Capítulo 3
La mandíbula de Romeo se tensó visiblemente, sus nudillos blanqueándose mientras apretaba los puños.
-¿Me estás reclamando por el dinero que gasté en ella? ¿En serio? -su voz destilaba veneno-. Le invertí cientos de miles y todavía tengo que pedirte permiso. Pero cuando tu familia me desfalcó millones, ¿dónde estabas tú para llevar las cuentas?–
Irene sabía que era verdad. A pesar de ser un matrimonio secreto, la familia Llorente había encontrado formas de extraer dinero de Romeo. Pero esto era diferente. El nudo en su garganta
se apretó mientras buscaba las palabras.
-No es lo mismo -sus manos temblaban-. ¡Soy tu esposa! ¿Cómo puedes comparar lo que
tienes con ella con nuestro matrimonio?
-¡Tú eres la que no tiene comparación con ella! -la mirada de Romeo era como hielo, cada palabra una daga que se clavaba en su pecho-. Lo que gasté ayer en su fiesta no es ni la décima parte de lo que ella genera para la empresa. ¿De verdad crees que estás a su nivel?
El corazón de Irene se desgarró con cada palabra. La frialdad en los ojos de Romeo era algo que nunca había visto antes. ¿Dónde estaba el hombre que perdía el control entre las sábanas, el que le susurraba palabras dulces al oído? Era como si fuera otra persona.
Sus ojos comenzaron a arder mientras las lágrimas amenazaban con derramarse.
-Si es tan perfecta, ¿por qué no te casaste con ella? -su voz se quebró-. ¿Por qué te casaste conmigo? ¿No fue porque me querías?
A través del velo de lágrimas, apenas distinguía la silueta de Romeo, pero su indiferencia era palpable, como una pared entre ellos. Su silencio gritaba la verdad: ¿cómo pudo ser tan ingenua para creer que él la había querido alguna vez?
Romeo soltó un suspiro exasperado.
-¿Ya terminaste con tu drama?
Pasó junto a ella como si fuera un mueble más, dirigiéndose hacia las escaleras. Ese gesto de desprecio fue la gota que derramó el vaso.
-¡Quiero el divorcio! -las palabras brotaron de su garganta como cristales rotos, sus ojos
cerrados con fuerza mientras reunía todo su valor.
No podía seguir en un matrimonio sin amor. Desde el principio de la discusión, Romeo ni siquiera había mencionado a Inés, como si todo fuera un capricho sin sentido de ella. No tenía caso mostrarle el video del hotel; él nunca lo admitiría. Solo conseguiría más humillación.
Romeo se detuvo en seco.
-Cincuenta mil al mes para tus gastos. Lo único que tienes que hacer es mantener la casa y dormir conmigo -su ceño se frunció con disgusto-. ¿Qué más quieres?
ט1
Capítulo 3
Para él, el dolor de Irene no era más que un berrinche sin importancia.
-¿Un trato? -las lágrimas ardientes rodaban por sus mejillas mientras enfrentaba su mirada -¿Eso es lo que buscabas? ¿Una sirvienta con beneficios?
¿Era eso un matrimonio? ¿Dinero a cambio de su cuerpo? La única diferencia con la prostitución era un papel firmado. Al recordar la elaborada fiesta de cumpleaños que había organizado para Inés, todo quedó claro: en los ojos de Romeo, ella solo merecía ese tipo de arreglo comercial.
Los labios de Romeo se curvaron en una sonrisa cruel.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Regresar con la familia Llorente como la niña rica que eras? No seas ridícula, Irene. Ubícate en tu realidad.
-Tengo dos manos y dos pies, puedo salir adelante sin necesidad de volver con ellos.
Irene se secó las lágrimas con el dorso de la mano y subió las escaleras decidida. Del fondo del vestidor sacó una maleta blanca y comenzó a meter su ropa sin orden ni concierto. Todo era mejor que volver a esa casa donde su padre la trataba con frialdad y su madre agachaba la
cabeza ante todo.
Romeo la siguió hasta la habitación, su rostro una máscara de tensión contenida. No hizo ningún intento por detenerla mientras la observaba empacar.
A las cuatro de la madrugada, con la oscuridad total al otro lado de las ventanas contrastando con la luz artificial de la habitación, Irene cerró la maleta. Su rostro estaba pálido como la cera cuando salió del vestidor.
Romeo se interpuso en su camino por un momento.
-No tengo paciencia para estos juegos, Irene. No esperes que vaya a rogarte que vuelvas.
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