Capítulo 76
La mirada de Inés se detuvo en el cuello de Romeo, donde un arañazo asomaba a medias bajo el cuello de su camisa. Su corazón se hundió como una piedra en agua turbia.
Romeo tomó los documentos de sus manos sin dignarse a mirarla.
-Ha habido algunos retrasos.
Se sentó tras su escritorio y comenzó a revisar los papeles, ignorándola deliberadamente.
Inés se acercó al escritorio, apoyando sus manos en el borde con estudiada casualidad.
-¿Me das permiso de salir temprano hoy? Tengo que ver a los de la decoración.
Sin levantar la vista, Romeo respondió con tono cortante.
-Organízate como quieras, mientras termines tu trabajo.
-¿No quieres venir a ver? Al fin y al cabo, es tu casa.
Inés se inclinó hacia él, sus ojos brillando con esperanza mal disimulada. La idea de aparecer juntos frente a Irene la emocionaba.
“Así se acabarían las marcas de esa mujer en el cuerpo de Romeo“, pensó con amargura. Ver ese arañazo la volvería loca de celos.
-No tengo tiempo.
La voz de Romeo sonaba agotada. Los encuentros con Irene lo habían dejado sin energía para nada más que el trabajo.
La decepción empañó los ojos de Inés, pero se esforzó por mantener un tono despreocupado.
-Bueno, entonces lo decoraré a mi gusto.
-Ajá.
Al salir de la oficina, Inés marcó de inmediato a Lisa para cerrar el contrato de decoración esa tarde en Estudio Píxel & Pulso. Lisa, al ver que Irene no había terminado los documentos pendientes, aceptó sin dudarlo.
A las ocho y media en punto, Irene llegó a la oficina. No bien se había sentado en su escritorio cuando Lisa apareció frente a ella.
-Te dije que si no terminabas esos documentos, no te ibas.
Irene frunció el ceño.
-Perdón, tuve una emergencia anoche y no pude quedarme. Hoy sin falta los termino.
Los ojos de Lisa brillaron con malicia.
-Ya es muy tarde para disculpas.
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Capítulo 76
-Lo siento mucho, pero no puedes correrme por esto.
Irene había reflexionado durante todo el camino: si Lisa quería hacer un drama de esto, no se iba a dejar intimidar.
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La tensión entre ambas era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Los demás empleados observaban de reojo, preocupados. Era insólito que una recién llegada se atreviera a enfrentar así a su superior directa.
Pero Lisa, contra todo pronóstico, no montó el escándalo que todos esperaban.
-Te voy a dar otra oportunidad. Hoy viene un cliente importante. Si logras dejarlo satisfecho, te quedas y ya no te molesto más.
-Lisa, eso es ponerme entre la espada y la pared.
Irene veía claramente la trampa. Apenas era una asistente de diseño en su segundo día. ¿Cómo pretendían que manejara sola a un cliente? Los que acudían a Estudio Píxel & Pulso eran todos de alto perfil, acostumbrados a tratar con los diseñadores más reconocidos. Si fallaba y Lisa la culpaba, su despido estaría prácticamente garantizado.
-No existe ninguna regla que diga que despedirán a una practicante por no cerrar un trato. Si el cliente resulta imposible, la que pierde soy yo. Si lo logras, el mérito es tuyo. Satisfacer al cliente depende de tus habilidades, y esta es tu única opción.
Lisa destruyó metódicamente cada una de sus objeciones, cortándole toda vía de escape.
Irene sopesó sus opciones. Rechazar significaría darle a Lisa la excusa perfecta para un enfrentamiento directo, lo que la dejaría en una posición aún más vulnerable. Mejor aceptar el reto, después de todo, como Lisa había dicho, un fracaso no podría atribuírsele oficialmente.
Esa tarde, mientras caminaba junto a Lisa hacia la sala de espera, el corazón de Irene dio un vuelco. Sentada en el lugar principal, con aire de reina en su trono, estaba Inés. Los párpados de Irene comenzaron a temblar involuntariamente.
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