Al Mal esposo 60

Al Mal esposo 60

Capítulo 60 

El tribunal se alzaba como una fortaleza gris en las afueras de la ciudad, solitario y amenazante bajo el cielo nublado. Solo un autobús llegaba hasta allí, serpenteando por calles cada vez más desiertas, como si el edificio mismo ahuyentara la vida a su alrededor

Irene permaneció de pie en la parada, su bolso apretado contra el pecho como un escudo. Los diez minutos de espera se estiraron como una eternidad mientras el viento frío le mordía las mejillas y jugaba con los mechones sueltos de su cabello

Sentada junto a la ventana del autobús, observaba cómo la ciudad se desdibujaba ante sus ojos. El movimiento rítmico del vehículo la arrulló en una especie de trance, y fue entonces cuando la revelación la golpeó como una ola: después del divorcio, no habría nostalgia. No 

habría nada que extrañar

Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga. Dos años de matrimonio condensados en una casa vacía de recuerdos. Comidas silenciosas en la mesa del comedor, noches frías en una 

cama que se sentía demasiado grande, y un espacio entre ellos que crecía día tras día, invisible pero innegable

Las manos le temblaron ligeramente mientras se las miraba, posadas sobre su regazo. ¿Cómo había permitido que su vida se redujera a eso? Dos años. Setecientos treinta días desfilando como una sombra por los pasillos de esa casa, consolándose con la idea de que al menos podía verlo antes de dormir y al despertar. Como si la mera presencia física de Romeo bastara para llenar el vacío que crecía en su pecho

No sabía cuánto tiempo le tomaría olvidarlo. Quizás los recuerdos se desvanecerían como la niebla matutina, o tal vez se quedarían grabados en su memoria como cicatrices. Pero una cosa tenía clara: ya no sería un accesorio más en la vida de Romeo Castro. No seguiría siendo la máscara perfecta tras la cual él ocultaba su romance con Inés, la fachada inmaculada de su 

mentira

Durante horas, dejó que el autobús la llevara por cada rincón de Puerto del Oeste, como si en cada vuelta pudiera desprenderse de un fragmento de su vida anterior. El sol comenzaba su descenso cuando finalmente decidió volver a casa, las sombras alargándose sobre el asfalto como dedos que intentaban alcanzarla

Su corazón dio un vuelco al ver el Maybach negro estacionado en el patio, brillante y amenazador como una pantera al acecho. A través del ventanal, la figura alta de Romeo se recortaba contra la luz mortecina de la sala. Estaba al teléfono, su postura rígida delataba la tensión que emanaba de él. Con cada palabra que escuchaba, su mandíbula se tensaba más, como si estuviera conteniendo una tormenta

Sus dedos largos y elegantes apretaban el teléfono con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. La voz de César, su padre, brotaba del auricular, cargada de desesperación

-¡Por el amor de Dios, Romeo! Daniel es nuestro único hijo. Si termina tras las rejas, nos vas a destrozar la vida a Irene y a . Mi hija ha estado contigo todos estos años, ¿no cuenta eso 

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para nada? Ha aguantado lo inaguantable¿y te vas a quedar tan tranquilo? No me importa cómo le hagas, pero tienes que sacarlo de ahí. La cárcel no es para alguien como él… 

Romeo pasó una mano por su rostro, la irritación visible en cada línea de su expresión

-Si tienes algún problema con esto, háblalo con Gabriel. Él te va a explicar cómo están las 

cosas

La respuesta de César no se hizo esperar, su voz ahora teñida de amenaza

-¿No crees que nos debes una explicación? ¿Cómo puede Irene darle la espalda a Daniel y todavía mirarnos a la cara? Si siguen portándose así de crueles, voy a ventilar todo sobre su matrimonio. ¡Ya es hora de que mi hija ocupe el lugar que le corresponde

Un silencio se instaló en la sala. Los ojos de Romeo se endurecieron como obsidiana

-¿Una explicación? Haz lo que se te la gana, siempre y cuando estés dispuesto a aguantar lo que venga después

Sin esperar respuesta, cortó la llamada y arrojó el celular al sofá como si le quemara las manos. Se llevó los dedos al puente de la nariz, intentando contener la ira que amenazaba con 

desbordarse

El sonido del cerrojo electrónico cortó el aire como un cuchillo

Irene apareció en el umbral de la sala, todavía con los zapatos puestos, como si no planeara quedarse. Sus ojos claros se posaron en Romeo con una serenidad que parecía surgir de las profundidades de un lago congelado. Esa calma antinatural hizo que algo dentro de Romeo se contrajera dolorosamente, como si alguien hubiera agarrado su corazón y lo hubiera estrujado hasta vaciarlo

El silencio se extendió entre ellos como un abismo. Finalmente, Irene se acercó a la mesa y depositó un documento sobre la superficie pulida. Sus dedos, delgados y pálidos, lo empujaron suavemente hacia él

-Ya lo firmé. Es tu turno

El acuerdo de divorcio yacía entre ellos como una sentencia de muerte para lo que alguna vez habían sido

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