
La indignación de Natalia era tan genuina que arrancó una pequeña sonrisa a Irene. Pero ella sabía que la verdadera victoria no estaría en la violencia, sino en el día en que pudiera mirario a los ojos sin que le temblara la voz.
Esa misma noche, redactó un nuevo acuerdo de divorcio. Esta vez, no pedía ni un peso. No era falta de dignidad; simplemente había aprendido que su libertad valía más que cualquier
cantidad de dinero.
“Con tal de que firme, lo demás no importa“, se dijo mientras releía el documento.
La mañana siguiente llegó con una Irene renovada. Tomó el acuerdo y se dirigió a Alquimia Visual, sabiendo que Romeo estaría en la oficina a las ocho, como siempre.
Desde la entrada del edificio, intentó llamarlo dos veces sin éxito. Finalmente, marcó el número
de Gabriel.
-¿Se le ofrece algo, señora?
-Necesito ver a Romeo.
-El presidente Castro está en una reunión. Estará ocupado toda la mañana -Gabriel notó algo diferente en su voz, una firmeza que nunca había escuchado-. ¿No prefiere esperar a que llegue a casa?
-Si está ocupado, esperaré a que termine. O subo a esperar, o voy a recepción y saco una cita para discutir nuestro divorcio.
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