Capítulo 27
La primera vez que Romeo la descubrió tocando el piano en el restaurante, su rostro había revelado una sorpresa que casi rozaba la incredulidad. Después de dos años de matrimonio, ni siquiera sabía que su esposa dominaba ese instrumento. Esa noche perdió la apuesta, y con ella, otro pedazo de la máscara que tanto se esforzaba por mantener.
La segunda vez, en la Villa Castro, sus intenciones habían sido dolorosamente claras: solo buscaba satisfacer un deseo carnal, como si ella fuera un objeto a su disposición, nada más.
En cuanto a Inés, la mujer que había destruido su matrimonio como un tornado arrasa con todo a su paso, los encuentros habían sido escasos pero devastadores. La primera vez, alguien la había llamado “señora Castro” en su presencia, como retorciéndole el cuchillo en la herida.
La segunda, Inés se había pavoneado frente a ella, recogiendo la ropa íntima de Romeo, exhibiendo medias negras y un sostén de encaje de la cama matrimonial como trofeos de
guerra.
Comparado con esas puñaladas al corazón, ser rechazada en unas cuantas entrevistas de trabajo parecía casi trivial.
El divorcio le desgarraba el alma como garras afiladas, pero era un camino que debía recorrer. No era sencillo dejar atrás dos años de sentimientos, pero prefería un dolor agudo y breve que una agonía prolongada. Su mente comprendía todas las razones, pero su corazón se negaba a soltarlo. Le resultaba imposible seguir el consejo de Natalia: ponerse un maquillaje impecable y recoger el certificado de divorcio con una sonrisa triunfal.
Después de una noche en vela, se aplicó apenas un poco de maquillaje para disimular su rostro demacrado. Con movimientos mecánicos, tomó su identificación y salió del apartamento.
Llegó dos horas antes a la oficina del registro civil. Las puertas aún permanecían cerradas, pero no estaba sola. Una pareja joven recogía su certificado de matrimonio, vestidos con esmero, riendo con esa felicidad contagiosa de los recién casados. Sus rostros resplandecían con la luz de las promesas por cumplir.
Irene se sentía como un fantasma entre los vivos, como si su alma hubiera abandonado su cuerpo, dejando solo un cascarón vacío.
La brisa matutina de otoño soplaba implacable. Frente a la oficina, dos árboles robustos extendían sus ramas tupidas hacia el cielo gris. Las hojas secas danzaban en el aire antes de caer: una se posó suavemente sobre su hombro, otra junto a su zapato blanco, como lágrimas doradas de la naturaleza.
Su mirada se perdió en la pareja feliz, y los recuerdos la golpearon con fuerza. Recordó el día que recogió su propio certificado con Romeo, cómo se había esmerado en su arreglo personal. Llevaba un vestido rojo carmín que le llegaba a los tobillos, su cabello negro recogido en un moño elegante. Todo había sido tan repentino que ni siquiera tuvo tiempo de maquillarse para
la foto del acta.
Capitulo 27
En esa imagen, aparecía inclinada ligeramente hacia Romeo, su rostro pequeño irradiando una felicidad que traspasaba el papel fotográfico. Durante mucho tiempo, se había sentido insatisfecha con esa foto, creyendo que no se veía lo suficientemente bella. Al lado de los rasgos cincelados de Romeo, sentía que desentonaba.
Ahora comprendía que nada de eso importaba. Era solo una foto, un papel que pronto desaparecería para siempre.
Sus puños se cerraron con determinación.
“¡Nunca volveré a amar a Romeo!”
Lo lograría, tenía que lograrlo.
El timbre insistente de su celular la arrancó de sus pensamientos. Al volver en sí, notó sus mejillas húmedas y su visión nublada. Se secó los ojos con el dorso de la mano antes de sacar el teléfono, contestando sin mirar el número.
Los sollozos de Yolanda atravesaron la línea.
-¡Irene, por favor, ayuda a Dani! ¡Atropelló a alguien! Tu papá quiere contratar a Enzo, el mejor abogado de Puerto del Oeste, pero está ocupado. ¡Tienes que hablar con Romeo! Él conoce a Enzo, le hará caso…
Los llantos desesperados de Yolanda se mezclaban con el ruido del tráfico matutino, taladrando el cerebro de Irene.
-¿Qué pasó con Dani? -su voz tembló.
-No hay tiempo para explicaciones. Busca a Romeo, consigue que Enzo vaya a la estación de policía. El abogado de la otra familia ya está ahí, y conoces a Dani… ¡si dice algo inapropiado y la otra parte lo aprovecha, no tendrá salvación!
Sin pensarlo dos veces, Irene corrió hacia la avenida para detener un taxi. El certificado de divorcio podía esperar; nada era más importante que Daniel, el único rayo de luz en la fría mansión Llorente, el único que le había mostrado algo de calidez familiar.
La tensión en Alquimia Visual era palpable. Los empleados caminaban de puntillas, especialmente los ejecutivos, que apenas se atrevían a respirar. Gabriel era quien más sufría, siendo el blanco directo de la ira de Romeo.
Justo ahora, después de presentar la agenda del día, Romeo le lanzó una mirada que podría congelar el infierno.
-¿Este proyecto no es urgente? -su voz cortaba como un látigo.
Gabriel se estremeció visiblemente.
-¡Por supuesto que es prioritario!
El siguiente instante, el itinerario voló por los aires, aterrizando a sus pies.
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Capitulo 27
-¿Tan urgente y todavía apartas tiempo para ir al Registro Civil? ¿Así es como organizas las prioridades?
Las palabras de Romeo se deslizaron entre sus labios apretados como veneno.
Gabriel tragó saliva, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal.
-¿Quiere que cancele el compromiso?
¿Cancelar? Romeo apretó la mandíbula. Durante días no había logrado que Irene cediera, ¿y ahora ella esperaba que él rechazara el divorcio? Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios. No sabía en qué momento Irene había aprendido a mantener la compostura con tanta firmeza.
Sus dientes rechinaron mientras su mente barajaba las posibilidades: o planeaba huir en el último momento, o quería montar una escena frente al Registro Civil.