Capítulo 61
Romeo recorrió el documento de divorcio con una mirada desdeñosa, sus dedos largos hojeando las páginas con estudiada indiferencia. Una risa amarga brotó de su garganta, el sonido cortando el aire como una navaja.
-¿De verdad crees que con esta jugadita voy a mover cielo y tierra por Daniel? Por lo que veo, en tu familia la estupidez viene de familia.
Irene mantuvo su postura firme, aunque sus dedos se crisparon ligeramente al escuchar el tono
mordaz de Romeo.
-Esto no tiene nada que ver con Daniel.
Romeo se inclinó para recoger el documento, su figura alta proyectando una sombra amenazante sobre Irene. Sus ojos oscuros se detuvieron en la sección de distribución de bienes. La última vez no había sido necesario un acuerdo; si hubieran procedido con un divorcio exprés, ella se habría quedado sin nada. Pero ahora, ahí estaba: cinco millones.
Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios mientras dejaba caer el documento con desprecio.
-Vaya, vaya… cambiando de estrategia, ¿eh? ¿Ahora qué es lo que realmente quieres?
Irene apretó los puños a sus costados, conteniendo la frustración que amenazaba con
desbordarla.
-No le busques cinco pies al gato. Solo quiero el divorcio, así de simple.
El rostro de Irene reflejaba su hartazgo. Odiaba cómo él siempre distorsionaba sus intenciones, reduciéndolas a ‘hacer escándalo‘ o a algún tipo de manipulación.
-Ya córtale con el teatrito, Irene.
Romeo extrajo un cigarrillo de su bolsillo con movimientos precisos y elegantes. La llama del encendedor iluminó brevemente su rostro anguloso, revelando esas finas líneas alrededor de sus ojos que lo hacían parecer más atractivo, más maduro. Irene sintió una punzada en el pecho; cada mirada hacia él era como una aguja atravesándole el corazón.
-No quiero desperdiciar el resto de mi vida en un matrimonio muerto. Lo que yo quiero es…
Las palabras se le atoraron en la garganta. Quería el amor de Romeo, pero sabía que jamás lo tendría. ¿Qué caso tenía humillarse diciéndolo en voz alta? A él solo le importaba descubrir qué supuesta agenda oculta tenía ella esta vez.
Romeo dispersó el humo que lo rodeaba con un gesto impaciente y apagó el cigarrillo a medio
fumar.
-Ya suéltalo de una vez, ¿qué es lo que quieres? ¿Hacerme sentir culpable? ¿Es eso?
Con un movimiento despectivo, lanzó el documento de divorcio al bote de basura. Le dedicó una última mirada penetrante mientras se dirigía a la puerta.
Capitulo 61
-Me voy de viaje de negocios unos días. Cuando regrese, espero que ya hayas entrado en razón y vuelvas a ser la de antes.
El eco de sus pasos se desvaneció, tragado por el sonido seco de la puerta al cerrarse.
La noche se cernía sobre la ciudad, y el viento frío se llevaba consigo los restos del aroma a tabaco que Romeo había dejado. Él se detuvo un momento en el jardín, reflexionando.
Daniel acababa de perder un juicio, e Irene estaba de un humor de los mil demonios. ¿Quién sabía qué otras locuras se le ocurrirían? Si se negaba a sus demandas, probablemente aprovecharía para armar un escándalo, sacando a relucir las viejas tácticas de César para fastidiarlo.
Mejor marcharse ahora. Con suerte, ella captaría la indirecta y se tranquilizaría durante su ausencia. Que dijera de una vez por todas qué era lo que realmente pretendía.
Su paciencia tenía límites, y ya estaba rozando el borde.
Firmar ese divorcio solo provocaría un drama innecesario. Ella terminaría llorando desconsolada, rogándole que la perdonara. ¿Para qué pasar por todo ese circo?
Antes de subir al Maybach, sus ojos se desviaron involuntariamente hacia el interior de la casa. A través de las ventanas, la luz artificial dibujaba la silueta delgada y frágil de Irene, inmóvil como una estatua en medio de la sala.
El motor del auto rugió suavemente mientras se alejaba.
Irene no hizo ningún intento por detenerlo. Su mirada estaba clavada en el documento de divorcio que asomaba desde el bote de basura.
¿Qué más necesitaba hacer para que Romeo entendiera que realmente quería el divorcio?
¿En qué momento le había dado motivos para pensar que estaba fingiendo o que buscaba sacarle algo?
Durante dos años, él nunca se había molestado en mirarla realmente. No la conocía en
absoluto.
Estaba claro que el asunto del divorcio se alargaría. Esta vez esperaría a que Romeo la buscara.
La última vez había salido tan precipitadamente que había dejado muchas cosas atrás.
Esta vez, se aseguraría de no dejar nada.