Al Mal esposo 8

Al Mal esposo 8

Capítulo

El extranjero soltó una carcajada estruendosa que resonó por todo el restaurante

-¡Pero qué pareja tan adorable hacen ustedes dos! -exclamó James O’Malley, quien a pesar de no haber logrado mucho en términos de negocios, parecía determinado a halagar a Romeo 

e Inés sin descanso

Un músculo se tensó en la mandíbula de Romeo ante el comentario. La descripción le resultaba inapropiada, pero considerando que O’Malley era extranjero y su dominio del idioma era limitado, no valía la pena hacer ninguna aclaración

Inés dejó escapar una risa musical, sus ojos brillando con un destello de triunfo apenas disimulado

-James, por favor, me apenas con tus comentarios

Desde su lugar junto al piano, Irene forzó una sonrisa mecánica mientras apartaba la mirada de Romeo. El nudo en su garganta se apretaba con cada segundo que pasaba. Después de ese primer vistazo al entrar, él ni siquiera se había dignado a mirarla de nuevo. Era como si temiera que con solo posar sus ojos en ella, todos descubrirían que era su esposa, una verdad que claramente le causaba vergüenza

Sus dedos acariciaron las teclas del piano de Natalia, ese instrumento que su amiga atesoraba y rara vez permitía que otros tocaran. Para estas personas de la alta sociedad, ella no era más que un entretenimiento de fondo, algo prescindible

Era momento de marcharse, pero sus piernas se negaban a responder. Sus ojos permanecían fijos en Romeo, quien fumaba con una tranquilidad estudiada, como si ella no existiera

El sonido de tacones acercándose la sacó de su trance. Inés se había levantado y ahora caminaba hacia ella con pasos medidos, su cartera de diseñador meciéndose suavemente. Con un movimiento fluido, extrajo un fajo de billetes de cien y se lo extendió a Irene

-Tocaste maravillosamente. Considera esto una propina de parte de mi novio y mía

Las palabras de Inés, pronunciadas en voz baja, eran como agujas envenenadas. Novio. Propina. Cada sílaba era un golpe calculado. Irene levantó la mirada hacia ella, encontrando en su rostro una serenidad que apenas ocultaba su satisfacción. No había duda: Inés sabía exactamente quién era ella, y probablemente estaba detrás de aquel video anónimo

La rabia comenzó a burbujear en su interior. Podía soportar la indiferencia de Romeo, pero las provocaciones veladas de Inés eran otra cosa. Estaba a punto de responder cuando- 

-¿Qué esperas? ¿No te piensas ir? -la voz cortante de Romeo atravesó el aire entre ellos

Sus ojos oscuros se clavaron en ella con una advertencia inequívoca: si tenía un mínimo de sentido común, no debería estar buscándolo en lugares como este. Debería volver a casa

admitir su error

Ese gesto fue suficiente para que Irene reaccionara. Con dedos temblorosos, tomó el dinero 

21:45 

Capitulo

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que Inés seguía sosteniendo y se puso de pie. La confianza que emanaba Inés provenía de Romeo, y contra eso no tenía forma de competir. ¿Para qué preservar un orgullo que ya estaba hecho pedazos? El dinero, al menos, serviría para algo

Regresó al salón principal y continuó tocando hasta las diez, cuando terminó su turno. Mientras Natalia iba por el auto, ella se cambió y esperó en la entrada. La noche de principios de otoño se sentía especialmente fría, o quizás era solo el vacío en su pecho. Se abrazó a misma, su mirada perdida en la calle desierta

El sonido de pasos firmes a su espalda le erizó la piel. Romeo se detuvo a su lado, sacando un cigarrillo con movimientos pausados y colocándolo entre sus labios

La observó de reojo, el humo escapando entre sus palabras

-No vuelvas a buscarme en lugares como este. Si tienes algo que decir, hazlo en la casa

Irene lo miró de soslayo. El hombre a su lado, una cabeza más alto que ella, parecía bañado en oro bajo las luces de la entrada. Sus rasgos aristocráticos se acentuaban mientras mordía el cigarrillo, y esa aura de arrogancia perezosa que lo rodeaba golpeó el corazón adormecido de Irene, haciéndolo latir dolorosamente. Cuanto más vivo se sentía su corazón, más consciente era del dolor

La idea de que él asumiera que había venido por él, que la considerara tan insignificante y predecible, le revolvió el estómago

-Te equivocas, vine a ayudar a Nati

Dio un paso al costado, creando distancia entre ellos. Los ojos de Romeo se oscurecieron, el humo deslizándose entre sus labios apretados

-No me importa el motivo. No debes venir aquí, ¡no me hagas quedar en ridículo

-Nuestro matrimonio es un secreto, nadie sabe que soy la señora Castro. Si tanto te molesta mi presencia, mañana mismo podemos ir a firmar el divorcio

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