Capítulo 270
David observaba discretamente por el retrovisor a las dos mujeres en el asiento trasero, una sonrisa suave dibujándose en sus labios. Natalia, entusiasmada como siempre, ya había decidido el destino: insistía en que no había mejor combinación que la barbacoa con unas
copas.
A las cuatro de la tarde, el restaurante de barbacoa estaba prácticamente desierto. Eligieron un ‘espacio en la azotea, donde el atardecer pintaba el cielo de un rojo intenso que bañaba sus
siluetas con luz cálida. El vapor que emanaba de la olla sobre las brasas creaba una atmósfera íntima, alejando el frío de la tarde.
Se acomodaron alrededor de la mesa, el burbujeo del caldo mezclándose con sus voces. Irene sostenía entre sus manos un coctel color ámbar, una bebida suave pero deliciosa. Era la misma marca que David había llevado a su casa aquella vez, y el sabor le traía recuerdos agradables.
-Hay más sabores disponibles, pueden probar los que quieran -David señaló hacia el estante donde brillaban botellas de diversos colores-. Aparté habitaciones en el hotel de junto. Si se ponen pesadas las copas, nomás se van directo a dormir.
Irene dudó por un momento. No sabía si Yolanda estaría en casa; si no iba a llegar a dormir, al menos debería avisarle. Desbloqueó su celular y se encontró con una avalancha de mensajes sin leer: algunos del grupo del trabajo de la tienda, recordatorios de Lucas sobre la agenda del día siguiente, y una notificación de WhatsApp de Lisa.
Lisa había escrito justo cuando Irene apagó su celular. Había visto el nombre “Lily” en la segunda ronda del concurso Design Space y corrió a preguntarle si era ella. Irene confirmó que sí, disculpándose por su ausencia y explicando que había estado en una competencia a puerta
cerrada.
Siguió bajando por los mensajes: ni una sola llamada o mensaje de Yolanda. Se había preocupado de más; probablemente Yolanda ni siquiera recordaba cuándo terminaba su competencia.
Natalia notó su indecisión y protestó con un puchero.
-¡lrene! Desde que te casaste con Romeo no hemos tenido una noche de chicas. No, esta noche te quedas y punto.
-Va, me quedo -cedió Irene, dejando el celular a un lado.
-¡Así se habla! -Natalia destapó otra botella de coctel con entusiasmo.
Los hermanos se coordinaban perfectamente: mientras Natalia mantenía el ánimo festivo bebiendo con Irene, David se aseguraba de que comieran lo suficiente para no marearse con el estómago vacío.
Aunque Irene no solía tomar mucho, esa noche su mente se mantenía sorprendentemente lúcida. Natalia parloteaba sin cesar, sus palabras cada vez más inconexas. Irene, con las
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Capítulo 270
mejillas sonrosadas, permanecía en silencio, pero sus ojos brillaban con una claridad inusual, el contraste entre el negro y el blanco más marcado que nunca.
-Irene, voy a llevar a Nati al hotel. Espérame aquí, no te vayas sola.
David le quitó la copa a Natalia al ver que había bebido demasiado. Irene intentó levantarse para acompañarlos, pero sus piernas flaquearon y volvió a caer en la silla.
David la sostuvo con firmeza.
-Quédate sentada, ahorita regreso por ti.
-Sale–asintió Irene, reconociendo que era mejor esperar.
El trayecto entre el restaurante y el hotel era corto, apenas cinco minutos, pero había escaleras. En su estado actual, un tropezón podría significar faltar al trabajo mañana. Después de perder la competencia, no podía darse el lujo de descuidar su empleo.
El timbre del celular cortó el silencio. Era Gabriel.
-Señora, el presidente Castro quiere verla. ¿Podría venir a la oficina?
-No puedo la respuesta de Irene fue inmediata y cortante.
-¿Por qué no? -la sorpresa era evidente en la voz de Gabriel.
Irene dejó escapar una risa seca, el alcohol dándole un filo extra a sus palabras.
-Porque no se me da la gana verlo.
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