Capítulo 280
El tono de Romeo oscilaba entre satisfacción y enojo, dejando a Irene sumida en la incertidumbre. ¿Cuál era la verdad entre todas sus palabras? La duda se arremolinaba en su mente mientras recogía su bolso del suelo, sus dedos temblorosos aferrándose a la correa como si fuera un salvavidas.
El invierno azotaba las calles con su viento gélido. Después de considérar la espera interminable por un taxi, sus ojos se posaron en las llaves del Maybach, aquel costoso regalo de Romeo que ahora le parecía una cadena más que un obsequio. Las tomó con determinación y salió del lugar.
Durante el trayecto, su celular vibraba insistentemente con las llamadas de Yolanda. Irene observaba el nombre de su madre parpadear en la pantalla una y otra vez, pero sus dedos se negaban a responder. Cada timbrazo era como una pequeña puñalada que le recordaba todo lo que estaba mal en su vida.
Al llegar a Colinas Verdes, subió a buscar su tarjeta del seguro médico. El ascensor se detuvo con un suave tintineo, y al salir, encontró la puerta de su departamento entreabierta. Las voces de sus padres se filtraban por la rendija, congelándola en su lugar.
Yolanda hablaba con un tono meloso y suplicante, el sonido de objetos moviéndose acompañaba sus palabras.
-Mi amor, ¿viste que sí pude? Los Castro aceptaron, prometieron que van a tratar mejor a Irene. ¿Ya no estás enojado conmigo?
César respondió con una satisfacción que pocas veces mostraba.
-Esta vez sí la hiciste. ¿Te acuerdas de la bolsa que te gustó? En cuanto regresemos, es tuya.
-¿Neta? -La voz de Yolanda se elevó con una alegría infantil-. Ya ni me acordaba lo que era comprarme una bolsa de dos millones. Desde que nos quedamos sin un quinto… Amor, sé que no es fácil conseguir el dinero. El otro día vi un cinturón de cien mil, cuando compres mi bolsa también te compro uno…
Irene sentía que cada palabra era una bofetada. “Dos millones en una bolsa… cien mil en un cinturón…” Los números giraban en su cabeza mientras pensaba en Daniel y su tratamiento. ¿De dónde sacaba César ese dinero? ¿Era mentira que estaban en la ruina o…?
Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta se abrió por completo. Sus padres se detuvieron en seco al verla, como actores sorprendidos a mitad de una obra. Los ojos de Yolanda se movieron rápidamente de su rostro a las llaves del Maybach en sus manos.
-¡lrene! ¿Ya arreglaste todo con Romeo? ¿Viniste por tus cosas para regresarte a casa de los Castro?
César escudriñó el pasillo vacío, su ceño frunciéndose con desaprobación.
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¿Y Romeo? ¿Te dejó venir sola estando embarazada? ¿Ni siquiera mandó a alguien contigo?
10.10
Capitulo 280
¿Qué tal si te pasa algo?
El subtexto era claro como el cristal: su único valor residía en su vientre, en la posibilidad de darle un heredero a los Castro. La humillación ardía en su garganta como ácido.
Los recuerdos la golpearon como una avalancha. Su infancia, viendo cómo sus padres favorecían a los varones. Su adolescencia, observando a su madre vivir sin dignidad, sometida a los caprichos de su padre. Y ahora, cada acción de ellos era como una soga que se apretaba más y más alrededor de su cuello, destruyendo cualquier respeto o cariño que alguna vez les
tuvo.
-¡No estoy embarazada! -El grito brotó de su garganta como una explosión de años de frustración contenida-. ¡No lo estoy!
Tenía tanto que decir, tantas injusticias que denunciar, tantos pensamientos reprimidos. La rabia y el dolor se mezclaban en su pecho, pero las palabras se atoraban en su garganta, negándose a salir en orden.
César endureció su expresión. Lanzó una mirada de desprecio a Yolanda y se retiró a la habitación, como si la simple presencia de su hija lo avergonzara.
Yolanda, nerviosa, tomó a Irene del brazo y la arrastró dentro del departamento. Bajo la luz brillante de la sala, el rostro descompuesto de Irene era imposible de ignorar.
-Entonces… ¿los Castro no te mandaron a hacerte pruebas? -El entusiasmo inicial de Yolanda se había esfumado-. ¡Rápido, hay que pensar cómo les vamos a hacer creer…!
-¡¿Hacer creer qué?! -El puño de César se estrelló contra el mini bar, haciendo temblar las botellas-. ¡¿Así es como haces las cosas?! ¡¿Cómo pudiste malinterpretarlo todo?!
Yolanda retrocedió, buscando excusas.
-Es… es culpa de Irene por no ser suficiente. Le cambié las medicinas y después de tantos intentos… ¡¿cómo es que no quedó embarazada?!
Irene observaba la escena con una sonrisa amarga, su cuerpo temblando de frustración y
ansiedad.
-No importa -Yolanda se giró hacia ella con ojos calculadores-. Podemos ir ganando tiempo. Regresa con Romeo y ponte las pilas para embarazarte lo más pronto posible. ¡Así se acaba todo este problema!