Al Mal esposo 9

Al Mal esposo 9

Capítulo

Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Romeo mientras jugueteaba con el cigarrillo entre sus dedos

-¿Crees que puedes jugar conmigo? -su voz destilaba veneno-. Nomás espérate a que termines llorando y rogando que te perdone

Irene se giró bruscamente, ocultando el temblor en sus párpados y el ardor que comenzaba a invadir sus ojos. El sonido de pasos acercándose la salvó de responder

James O’Malley emergió de la penumbra del restaurante, su rostro resplandeciente por el alcohol y la buena cena

-¡Presidente Castro! Espero que este sea el inicio de una colaboración muy fructífera

Como por arte de magia, la expresión sarcástica de Romeo se transformó en una sonrisa cautivadora. El contraste con su trato hacia Irene era doloroso

-Por supuesto que lo será. Deberías quedarte unos días más -su tono era cálido, casi jovial—. Deja que Inés te muestre la ciudad

James soltó una carcajada sonora que resonó en la noche

-¡Ni loco me atrevería a competir con usted por ella, Presidente! Mejor déjela donde está, a su lado

El ronroneo de un motor cortó la conversación. Inés apareció al volante de su auto último modelo, descendiendo con la gracia estudiada de quien sabe que todos los ojos están sobre ella. Subió los escalones con pasos medidos hasta colocarse junto a Romeo, pero su atención 

estaba en James

-Ven, James, te llevo al hotel para que descanses

El rostro del extranjero se iluminó como el de un niño con un dulce

-¡Será un verdadero honor, señora Núñez

Romeo se inclinó hacia Inés con una intimidad que hizo que el estómago de Irene se revolviera. Su mano se posó posesivamente en la cintura de ella

-Ten cuidado, linda

Inés asintió con una sonrisa cómplice antes de marcharse con James. Ni una sola vez se dignó a mirar a Irene, como si la pianista en ropa casual fuera una persona completamente diferente de la mujer elegante que había tocado para ellos, o quizás simplemente había decidido que no existía

Irene los observó alejarse, su labio inferior atrapado entre sus dientes. El recuerdo de su primer encuentro con Inés seguía fresco: era imposible negar que era una mujer impresionante. ¿Era ese el tipo de mujer que Romeo admiraba? La forma en que la miraba, con ese brillo de 

apreciación y favoritismo en sus ojos, era algo que Irene jamás había experimentado durante 

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Capitulo

su matrimonio

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¿Qué lugar ocupaba ella en la vida de Romeo? Él ni siquiera intentaba disimular su fascinación por Inés, exhibiéndola descaradamente frente a su propia esposa. ¿Qué pensaba realmente de ella

Bajo ligeramente la cabeza, dejando al descubierto la delicada curva de su cuello, ahora teñido de un suave rosa por la alteración de la discusión. La mirada de Romeo se detuvo involuntariamente en esa porción de piel expuesta. El vestido que llevaba esa noche la transformaba por completo, y esa imagen se negaba a abandonar su mente

Su garganta se tensó mientras daba un par de pasos hacia ella. Con un gesto que intentaba parecer casual, sacó las llaves del auto de su bolsillo

-¿Ya prendiste el coche

Era una pregunta retórica, un pretexto apenas velado para ofrecerle llevarla a casa. Pero Irene no mordió el anzuelo

-No tenemos nada que ver más allá de los papeles del divorcio -su voz era cortante-. Si 

manejo o no, ya no es asunto tuyo

El rostro de Romeo se endureció, la irritación tensando cada músculo de su mandíbula. Que él se dignara a dirigirle la palabra ya era un acto de condescendencia, ¡y ella se atrevía a rechazarlo

-¡Ya me colmaste la paciencia, Irene! -su tono era áspero, completamente distinto al que usaba con Inés-. ¡No seas malagradecida

Ver ese contraste tan marcado en su trato hacia otras personas desató en Irene una oleada de * emociones que amenazaba con ahogarla. Su garganta se cerró, las lágrimas pugnando por escapar de sus ojos

-¿Qué es eso? ¿Hay ratones por aquí? -la voz estridente de Natalia cortó la tensión

Dio vueltas alrededor de Irene como una leona protegiendo a su cría. Con un horror exagerado y teatral en su rostro, alzó la voz lo suficiente para asegurarse de que Romeo la escuchara

-¡Ay, amiga! ¡Si ves una rata y no sales corriendo es porque ya no te da miedo que te muerda

Natalia, mimada hasta el exceso por su familia, había perdido todo sentido de precaución social. No existía en Puerto del Oeste persona a quien temiera enfrentar. Y aunque los Barragán no igualaban el poder de los Castro, sus negocios estaban lo suficientemente entrelazados como para que Romeo tuviera que morderse la lengua

Consciente de esta ventaja, Natalia era temeraria. Mientras Irene sufría por la indiferencia de Romeo, ella aprovechaba cada oportunidad para lanzar sus dardos envenenados. Lo que antes eran indirectas sutiles, ahora se había convertido en un desafío abierto

Irene, temiendo las consecuencias de provocar la ira de Romeo, agarró el brazo de su amiga

-Vámonos ya, Nati

Capitulo

Natalia lanzó una última mirada fulminante a Romeo. Sus labios se movieron sin sonido, pero el mensaje de desprecio era inequívoco

Ya en el auto, cuando Irene pensaba que la tormenta había pasado, Natalia bajó la ventanilla y gritó con todas sus fuerzas

-¡Óyeme bien, Romeo Castro! ¡Nuestra Irene va a ser una diseñadora increíble! ¡no la 

mereces

El pánico golpeó a Irene como una ola. Con dedos torpes y el corazón martilleando en su pecho, se estiró para cerrar la ventanilla mientras suplicaba a Natalia que arrancara

El auto se alejó, dejando a Romeo de pie en la acera. Las palabras de Natalia resonaban en sus oídos mientras su mirada afilada se perdía en el resplandor de los anuncios de neón. Después de un largo momento, sacó su celular

-Gabriel -su voz era cortante-. ¿Qué estudió la señora en la universidad

Hubo un momento de silencio en la línea antes de que la voz de Gabriel respondiera

-Diseño de interiores, señor

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