Capítulo 272
Tras dejar el vaso con agua y miel, David se marchó en silencio. Irene permaneció inmóvil en el sofá, su mente vagando en la penumbra de sus pensamientos, La idea de encontrarse con Romeo le revolvía el estómago.
“Ni aunque me prometa ganar el concurso voy a ir“, se dijo a sí misma, apretando los puños. El sabor amargo de la manipulación le subía por la garganta como bilis.
A pesar de nunca haber trabajado antes, entendía perfectamente la crueldad del mundo corporativo. No tenía las armas para luchar contra ese sistema, al menos no todavía. Su resistencia tendría que esperar hasta después del divorcio, cuando pudiera comenzar de nuevo, libre de ataduras. Cuando ya no hubiera deudas ni obligaciones pendientes…
Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios. “Si he aguantado tanto tiempo, ¿qué más da que él me espere una noche?”
Con movimientos deliberados, apagó su celular, bebió el agua con miel y se acostó junto a
Natalia.
La mañana llegó antes que la alarma, con la voz emocionada de Natalia atravesando sus
sueños.
-¡lrene! ¡Está nevando! ¡Mira nada más qué nevada!
El sonido de las cortinas abriéndose bruscamente precedió a un destello cegador. La luz del sol, multiplicada por el blanco inmaculado de la nieve, inundó la habitación antes penumbrosa.
Irene se incorporó sobre un codo, entrecerrando los ojos ante el resplandor. Los árboles se habían transformado en esculturas blancas, y el cielo seguía derramando copos gruesos y
perezosos.
Sacó el celular de debajo de la almohada y lo encendió. Ni siquiera eran las siete. Con un gruñido, se hundió de nuevo entre las sábanas.
-¿Qué nunca has visto nevar, o qué?
-¡La última vez que nevó me dio gripa y no me dejaron salir! ¡Pero ahora sí puedo!
El colchón se hundió cuando Natalia saltó sobre él, jalando las cobijas.
-¡Pide el día libre! ¡Vamos a jugar en la nieve ahorita mismo!
Irene se acurrucó más entre las mantas, su voz amortiguada por la almohada.
-Tengo que trabajar. Tú ve a jugar.
Con la nevada, el trayecto a la oficina le tomaría mínimo hora y media. Aprovechando el impulso de Natalia, se levantó por fin, pasándose los dedos por el cabello revuelto mientras buscaba ropa en su maleta.
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Capitulo 272
-¿Me harías el favor de llevarte mi maleta a tu casa en tu carro? Voy a tratar de salir temprano del trabajo para pasar por ella.
La mirada de Natalia se suavizó con compasión.
-Va, pero deja te llevamos a la oficina -hizo una pausa antes de añadir-. Y en la noche paso por ti. Con este clima no tienes por qué andar en la calle después de trabajar.
Irene terminó de vestirse y le dedicó una sonrisa cálida.
-¿Qué te habré debido en mi vida pasada?
-No es que me debas nada -Natalia soltó una risita-. Es que hiciste tantas buenas obras que el karma te premió poniéndome en tu camino.
-Más bien tú has de haber sido muy desafortunada en tu vida pasada -bromeó Irene mientras
entraba al baño.
Entre risas, David llegó con el desayuno, pero el tiempo apremiaba. Tuvieron que llevárselo para
comer en el camino.
Llegaron a Estudio Píxel & Pulso justo a las ocho y media. Después de despedirse, Irene cruzó las puertas del centro comercial. El cambio brusco de temperatura la envolvió, y diminutas gotas de condensación se formaron en sus pestañas, nublando su visión. Se frotó los ojos, intentando aclarar su vista.
Pero algo no cuadraba.
De otro modo, ¿cómo explicar la figura de Romeo, plantado en medio del vestíbulo como una estatua de hielo?
El hombre irradiaba el frío de la noche nevada. Su abrigo negro, antes cubierto de escarcha, ahora goteaba sobre el piso pulido. Sus ojos estrechos despedían un aura peligrosa, y su mirada penetrante provocó que un escalofrío recorriera la mejilla de Irene.
Romeo no había dormido en toda la noche. Después de esperar dos horas, la realidad lo había golpeado como una bofetada: ella no vendría. Apenas eran las diez cuando lo comprendió, no demasiado tarde, pero la ira lo había mantenido despierto hasta el amanecer, alimentando su furia con cada minuto que pasaba.
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