Al Mal esposo 72

Al Mal esposo 72

Capítulo 72 

Era evidente que Gabriel se había encargado de cambiarle la ropa, pues el aroma a alcohol que emanaba de su cuerpo era mucho menos intenso que el que impregnaba la planta baja

La pijama gris se amoldaba a su cuerpo atlético como una segunda piel, resaltando su figura imponente. Su rostro, aún en el sopor del alcohol, mantenía ese aire de masculinidad que siempre la había cautivado. Sus labios, ligeramente entreabiertos, parecían invitarla a recordar lo que se esforzaba por olvidar

Esos días de ausencia se notaban en la sombra azulada que cubría su mentón, una barba incipiente que, muy a su pesar, lo hacía lucir aún más atractivo

Su respiración era profunda y acompasada, el pecho subiendo y bajando con un ritmo hipnótico. Un tenue rubor teñía las comisuras de sus ojos, delatando que había bebido considerablemente, aunque no lo suficiente para poner en riesgo su vida

Irene inhaló profundamente, intentando controlar el temblor de sus manos mientras se inclinaba para limpiarle el rostro con la toalla. Al observarlo más de cerca, sintió cómo su corazón, que había estado latiendo desbocado desde la llamada de Gabriel, comenzaba a tranquilizarse

Debería irme ahora mismo, pensó, mordiéndose el labio inferior. Sin embargo, aprovechando su aparente estado de inconsciencia, se convenció a misma de que podía permitirse unos minutos más para dejarlo presentable antes de marcharse

Con movimientos delicados, pasó la toalla tibia por sus mejillas. Sus dedos, temblorosos, desabrocharon algunos botones de la pijama para limpiar su cuello y pecho. El viaje apresurado hasta la villa, con la ventanilla del auto entreabierta para que el aire frío despejara su mente, había dejado su cuerpo casi entumecido

Cuando sus dedos helados rozaron el pecho de Romeo, las espesas pestañas de él se estremecieron. En un movimiento instintivo, su mano se alzó para atrapar la muñeca de Irene, mientras sus ojos se entreabrían con pesadez

Lo primero que captó su mirada fueron las facciones delicadas de Irene, bañadas por la luz de la habitación que le confería un aura casi etérea. El pánico destelló en los ojos cristalinos de ella al verse descubierta

Intentó retirar su mano con un movimiento brusco, pero él, lejos de permitírselo, la atrajo hacia su pecho con firmeza. La falda entallada que apenas rozaba sus rodillas y la blusa blanca que llevaba puesta no estaban preparadas para el forcejeo. En el momento en que su cuerpo fue presionado contra el torso de Romeo, dos botones de su blusa cedieron ante la presión, revelando un sostén de encaje rosa que apenas contenía sus curvas

La piel de Irene, blanca y suave como porcelana, era una tentación que Romeo no podía resistir. Ella, con la oreja rozando el mentón masculino, sentía cómo la barba incipiente le provocaba una mezcla contradictoria de dolor y placer

Capítulo 72 

Recuperando la lucidez, intentó incorporarse. Romeo, anticipando su huida, la sujetó por la cintura con su mano libre, manteniéndola cautiva contra su cuerpo. Ella apoyó las manos en su pecho, alzando el rostro para enfrentarlo

Él permaneció en silencio, pero al encontrarse con esos ojos húmedos, su mente se inundó de recuerdos apasionados. Sin mediar palabra, sus labios se apoderaron de los de ella. El sabor dulce del labial cereza se fundía con las notas intensas del aroma masculino de Romeo, creando una mezcla embriagadora que amenazaba con consumirla por completo

Irene luchaba contra misma tanto como contra él, incapaz de liberarse de sus brazos pero tampoco cediendo completamente. Su resistencia solo conseguía encender aún más el deseo de Romeo, aumentando su urgencia por poseerla

Frustrado por su reluctancia, abandonó sus labios para hundir el rostro en su pecho. Su aliento ardiente se colaba por el escote, erizando su piel

Irene sintió cómo su determinación se desmoronaba. Con voz entrecortada, casi un susurro, dejó escapar las palabras que había estado conteniendo

-¡No juegues conmigo! ¿Todo esto fue un engaño para traerme de vuelta

Romeo incrementó la presión en su cintura mientras sus ojos recorrían cada centímetro de su 

atuendo con descaro

-¿Un engaño? No me hagas reír. viniste por tu propia voluntady vestida así

Era cierto que había bebido en exceso, y que Gabriel, preocupado por dejarlo solo, había llamado a Irene mintiendo sobre su estado. También era cierto que él no había hecho nada por 

impedirlo

Su mano se deslizó por la falda que no había notado antes. La suavidad de la tela y el calor que emanaba del cuerpo de Irene le provocaron un nudo en la garganta. Sus ojos, nublados por el deseo, se detuvieron en las curvas que la prenda delineaba

La noche estaba avanzada y ella había acudido vestida de esa manera¿y aún pretendía 

hacerse la inocente

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Comment

  1. Dy says:

    🤦🏻‍♀️ tan tonta, para eso existen las ambulancias y ella no es doctora.

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