Capítulo 290
A pesar del impresionante contrato, la única persona que realmente apreciaba el logro de Irene era Lucas. El resto de la tienda la miraba con recelo, especialmente Margarita, quien no disimulaba sus intentos por arrebatarle los clientes.
La única excepción era Victoria.
Después de años en la tienda, Victoria solo había logrado conseguir trabajos menores que le dejaban unos cuantos cientos de pesos, con suerte mil o dos mil. Sus ojos brillaban con una mezcla de admiración y envidia mientras hacía cálculos mentales.
-Este mes te vas a embolsar una comisión de varios miles -murmuró, sin poder ocultar cierta
añoranza en su voz.
-Pues vamos a festejar, yo invito la comida -respondió Irene con una sonrisa genuina.
Todo había sido cuestión de suerte. La señora Escobar había llegado vestida sin pretensiones justo cuando todos estaban ocupados, dándole la oportunidad perfecta. Y gracias a que la señora entendía el juego sucio de robar clientes, había insistido firmemente en trabajar solo
con ella.
-Bueno, pues antes que nada… ¡felicidades! -Victoria levantó el pulgar con entusiasmo.
Por fin algo le salía bien en el trabajo.
Esa noche, al salir de la tienda, Irene se detuvo en el supermercado para comprar ingredientes para una barbacoa. Quería celebrar un poco con Natalia, quien había pasado todo el día en su casa sobreviviendo apenas con el desayuno que le había dejado.
Los ojos de Natalia se iluminaron al escuchar la palabra “barbacoa“.
-¡Yo te ayudo! -se ofreció entusiasmada.
-Ni te acerques a mi cocina, no vaya a ser que me rompas todos los platos -la voz de Irene destilaba un desdén juguetón.
Lejos de ofenderse, Natalia sonrió traviesamente mientras sacaba su celular.
-¿Y si le marco a mi hermano? ¡Él sí que sabe lo que hace en la cocina!
-Va, está bien -concedió Irene-. Compré suficiente, aunque no es que esté invitando gente nomás para que vengan a hacer el trabajo pesado.
-Mi papá lo ha traído cortito últimamente… -la sonrisa de Natalia se suavizó con preocupación-. Le caería bien distraerse un rato de tanto trabajo.
Al final del día, Natalia no podía evitar preocuparse por su hermano.
El ambiente en el área presidencial de Alquimia Visual era gélido.
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Capitulo 200
Romeo acababa de salir de la ducha, su cabello corto aún húmedo goteaba sobre sus hombros. Su ceño fruncido parecía capaz de congelar el aire mismo. A pesar de haber pasado incontables noches en esa habitación, el espacio se sentía extrañamente ajeno. Estéril. Vacío.
Mientras se secaba y se ponía ropa más cómoda, su mirada se detuvo en la cama
perfectamente tendida. Un escalofrio involuntario recorrió su espalda al recordar el cuerpo delicado de Irene.
Siempre habia sido así, su piel perpetuamente fría sin importar la estación. Y aun así, abrazarla se sentia correcto. Natural. En las noches de invierno, ese frío se convertía en el perfecto antidoto para su ardor interno. Noche tras noche, sus cuerpos danzaban el mismo baile hasta que el calor los envolvía y el sudor perlaba sus pieles.
Dos años no eran tanto tiempo, se repetía a sí mismo. Pero habían sido suficientes para que la presencia de Irene se volviera parte de su rutina. Tanto que ahora su ausencia le provocaba una incomodidad que se negaba a nombrar.
“Es solo costumbre“, se dijo mientras tomaba un cigarrillo de la mesa. “No tiene nada que ver con extrañarla“.
El sabor de la nicotina adormeció sus nervios, pero no logró llenar el vacío que sentía en el pecho. Un vacío puramente físico, se recordó con fiereza. ¡Nada que ver con Irene!
El insistente timbre de su celular lo arrancó de sus pensamientos. Tardó varios tonos en decidirse a contestar.
-Presidente Castro -la voz de Gabriel sonaba tensa-. Ya investigamos al dueño de los números. Los vendió mediante operaciones remotas. La señora hizo algunas llamadas cortas a uno de ellos, y confirmamos que la IP era local, pero más allá de eso… no tenemos pruebas concretas contra la señora Núñez.
La frustración en la voz de Gabriel era palpable. Este caso estaba resultando más complicado de lo esperado.
Los labios de Romeo se tensaron en una línea dura mientras el cigarrillo entre sus dedos brillaba como un ojo rojizo en la penumbra del despacho.
-Mantengan vigilada a Inés. En todo momento -su voz cortó el aire como una navaja helada.
Gabriel sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Cuando el Presidente Castro se ponía así de serio… alguien iba a sufrir las consecuencias.
Si encontraban pruebas contra Inés, solo le esperaba un destino: la destrucción total. Sin piedad. Ni siquiera su posición como subdirectora la salvaría.
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