Al Mal esposo 85

Al Mal esposo 85

Capítulo 85 

Las últimas noches apenas había podido concentrarse en el trabajo. La presencia de Romeo se había convertido en una sombra que la perseguía hasta en sus pensamientos. El pañuelo que llevaba al cuello para ocultar la marca se sentía como un recordatorio constante, apretándole cada vez que bajaba la cabeza. Una prisión de seda que no podía quitarse

Para el viernes por la tarde, cuando la marca casi se había desvanecido, por fin pudo liberarse de esa tela que la había estado sofocando toda la semana

Lisa, preocupada por las apariencias, insistió en acompañar a Irene a tomar las medidas en casa de Inés. Como si no confiara en dejarla ir sola

– 

-Te llevo en mi coche le dijo Lisa secamente, revisando la dirección que Inés le había mandado por WhatsApp

El ambiente dentro del auto se volvió tan frío como una mañana de invierno. Lisa, con su desprecio apenas contenido, e Irene, sin ningún deseo de iniciar una conversación que sabía sería incómoda

Sentada en el asiento trasero, Irene abrió los mensajes de Yolanda. Las palabras de su madre la golpearon como bofetadas

-¿Cómo puedes hacerle esto a tu padre

-Está furioso, dice que no te educamos bien

-Nunca fuiste bien recibida en la familia, y aun así te consentí, te malcriéEse fue mi error

El remordimiento en las palabras de Yolanda le helaba la sangre. ¿Consentirla? ¿Malcriarla? Los recuerdos se agolparon en su mente como una película amarga

Irene, pórtate bien para que le caigas bien a tu papá y a tu abuela.” 

Irene, obedece, no contestes.” 

Irene, si no haces esto, tu papá se va a enojar.” 

Además de los mensajes de texto, había varios de voz que ni siquiera se había atrevido a escuchar. El último mensaje, enviado en la madrugada, era como una daga directo al corazón

Irene, me has decepcionado tanto.” 

Sus dedos se detuvieron sobre la pantalla. Responder significaría rendirse, volver a ser la misma de antes, seguir el guion que César había escrito para ella: regresar arrastrándose ante Romeo, suplicar perdón, continuar siendo esa esposa despreciable que él tanto despreciaba

El solo recordar la manera en que Romeo la miraba, con esa mezcla de desdén y hastío, era como si le clavaran agujas en el pecho. Se masajeó las sienes, intentando procesar la avalancha de emociones que los mensajes de Yolanda habían desatado

A pesar de todo, eran sus padres. Y estaba DanielNo quería cortar lazos completamente

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Pero mientras siguiera casada con Romeo, cualquier acercamiento a la familia Llorente solo traería más problemas

El acuerdo de divorcio que había enviado seguía sin respuesta, flotando en el limbo como una hoja al viento. Romeo y sus intenciones seguían siendo un misterio impenetrable. ¿Cómo avanzar cuando el otro lado se negaba siquiera a dar una señal

El auto se detuvo de golpe

Lisa se desabrochó el cinturón con un movimiento brusco

-Ya llegamos

Antes de que Irene pudiera reaccionar, Lisa ya había bajado del auto, dejándola sola con sus pensamientos. Tomó su bolso y la cinta métrica electrónica apresuradamente, siguiendo los pasos de Lisa

Pero al levantar la vista, el mundo pareció detenerse. El aire se le congeló en los pulmones. ¿Valle Áureo

Giró la cabeza, incrédula, absorbiendo cada detalle del lugar. La mansión a media ladera, el exclusivo complejo de ocho villasNo había error posible. Esta era su casa matrimonial. Cada rincón, cada detalle había sido diseñado por ella misma con tanto amor y cuidado

¿Cómo podía ser esta la casa de Inés? ¿Qué necesidad había de remodelar algo que ella misma había diseñado

-¿Qué tanto te quedas ahí parada? Ven a tocar el timbre -la voz irritada de Lisa la sacó de su trance

Una chispa de esperanza, pequeña y temblorosa, se encendió en su pecho. Tal vez solo se reunirían aquí momentáneamente. Quizás Romeo había comprado otra villa cercana para Inés. Cualquier cosa sería mejor que pensar que élque él hubiera entregado su hogar matrimonial a Inés

El corazón le latía tan fuerte que podía escucharlo en sus oídos. Cada paso hacia la puerta era como caminar sobre cristales rotos, cada escalón una nueva punzada de dolor

 

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