Capítulo 289
Irene soltó una risa incrédula mientras jugueteaba con la cuchara.
-¿Para qué me necesitaría David? Él ya es diseñador.
Una sonrisa picara se dibujó en el rostro de Natalia mientras se inclinaba sobre la mesa, como quien está à punto de compartir un secreto jugoso.
-No, no, no tiene nada que ver sus ojos brillaban con ese destello característico de quien disfruta compartiendo chismes-. No sé en qué bronca se metió mi hermano, pero mi papá le prohibió terminantemente acercarse a cualquier cosa relacionada con diseño. Tiene algo con qué tenerlo agarrado, porque David no solo agacha la cabeza y obedece, sino que además mi papá lo trae como mandadero, llevándolo a citas a ciegas.
A pesar del evidente deleite de Natalia al contar las desgracias de su hermano, Irene no pudo evitar sentir una punzada de compasión por David.
Natalia sorbió pensativamente su sopa antes de soltar un suspiro dramático.
-¿Qué crees que haya hecho? Mi hermano siempre ha sido tan serio, tan derecho… ¿Será que mi papá solo está exagerando para presionarlo a que se case, o de plano mi hermano tiene un lado oscuro que no conocemos?
-¿No te da cosa hablar así de tu familia?
Irene intentaba mantener la compostura, pero una sonrisa traicionera se asomaba en sus
labios.
-¡Ay, por favor! -Natalia agitó la mano despreocupadamente. ¡Ni que nos estuvieran oyendo! “David debe tener sus razones“, pensó Irene, sospechando que quizás el señor Aranda había descubierto la conexión de su hijo con Estudio Píxel & Pulso. Sin embargo, no podía compartir sus sospechas con Natalia sin estar completamente segura.
En realidad, no le parecía algo tan grave. El hecho de que David pudiera manejar tanto el Grupo Aranda como Estudio Píxel & Pulso solo demostraba su extraordinaria capacidad. ¿No debería el señor Aranda estar orgulloso de tener un hijo así?
Natalia se estremeció al recordar aquel día. Desde la sala en la planta baja, los gritos que bajaban del estudio hacían temblar las paredes. Si su padre solo estaba fingiendo para presionar a David a casarse, merecía un Oscar por su actuación.
-Come antes de que se te enfríe la sopa -Irene le acercó un huevo pochado-. Tu favorito.
Natalia sacudió la cabeza como queriendo alejar esos pensamientos y mordió el huevo, corrigiéndola con la boca medio llena.
-No digas tonterías, ¡tú eres mi favorita!
Irene solo sonrió mientras llevaba su plato vacío a la cocina.
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Capitulo 289
Esa noche, Natalia decidió quedarse. Ambas se acomodaron en la pequeña cama, y entre risas y confesiones susurradas en la oscuridad, Natalia se quedó dormida abrazada al brazo de
Irene.
El silencio nocturno invadió la habitación mientras los eventos del día se reproducían como una pelicula en la mente inquieta de Irene. No sentía remordimiento por sus acciones hacia Romeo, pero la culpa la carcomía cuando pensaba en el resto de la familia Castro.
Especialmente Milagros… Por la mañana, sus ojos brillaban de ilusión ante la perspectiva de un bisnieto. Para la tarde, no solo se había esfumado esa esperanza, sino que además su nuera contemplaba el divorcio. La familia Castro estaba sumida en el caos, y eso era lo último que Irene había deseado. Si tan solo pudiera obtener el certificado de divorcio rápidamente, todos podrían comenzar a sanar.
Pero Romeo… Romeo siempre parecía estar un paso fuera de su alcance.
La preocupación la persiguió hasta sus sueños, donde se vio a sí misma arrastrando a Romeo para firmar el divorcio. En el sueño, él huía despavorido, su espalda alejándose en un estado de pánico que jamás le había visto, como si la mera idea del divorcio fuera impensable.
El estridente sonido del despertador la arrancó de su pesadilla. Su corazón latía acelerado mientras apagaba la alarma con manos temblorosas. “Solo fue un sueño“, se repetía mientras se sentaba en la cama, intentando calmar su respiración. ¿Pero realmente solo era un sueño? Romeo, siempre tan controlado, tan por encima de todo… ¿cómo podría verse tan descompuesto? ¡Y menos frente a ella!
Después de recuperar la compostura, bajó de puntillas para no despertar a Natalia, quien se había envuelto como taco en la cobija y seguía profundamente dormida.
Preparó dos desayunos, dejando uno en el horno para mantenerlo caliente. Comió el suyo rápidamente y salió hacia el trabajo.
La tienda quedaba a diez minutos caminando del centro comercial. El aire fresco de la mañana le ayudó a despejar los últimos vestigios de su inquietante sueño.
Ya en la oficina, se concentró en modificar los diseños para la señora Escobar según las especificaciones acordadas y los envió. Esa misma tarde, la señora Escobar llegó para firmar el contrato, aceptando sin regatear una tarifa de diseño de trescientos sesenta mil pesos.
En cuestión de horas, Irene se convirtió en la sensación de la tienda. En un negocio como ese, conseguir un contrato de más de doscientos mil era considerado todo un logro.
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