Capítulo 298
Romeo arrojó sobre la mesa un título de propiedad y un contrato de diseño. El sonido seco del papel golpeando la superficie reverberó en el silencio de la sala.
-Aquí está tu nuevo “caso” pronunció con ese tono mordaz que Irene conocía tan bien.
El departamento en cuestión era el mismo que Inés había incendiado en Valle Aureo, ese espacio que permanecía como un recordatorio tangible de una de las peores noches de su vida. Ahora estaba ahi, abandonado, esperando una renovación que Romeo astutamente había decidido poner en manos de Irene.
Al reconocer la dirección en los documentos, los recuerdos del incendio la golpearon como una oleada de aqua helada. El color abandonó su rostro mientras sus dedos se crispaban
imperceptiblemente sobre su regazo.
-No voy a aceptarlo su voz surgió firme a pesar del temblor interno que la sacudía.
Romeo entrecerró los ojos. La penumbra que se instaló en su rostro contrastaba violentamente con la palidez de ella.
-Si así lo quieres, entonces presentaré una queja formal -su mandíbula se tensó
visiblemente. Es curioso cómo no tienes problema en sonreírle a los Aranda cuando te hacen. “favores“, pero conmigo…
Lucas, que había estado observando la escena desde las sombras como un buitre esperando su momento, se apresuró a intervenir. Una sonrisa servil se dibujó en su rostro mientras se dirigía a Romeo.
-¡Por supuesto que acepta el proyecto! -exclamó con falso entusiasmo-. Irene ha estado algo saturada últimamente, pero yo personalmente me encargaré de reorganizar su agenda. Le aseguro que diseñaremos algo excepcional para usted, señor Castro.
Sin molestarse siquiera en revisar el contrato, Lucas le hizo señas insistentes a Irene para que tomara asiento y firmara. Era evidente que había evaluado la situación: un hombre como Romeo, con su poder y recursos, no necesitaba actuar en las sombras si quería manipular algo o a alguien.
-Irene, ¿qué estás esperando? -susurró con urgencia-. Un proyecto así te pondría en la mira
de la central. Te verían como una diseñadora estrella.
Al ver que ella permanecía inmóvil como una estatua, se acercó aún más y bajó la voz hasta que solo ella pudiera escucharlo.
-Además, lo de tu ausencia de ayer todavía está pendiente, ¿eh?
Irene sintió el peso de la realidad sobre sus hombros. Contra el poder del capital, sus opciones eran limitadas. Se sentó con resignación y comenzó a abrir el contrato, pero antes de que pudiera leer una sola palabra, sintió el agarre firme de Romeo sobre su muñeca.
Los dedos de él, con sus nudillos marcados y esa fuerza contenida que siempre parecía a
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Capitulo 298
punto de desbordarse, rodearon su piel delicada. Las callosidades de su palma rozaron el dorso de su mano como una amenaza silenciosa.
-Busco una diseñadora, no una abuela leyendo la letra pequeña -espetó, evidentemente molesto por su cautela.
-¡Ja, ja, ja! -la risa estridente de Lucas llenó el espacio, pero Irene mantuvo su expresión seria. Clavó su mirada en Lucas.
-Jefe, yo me encargo desde aquí. Puede retirarse.
Lucas, dividido entre el temor de que ella no firmara y el deseo de mantenerse al margen de esta guerra matrimonial apenas disimulada, asintió nerviosamente.
-Entonces… los dejo -murmuró antes de escabullirse hacia su oficina.
El silencio se instaló en la sala de descanso. Irene liberó su muñeca del agarre de Romeo con un movimiento deliberadamente controlado.
-¿Qué es lo que realmente quieres, Romeo?
Él se reclinó en el sofá con estudiada indolencia, como un depredador fingiendo desinterés por
su presa.
-Renovar–respondió con simplicidad, pero bajo esa aparente despreocupación, Irene podía percibir su obsesivo deseo de control, ese que había empezado a manifestarse con más fuerza desde que ella solicitó el divorcio. No era sorprendente; durante dos años de matrimonio, ella había existido principalmente para complacerlo, su autonomía completamente subyugada a sus deseos.
-La renovación tiene un proceso establecido -explicó con voz profesional-. Primero hay que hacer las mediciones, luego el diseño, y solo cuando el cliente está satisfecho con la propuesta, se firma el contrato y se realiza el pago.
Sus palabras quedaron flotando en el aire. En cualquier otra tienda, ni siquiera exigirían un anticipo.
-Entonces hagámoslo así -Romeo la miró de soslayo antes de dirigir su atención hacia Gabriel, que aguardaba de pie junto a la puerta como una sombra obediente.
Gabriel captó la señal silenciosa y se acercó para recoger los documentos esparcidos sobre la
mesa.
Irene permaneció sentada, inmóvil. Su mente racional le gritaba que rechazara cualquier trato con Romeo, pero la realidad le susurraba que la resistencia sería fútil.
-¿Señora?-Gabriel se inclinó ligeramente al dirigirse a ella.
Lo miró directamente.
-En adelante, no me llames señora. Soy la señorita Llorente.
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Gabriel titubeó, sus ojos buscando instintivamente la aprobación de Romeo. Al no encontrar una indicación clara, optó por la neutralidad.
-¿Qué necesitamos llevar para hacer las mediciones? Puedo ayudarle con el equipo,
Irene negó con la cabeza,
-No es necesario.
-¿Ah, no? -la voz de Romeo cortó el aire como un látigo- ¿Ahora resulta que el dinero fácil
no te interesa? ¿O será que prefieres seguir trabajando de gata para los Aranda?